7/05/2017, 18:59
Todo sucedió rápido. Muy rápido. Las palabras del encapuchado que se sentaba frente a ellos, tras Eri, cuya voz se perdió en el barullo general. De repente el tipo se levantó como un restorte, arrojando su silla sobre la kunoichi mientras se quitaba la capa de viaje. Por puro instinto Akame activó su Sharingan, y sus ojos se volvieron rojos como la sangre que iba a derramarse a no mucho tardar. El muchacho —ahora estaba claro que no se trataba de un hombre— prendió su capa en llamas y la lanzó hacia ellos. Akame apoyó un pie en la mesa y saltó por encima, quitándose de un plumazo tres obstáculos; la capa, la silla y la propia mesa.
—¡Detente! —aulló, mientras veía cómo uno de los brazos del muchacho se estiraba hasta límites antinaturales, rompiendo la ventana.
Lo vio venir. El Uchiha aprovechó para saltar a la mesa que había ocupado Daruu, y luego a la siguiente, mientras el de Amegakure se impulsaba a través de la ventana. «Ah, no, Amedama-kun. ¡No te me vas a escapar dos veces!». Akame saltó de mesa en mesa hasta llegar a la que estaba más próxima a la ventana y, directamente, se lanzó a través de ella como si de un tigre sobre su presa se tratase.
Cayó directamente en un charco de barro, que se había formado bajo la ventana. La lluvia seguía arreciando. El Uchiha pudo amortiguar la caída rodando sobre sí mismo —y ensuciándose en el proceso— para finalmente incorporarse. Daruu le llevaba algunos metros de ventaja, a la carrera. Akame empezó a correr mientras su mano formaba un sello. Flush.
Su figura se difuminó en el aire, entre las gotas de lluvia. Apareció luego, un parpadeo después, junto a Daruu. Akame se lanzó sobre él, buscando placarle de cintura para abajo para hacerle caer al suelo. Si lo conseguía, él mismo rodaría para ponerse en pie.
—¡Detente! —repitió, levantando ambos brazos con las manos abiertas—. No busco hacerte daño.
—¡Detente! —aulló, mientras veía cómo uno de los brazos del muchacho se estiraba hasta límites antinaturales, rompiendo la ventana.
Lo vio venir. El Uchiha aprovechó para saltar a la mesa que había ocupado Daruu, y luego a la siguiente, mientras el de Amegakure se impulsaba a través de la ventana. «Ah, no, Amedama-kun. ¡No te me vas a escapar dos veces!». Akame saltó de mesa en mesa hasta llegar a la que estaba más próxima a la ventana y, directamente, se lanzó a través de ella como si de un tigre sobre su presa se tratase.
Cayó directamente en un charco de barro, que se había formado bajo la ventana. La lluvia seguía arreciando. El Uchiha pudo amortiguar la caída rodando sobre sí mismo —y ensuciándose en el proceso— para finalmente incorporarse. Daruu le llevaba algunos metros de ventaja, a la carrera. Akame empezó a correr mientras su mano formaba un sello. Flush.
Su figura se difuminó en el aire, entre las gotas de lluvia. Apareció luego, un parpadeo después, junto a Daruu. Akame se lanzó sobre él, buscando placarle de cintura para abajo para hacerle caer al suelo. Si lo conseguía, él mismo rodaría para ponerse en pie.
—¡Detente! —repitió, levantando ambos brazos con las manos abiertas—. No busco hacerte daño.