7/05/2017, 16:24
Cual tormenta veraniega, la lluvia de flechas ceso para dar paso a un ominoso silencio, la calma después de la tempestad. Pronto se comenzaron a escuchar los quejidos y suplicas de aquellos que habían quedado heridos por tan sorpresivo y violento ataque.
De pronto, Kōtetsu se levanto un tanto agitado y con una hincada de dolor en el pecho. Se encontraba detrás de una de las voluminosas literas, pues mientras estuvo inconsciente, el chico azulado se había valido de recursos para él desconocidos y le había puesto a resguardo.
—Cielos… —se quejo, mientras veía el hasta que emergía de su pecho.
Calmado, pero con la cantidad esperable de miedo, palpo el proyectil y este cayó al suelo. El joven reviso sus ropajes y encontró entre ellos la irónica razón de que aun siguiera con vida. El metal de su bandana había recibido el impacto y había conseguido mitigar suficiente de la fuerza como para que la flecha solo le dejara una herida dolorosa, pero superficial. No pudo evitar sonreír por tan curioso acontecimiento: A veces no, casi siempre llevaba su bandana oculta entre los ropajes, mas por motivos morales que por alguna otra razón. De a momentos se avergonzaba, pues sentía que estaba rechazando el ser un ninja y que hacer aquello le terminaría acarreando una terrible mala suerte.
“La muerte y sus formas de guiarnos por la vida; y pensar que esta mala maña me terminaría salvando, y que si hubiese portado la placa en la cabeza estaría, literalmente, con el corazón roto.”
Observo a Kaido fijamente por unos instantes, suponiendo que había sido el su salvador, y con una sonrisa le dijo:
—Estuvo cerca…, pero parece que si tendremos la oportunidad de debatir nuestra fuerza algún día.
—¡Reagrúpense, que esto aun no ha terminado! —bramo Yosehara.
Y aquel hombre tenía mucho de razón, pues desde la espesura del bosque les alcanzo el sonido inconfundible de gente corriendo. Kōtetsu se puso en alerta, levantándose y buscando su espada abandonada, pues sabía que el ataque con flechas solo tenía la intención de debilitarlos y hacer que se dispersaran. Espero unos segundos, hasta que, desde las sombras creadas por la arboleda, salió un numeroso grupo de seres completamente cubiertos con telas marrones y verdes.
“Son demasiados.” pensó el joven de ojos grises, notando la obvia superioridad numérica.
Sin poder evitarlo, dio un paso hacia atrás preparándose para la acometida. Los atacantes avanzaban sin miedo, blandiendo sus armas de forma un tanto torpe pero constante. Pronto la fuerza se encontró, y comenzó el choque de metal contra metal. Pero aquello no parecía una batalla normal, pues lo extraño vagaba entre las filas enemigas: Su organización era tan efectiva que durante unos instantes casi lograron aislar a cada uno de los siete pasajeros de todos los otros, pero sus movimientos individuales eran tan monótonos que resultaba fácil el esquivar sus ataques en un uno a uno.
—¡No se dejen rodear! —grito Jokei, cuando la lucha apenas llevaba unos segundos y aun no se contaban bajas, pues todos estaban buscando la mejor posición para combatir—. No voy a dejar que unos mugrientos mercenarios me maten tan fácilmente.
Su caballo recibió una estocada en la garganta y se desplomo en medio de un sombrío relincho y de un roció de sangre. Yosehara bajo de un salto y se planto firme, encarando a su atacante. Esquivo con facilidad un hachazo dirigido a su pierna, y luego arremetió como un toro, clavando la punta de su Naginata en el vientre de su enemigo con suficiente fuerza como para elevarlo mientras estaba empalado.
—¡¿Pero qué demonios?! —Se quedo estupefacto al ver como no corría sangre desde la herida, sino que su enemigo se deshacía en un montón de arcilla.
Para aquel hombre de pueblo, aquella era una especie brujería inexplicable, pero a un ninja se le hacía obvio de que se trataba: Sin duda, eran una especia de clones hechos a partir de arcilla y chakra.
Todos se dieron cuenta de aquel suceso, pero eso no cambio la difícil situación en la que estaban: Seguían siendo superados en numero y lo peor es que estaban separados el uno del otro: Tanto Akame como Noemi se hallaban enfrentados a un grupo de varios agresores. En similar condición se encontraban Kaido y Kōtetsu. Y en solitario estaban los otros tres invitados, como Naomi que se encontraba luchando contra varios de aquellos seres, al igual que la chica acompañante de la rubia y el señor que acompañaba al joven azulado.
Algunos tendrían la opción de huir al bosque, pero era una zona que no conocían y que podía contener alguna desagradable sorpresa, cortesía de sus atacantes. Ya fuera en dúos o en solitario, les tocaba apañárselas como mejor pudieran. Pero no todo estaba en contra, pues habían tenido el suficiente tiempo como para reagruparse en pequeñas unidades que podrían defenderse decentemente… al menos por un tiempo.
