6/05/2017, 03:23
(Última modificación: 6/05/2017, 03:26 por Uchiha Akame.)
«¿El Bosque de Azur?»; la anécdota le cogió por sorpresa. No porque Haskoz no hubiese hablado nunca de ello —vaya que si lo había hecho, sobretodo para impresionar a alguna muchacha—, sino porque hasta ese momento Akame había pensado que todo era charlatanería barata. Puro humo. Tal y como lo contaba ahora, parecía que realmente su compañero estaba preocupado por eso. El Uchiha de Tanzaku no pudo sino asentir con gravedad, como queriendo compadecer a su amigo. Ambos tenían oscuros temores que querían olvidar en torno a aquella botella.
Extendió la mano para agarrar la copa de licor con dedos torpes, y a punto estuvo de derramársele por completo. Terminó cazándola al vuelo tras perder más de un tercio de su contenido. Akame la miró, indeciso, pero finalmente se la acercó a los labios. Ya empezaba a notarse embriagado y le daba igual un poco más que un poco menos de alcohol en la copa.
—Por Rakurai-san —secundó, con los ojos brillosos.
Recipiente y botella tintinearon al chocar, y Akame imitó a su camarada. Ambos bebieron un trago largo, seco, duro. Mas no tosieron.
—¿Qué ocurrió en ese bosque? —preguntó el Uchiha, con voz ronca por el alcohol.
Entonces su mano derecha empezó a temblar con aquel tic, más intensamente, mientras sus recuerdos iban disolviéndose en los vapores del licor. Akame la ocultó en uno de los bolsillos de su pantalón. Frunció los labios; parecía indeciso. Y lo estaba. No sabía si era buena idea revelar aquello a Haskoz, pero al final... «Qué demonios, somos amigos». Cuando su diestra salió del escondite, agarraba entre los dedos un cigarrillo pulcramente liado. Akame se lo puso entre los labios, agachando la mirada, y chasqueó los dedos. Una esfera anaranjada apareció en la punta de su pulgar para prender el tabaco.
Aspiró una honda calada y dejó escapar el humo. Luego dudó un instante antes de ofrecérselo a Haskoz.
Extendió la mano para agarrar la copa de licor con dedos torpes, y a punto estuvo de derramársele por completo. Terminó cazándola al vuelo tras perder más de un tercio de su contenido. Akame la miró, indeciso, pero finalmente se la acercó a los labios. Ya empezaba a notarse embriagado y le daba igual un poco más que un poco menos de alcohol en la copa.
—Por Rakurai-san —secundó, con los ojos brillosos.
Recipiente y botella tintinearon al chocar, y Akame imitó a su camarada. Ambos bebieron un trago largo, seco, duro. Mas no tosieron.
—¿Qué ocurrió en ese bosque? —preguntó el Uchiha, con voz ronca por el alcohol.
Entonces su mano derecha empezó a temblar con aquel tic, más intensamente, mientras sus recuerdos iban disolviéndose en los vapores del licor. Akame la ocultó en uno de los bolsillos de su pantalón. Frunció los labios; parecía indeciso. Y lo estaba. No sabía si era buena idea revelar aquello a Haskoz, pero al final... «Qué demonios, somos amigos». Cuando su diestra salió del escondite, agarraba entre los dedos un cigarrillo pulcramente liado. Akame se lo puso entre los labios, agachando la mirada, y chasqueó los dedos. Una esfera anaranjada apareció en la punta de su pulgar para prender el tabaco.
Aspiró una honda calada y dejó escapar el humo. Luego dudó un instante antes de ofrecérselo a Haskoz.