5/05/2017, 19:46
Akame arqueó una ceja, escéptico, tras las palabras de su compañero. «¿Yo?». Luego lo entendió, cuando Haskoz le mostró lo que contenía aquella bolsa de papel de apariencia pesada. Akame se inclinó hacia delante, como si no hubiese visto bien la sospechosa botella que llevaba su compañero y tuviera miedo de confundirla con lo que, en realidad, era. Luego sus ojos negros subieron hasta colocarse sobre los de Haskoz.
—¿En serio? —la posibilidad de que el gennin le estuviese gastando una de sus bromas era más que real, aunque en el fondo Akame sabía que Haskoz lo decía en serio. Podía verlo en sus ojos, ávidos, emocionados—. ¿Qué celebramos? ¿El éxito de nuestra misión?
Podía notarse el resquemor en la voz del Uchiha. Pese a que no lo había hecho tan evidente como su compañero, Akame también se había sentido molesto. Las lecciones que tan concienzudamente había estudiado, el agotador entrenamiento al que diariamente se sometía... «¿Para acabar entregando invitaciones?».
Tal vez fuese que aquella noche estaba melancólico. Tal vez que la vida ninja parecía no ser nada de lo que él se había imaginado. O quizás que ya hacía más de un año que no tenía noticia alguna de su maestra Kunie; la única persona que se había preocupado por él en toda su vida. Pero, sea como fuere, la cuestión es que allí, aquella noche, Akame se hizo a un lado para cederle sitio a su compañero. A su amigo.
—¿De qué es? —preguntó, entre curioso e intimidado.
—¿En serio? —la posibilidad de que el gennin le estuviese gastando una de sus bromas era más que real, aunque en el fondo Akame sabía que Haskoz lo decía en serio. Podía verlo en sus ojos, ávidos, emocionados—. ¿Qué celebramos? ¿El éxito de nuestra misión?
Podía notarse el resquemor en la voz del Uchiha. Pese a que no lo había hecho tan evidente como su compañero, Akame también se había sentido molesto. Las lecciones que tan concienzudamente había estudiado, el agotador entrenamiento al que diariamente se sometía... «¿Para acabar entregando invitaciones?».
Tal vez fuese que aquella noche estaba melancólico. Tal vez que la vida ninja parecía no ser nada de lo que él se había imaginado. O quizás que ya hacía más de un año que no tenía noticia alguna de su maestra Kunie; la única persona que se había preocupado por él en toda su vida. Pero, sea como fuere, la cuestión es que allí, aquella noche, Akame se hizo a un lado para cederle sitio a su compañero. A su amigo.
—¿De qué es? —preguntó, entre curioso e intimidado.