De pronto, Kōtetsu se levanto un tanto agitado y con una hincada de dolor en el pecho. Se encontraba detrás de una de las voluminosas literas, pues mientras estuvo inconsciente, el chico azulado se había valido de recursos para él desconocidos y le había puesto a resguardo.
—Cielos… —se quejo, mientras veía el hasta que emergía de su pecho.
Calmado, pero con la cantidad esperable de miedo, palpo el proyectil y este cayó al suelo. El joven reviso sus ropajes y encontró entre ellos la irónica razón de que aun siguiera con vida. El metal de su bandana había recibido el impacto y había conseguido mitigar suficiente de la fuerza como para que la flecha solo le dejara una herida dolorosa, pero superficial. No pudo evitar sonreír por tan curioso acontecimiento: A veces no, casi siempre llevaba su bandana oculta entre los ropajes, mas por motivos morales que por alguna otra razón. De a momentos se avergonzaba, pues sentía que estaba rechazando el ser un ninja y que hacer aquello le terminaría acarreando una terrible mala suerte.
“La muerte y sus formas de guiarnos por la vida; y pensar que esta mala maña me terminaría salvando, y que si hubiese portado la placa en la cabeza estaría, literalmente, con el corazón roto.”
Observo a Kaido fijamente por unos instantes, suponiendo que había sido el su salvador, y con una sonrisa le dijo:
—Estuvo cerca…, pero parece que si tendremos la oportunidad de debatir nuestra fuerza algún día.
—¡Reagrúpense, que esto aun no ha terminado! —bramo Yosehara.
Y aquel hombre tenía mucho de razón, pues desde la espesura del bosque les alcanzo el sonido inconfundible de gente corriendo. Kōtetsu se puso en alerta, levantándose y buscando su espada abandonada, pues sabía que el ataque con flechas solo tenía la intención de debilitarlos y hacer que se dispersaran. Espero unos segundos, hasta que, desde las sombras creadas por la arboleda, salió un numeroso grupo de seres completamente cubiertos con telas marrones y verdes.
“Son demasiados.” pensó el joven de ojos grises, notando la obvia superioridad numérica.
Sin poder evitarlo, dio un paso hacia atrás preparándose para la acometida. Los atacantes avanzaban sin miedo, blandiendo sus armas de forma un tanto torpe pero constante. Pronto la fuerza se encontró, y comenzó el choque de metal contra metal. Pero aquello no parecía una batalla normal, pues lo extraño vagaba entre las filas enemigas: Su organización era tan efectiva que durante unos instantes casi lograron aislar a cada uno de los siete pasajeros de todos los otros, pero sus movimientos individuales eran tan monótonos que resultaba fácil el esquivar sus ataques en un uno a uno.
—¡No se dejen rodear! —grito Jokei, cuando la lucha apenas llevaba unos segundos y aun no se contaban bajas, pues todos estaban buscando la mejor posición para combatir—. No voy a dejar que unos mugrientos mercenarios me maten tan fácilmente.
Su caballo recibió una estocada en la garganta y se desplomo en medio de un sombrío relincho y de un roció de sangre. Yosehara bajo de un salto y se planto firme, encarando a su atacante. Esquivo con facilidad un hachazo dirigido a su pierna, y luego arremetió como un toro, clavando la punta de su Naginata en el vientre de su enemigo con suficiente fuerza como para elevarlo mientras estaba empalado.
—¡¿Pero qué demonios?! —Se quedo estupefacto al ver como no corría sangre desde la herida, sino que su enemigo se deshacía en un montón de arcilla.
Para aquel hombre de pueblo, aquella era una especie brujería inexplicable, pero a un ninja se le hacía obvio de que se trataba: Sin duda, eran una especia de clones hechos a partir de arcilla y chakra.
Todos se dieron cuenta de aquel suceso, pero eso no cambio la difícil situación en la que estaban: Seguían siendo superados en numero y lo peor es que estaban separados el uno del otro: Tanto Akame como Noemi se hallaban enfrentados a un grupo de varios agresores. En similar condición se encontraban Kaido y Kōtetsu. Y en solitario estaban los otros tres invitados, como Naomi que se encontraba luchando contra varios de aquellos seres, al igual que la chica acompañante de la rubia y el señor que acompañaba al joven azulado.
Algunos tendrían la opción de huir al bosque, pero era una zona que no conocían y que podía contener alguna desagradable sorpresa, cortesía de sus atacantes. Ya fuera en dúos o en solitario, les tocaba apañárselas como mejor pudieran. Pero no todo estaba en contra, pues habían tenido el suficiente tiempo como para reagruparse en pequeñas unidades que podrían defenderse decentemente… al menos por un tiempo.