5/05/2017, 18:21
Ya casi había caído la noche cuando Akame saltó por encima de la valla de madera que bordeaba la pista de entrenamiento. Era una explanada circular de similar arquitectura al resto de la Academia; suelo de piedra blanca, columnas del mismo material marcando la entrada y un arco de tejas carmesíes sobre ellas. Las puertas de madera roja estaban cerradas a aquellas horas, claro, cuando los estudiantes se encontraban cenando para luego irse a dormir. O, al menos, la mayoría de ellos. Algunos, como Uchiha Haskoz, siempre intentaban escabullirse de los maestros para salir "de aventuras" a la ciudad después de ponerse el Sol. Y otros, como el propio Akame, solían escaparse por otras razones.
Caminó, tranquilo, hacia uno de los bancos de piedra que franqueaban la pista, y se dejó caer en él. Había pasado gran parte de su estancia en la Academia aprovechando las horas nocturnas para entrenar en aquella parcela; la soledad le permitía dar rienda suelta a sus instintos y pulir sus habilidades sin preocuparse de las miradas o palabras de otros estudiantes.
Era la primera vez que volvía a pisar aquella pista desde su graduación. Los días de Academia parecían ya lejanos, muy lejanos. El Uchiha dejó caer la cabeza hacia atrás, cerró los ojos y aspiró el aire fresco de la noche. Probablemente por la cantidad de horas que había pasado allí, en la soledad de sus pensamientos, aquella parcela de entrenamiento le infundía una tranquilidad cálida y acogedora. La necesitaba después del día que acababa de pasar.
—Supongo que esto también forma parte de ser ninja... —suspiró, pensando en voz alta.