7/05/2017, 21:40
(Última modificación: 29/07/2017, 02:03 por Amedama Daruu.)
—¡Espera!
—¡Detente!
«Sí, la puta madre que os parió», pensó Daruu, y aceleró el paso. Sin embargo, Akame desapareció un momento a sus espaldas, y luego, reapareció al lado suyo. Como consecuencia secundaria de presenciar el Sunshin no Jutsu del uzureño detrás de él, dio un respingo, y tropezó con una piedra, casi cayendo, pero consiguió restablecer la marcha. Finalmente, fue el placaje del Uchiha el que lo derribó.
El cuerpo de Daruu cayó al suelo, al barro, con un ruido húmedo. Rodó varios metros, manchándose, lastimándose, y acabó el viaje en el tronco de un árbol, que lo detuvo del todo.
—Ugh... —gimió, agarrándose el costado. Se levantó todo lo deprisa que pudo, que no fue mucho. Akame se apartaba un poco, y levantaba sendos brazos, enseñándole las palmas de las manos.
—¡Detente! —repitió—. No busco hacerte daño.
—Una treta, sin duda —gimoteó Daruu, reincorporándose—. ¿Cuándo tardará otro de los vuestros en clavarme un puñal en la espalda? Espero que vuelva a ser metafórico. ¿Verdad, Eri-san?
Eri acababa de alcanzar a su compañero.
—Salvé la vida a uno de los vuestros de un puto fuuma shuriken, y lo primero que hacéis para agradecérmelo es intentar matarme. Hijos de perra malparidos hideputas que os parió una hiena. ¡Cabrones! —Escupió un poco de sangre a un lado.
—¿Y pretendéis ahora, después de perseguirme por la mitad de Oonindo, que me quede aquí mientras termináis el trabajo? Oh, ya lo creo que no. —Carnero, tigre, rápidos, por sorpresa, con las manos bajadas.
Disparó un chorro de caramelo de color turquesa al suelo, que pretendía extenderse por debajo de los pies de los dos genin para dejarlos pegados un poco más. Se dio la vuelta, sorteó el brazo ayudándose de sus brazos para apartarse a un lado, y siguió corriendo. Más allá empezaba un bosque, corto, y si no se equivocaba al otro lado estaba el Valle del Fin. Allí habría bastante sitio para esconderse, o eso creía él.
—¡Detente!
«Sí, la puta madre que os parió», pensó Daruu, y aceleró el paso. Sin embargo, Akame desapareció un momento a sus espaldas, y luego, reapareció al lado suyo. Como consecuencia secundaria de presenciar el Sunshin no Jutsu del uzureño detrás de él, dio un respingo, y tropezó con una piedra, casi cayendo, pero consiguió restablecer la marcha. Finalmente, fue el placaje del Uchiha el que lo derribó.
El cuerpo de Daruu cayó al suelo, al barro, con un ruido húmedo. Rodó varios metros, manchándose, lastimándose, y acabó el viaje en el tronco de un árbol, que lo detuvo del todo.
—Ugh... —gimió, agarrándose el costado. Se levantó todo lo deprisa que pudo, que no fue mucho. Akame se apartaba un poco, y levantaba sendos brazos, enseñándole las palmas de las manos.
—¡Detente! —repitió—. No busco hacerte daño.
—Una treta, sin duda —gimoteó Daruu, reincorporándose—. ¿Cuándo tardará otro de los vuestros en clavarme un puñal en la espalda? Espero que vuelva a ser metafórico. ¿Verdad, Eri-san?
Eri acababa de alcanzar a su compañero.
—Salvé la vida a uno de los vuestros de un puto fuuma shuriken, y lo primero que hacéis para agradecérmelo es intentar matarme. Hijos de perra malparidos hideputas que os parió una hiena. ¡Cabrones! —Escupió un poco de sangre a un lado.
—¿Y pretendéis ahora, después de perseguirme por la mitad de Oonindo, que me quede aquí mientras termináis el trabajo? Oh, ya lo creo que no. —Carnero, tigre, rápidos, por sorpresa, con las manos bajadas.
Disparó un chorro de caramelo de color turquesa al suelo, que pretendía extenderse por debajo de los pies de los dos genin para dejarlos pegados un poco más. Se dio la vuelta, sorteó el brazo ayudándose de sus brazos para apartarse a un lado, y siguió corriendo. Más allá empezaba un bosque, corto, y si no se equivocaba al otro lado estaba el Valle del Fin. Allí habría bastante sitio para esconderse, o eso creía él.