3/05/2017, 19:32
Había pocas cosas en aquel mundo que le alegrasen tanto la existencia como lo hacía el pastel de fresa. Las normas de etiqueta o los sufijos estaban bien, pero llegaba un punto del día en que ya se tornaba molesto usarlos para cada situación cotidiana sin tener oportunidad de dar un respiro.
Eso era lo bueno del pastel de fresa, podía tratarlo como quisiera y siempre a saber bien. Podía comerlo de forma elegante y tomarse su tiempo o bien podía devorarlo a contrarreloj, total iba a saber bien igual.
Aquel era un día de caprichos, había salido a dar un paseo por la mañana después de tener atendidos sus deberes diarios. Recorrió las calles de la aldea paseando con su paraguas hasta que llegó la hora de la comida. Sin pensarlo mucho se procuró un lugar en una tienda que conocía bien, yakiniku fue la opción de ese día.
Al finalizar su comida de finas tiras de carne asadas por él mismo, era hora de conseguir un postre más que adecuado. Y si bien tenía un mar de opciones, pues podía permitírselo, para Manase Mogura la elección estaba hecha hacía muchísimo tiempo.
Pastel de fresa.
El joven médico de cabello azabache se encontraba entonces delante de las puertas de un negocio que frecuentaba bastante. La Pastelería de Kiroe-chan era no solo un refugio de la lluvia sino que también era el hogar de un pastel de fresa que el chico disfrutaba probar siempre que tuviese oportunidad.
Después de ingresar en el local, colocó su paraguas en un pequeño receptáculo dedicado específicamente para eso. Se sentó y prácticamente al momento el mozo se presentó con lo que tanto deseaba.
Buenas tardes, Daruu-san.
Correspondió la reverencia del joven colega.
Pastel de fresa, como siempre. Un poco de té verde sería excelente.
Contestó entonces a la pregunta del muchacho.
¿Qué podía decir Manase Mogura de alguien como Amedama Daruu? Realmente no lo conocía mucho a pesar de haber tenido la experiencia de asistir juntos a la academia. Quizás lo más destacable que podría señalar es que sentía cierta confianza con el chico como para dirigirse hacía él por su nombre más que por su apellido.
Eso era lo bueno del pastel de fresa, podía tratarlo como quisiera y siempre a saber bien. Podía comerlo de forma elegante y tomarse su tiempo o bien podía devorarlo a contrarreloj, total iba a saber bien igual.
Aquel era un día de caprichos, había salido a dar un paseo por la mañana después de tener atendidos sus deberes diarios. Recorrió las calles de la aldea paseando con su paraguas hasta que llegó la hora de la comida. Sin pensarlo mucho se procuró un lugar en una tienda que conocía bien, yakiniku fue la opción de ese día.
Al finalizar su comida de finas tiras de carne asadas por él mismo, era hora de conseguir un postre más que adecuado. Y si bien tenía un mar de opciones, pues podía permitírselo, para Manase Mogura la elección estaba hecha hacía muchísimo tiempo.
Pastel de fresa.
El joven médico de cabello azabache se encontraba entonces delante de las puertas de un negocio que frecuentaba bastante. La Pastelería de Kiroe-chan era no solo un refugio de la lluvia sino que también era el hogar de un pastel de fresa que el chico disfrutaba probar siempre que tuviese oportunidad.
Después de ingresar en el local, colocó su paraguas en un pequeño receptáculo dedicado específicamente para eso. Se sentó y prácticamente al momento el mozo se presentó con lo que tanto deseaba.
Buenas tardes, Daruu-san.
Correspondió la reverencia del joven colega.
Pastel de fresa, como siempre. Un poco de té verde sería excelente.
Contestó entonces a la pregunta del muchacho.
¿Qué podía decir Manase Mogura de alguien como Amedama Daruu? Realmente no lo conocía mucho a pesar de haber tenido la experiencia de asistir juntos a la academia. Quizás lo más destacable que podría señalar es que sentía cierta confianza con el chico como para dirigirse hacía él por su nombre más que por su apellido.
Hablo - Pienso