7/05/2017, 21:33
Akame aguantó, estoico, las bravatas de Haskoz. Mientras que al gennin de melena blanca el alcohol parecía haberle hecho entrar en calor, propulsando sus emociones y llenándole con la vitalidad de Izanagi, al moreno le había sentado totalmente al contrario. Se encontraba taciturno, torpón y somnoliento. Ni siquiera las voces de Haskoz, que debían haberse oído en toda la Academia, fueron suficientes para sacarle la soñera.
—Bueno, bu... Bueno, tranquilo... —balbuceó el Uchiha, gesticulando de forma acorde—. Está bien, está... Está bien. Ya haré algo con R-Riko...
Claro que no pensaba hacerlo, pero incluso ebrio Akame sabía que la forma más rápida de que su amigo dejara de formar escándalo era darle la razón. Sin embargo, lo que le dijo a continuación no pareció sentarle tan bien a Haskoz. El tipo se aproximó cual parroquiano, le señaló con el dedo y...
—Tienesh toa la rasón de Ooonindo. Y cuando la tienesh, la tienesh. Ashi que vamos a sheguir tu plan. Vamosh ala casa de Eri, y luego pashamos por la de Noemi. ¡Y LESH DEJAMOSH LAS COSHAS CLARAS A LAS DOS!
Akame no pudo contener otra carcajada. Pese a estar él mismo borracho —o quizás por eso mismo—, el comportamiento de Haskoz le resultaba rematadamente gracioso. Se puso en pie, pasando un brazo sobre los hombros de su compadre, y posándole la otra mano en el pecho como si quisiera consolarle.
—E-Esa me parece... Me parece una idea coj...
De repente un ruido seco y fuerte le sobresaltó. Alzó la mirada para intentar encontrar el origen, pero todo cuanto veía era doble y, además, las luces de la pista de entrenamiento no estaban encendidas, por lo que todo estaba envuelto en la oscuridad nocturna. Akame trató de concentrarse en el ruido, pero era incapaz. Sentía como si tuviese la cabeza metida en un barril de manteca.
Escuchó una voz, pero le sonó lejana e ininteligible. Luego otro ruido más fuerte, y el sonido de un candado abriéndose.
—¿¡Quién anda ahí!?
«¿Qué demonios...?». Ahora lo había entendido a la perfección. La puerta de la valla que rodeaba la pista de entrenamiento se abrió con un característico chirrido, y una figura se recortó contra la luz de la farola exterior.
—La puta madre... ¡Corre! —exclamó el Uchiha, súbitamente más despejado, dando un empujón a Haskoz hacia el tramo de valla que tenían más cerca.
—¡Eh! ¡Eh! ¿¡Qué estáis haciendo aquí!? —les gritó aquella figura, que por su voz debía ser un hombre adulto—. ¡La pista está cerrada por algo!
A la carrera, ofreciendo una imagen un tanto penosa, Akame trató de escalar la valla de madera y ponerse a salvo al otro lado.
—Bueno, bu... Bueno, tranquilo... —balbuceó el Uchiha, gesticulando de forma acorde—. Está bien, está... Está bien. Ya haré algo con R-Riko...
Claro que no pensaba hacerlo, pero incluso ebrio Akame sabía que la forma más rápida de que su amigo dejara de formar escándalo era darle la razón. Sin embargo, lo que le dijo a continuación no pareció sentarle tan bien a Haskoz. El tipo se aproximó cual parroquiano, le señaló con el dedo y...
—Tienesh toa la rasón de Ooonindo. Y cuando la tienesh, la tienesh. Ashi que vamos a sheguir tu plan. Vamosh ala casa de Eri, y luego pashamos por la de Noemi. ¡Y LESH DEJAMOSH LAS COSHAS CLARAS A LAS DOS!
Akame no pudo contener otra carcajada. Pese a estar él mismo borracho —o quizás por eso mismo—, el comportamiento de Haskoz le resultaba rematadamente gracioso. Se puso en pie, pasando un brazo sobre los hombros de su compadre, y posándole la otra mano en el pecho como si quisiera consolarle.
—E-Esa me parece... Me parece una idea coj...
De repente un ruido seco y fuerte le sobresaltó. Alzó la mirada para intentar encontrar el origen, pero todo cuanto veía era doble y, además, las luces de la pista de entrenamiento no estaban encendidas, por lo que todo estaba envuelto en la oscuridad nocturna. Akame trató de concentrarse en el ruido, pero era incapaz. Sentía como si tuviese la cabeza metida en un barril de manteca.
Escuchó una voz, pero le sonó lejana e ininteligible. Luego otro ruido más fuerte, y el sonido de un candado abriéndose.
—¿¡Quién anda ahí!?
«¿Qué demonios...?». Ahora lo había entendido a la perfección. La puerta de la valla que rodeaba la pista de entrenamiento se abrió con un característico chirrido, y una figura se recortó contra la luz de la farola exterior.
—La puta madre... ¡Corre! —exclamó el Uchiha, súbitamente más despejado, dando un empujón a Haskoz hacia el tramo de valla que tenían más cerca.
—¡Eh! ¡Eh! ¿¡Qué estáis haciendo aquí!? —les gritó aquella figura, que por su voz debía ser un hombre adulto—. ¡La pista está cerrada por algo!
A la carrera, ofreciendo una imagen un tanto penosa, Akame trató de escalar la valla de madera y ponerse a salvo al otro lado.