7/05/2017, 21:56
Por suerte —para ellos— Daruu paró, no de la mejor forma, pensó la joven; pero pudo ver en la lejanía que Akame estaba cerca de él.
Atinó a escuchar lo último mientras recuperaba el aliento. Jadeaba mientras la lluvia caía sobre ella, y sus ojos claros se posaron en la figura que se encontraba ahí, odiándoles en aquel momento.
Y dolía.
Cada palabra que soltaba por su boca era como el veneno de una serpiente recorriendo su interior, envenenándola poco a poco, y un dolor, como el del miles de senbon clavándose en su corazón, invadió su pecho. Pero tenía razón, no había obrado bien sobre alguien que salvó su vida, y ese dolor, ese veneno, se los tenía merecido, eso y mil cosas más pues lo que había hecho al pobre amenio.
Pero cuando quiso decirle que no tuvo opción de elegir y que por mucho que evitase hacerle daño y por ello había recibido ella una cachetada, él ya había actuado lanzando un chorro de algo que parecía agua viscosa. Eri lo vio en el último momento, y con suerte logró esquivarlo saltando hacia un lado mientras volvía a ver al chico del cabello despeinado largarse ante sus ojos.
Cerró los puños y frunció los labios para volver a su tarea.
— ¡Tienes razón, Daruu-san! — Exclamaba mientras corría. — ¡Pero por favor, déjanos explicarnos! ¡Prometo que no te haremos nada! ¡Te doy mi palabra de kunoichi! — Desesperada por no saber qué narices hacer para que la huida cesara.
«Pero tiene razón.»
Atinó a escuchar lo último mientras recuperaba el aliento. Jadeaba mientras la lluvia caía sobre ella, y sus ojos claros se posaron en la figura que se encontraba ahí, odiándoles en aquel momento.
Y dolía.
Cada palabra que soltaba por su boca era como el veneno de una serpiente recorriendo su interior, envenenándola poco a poco, y un dolor, como el del miles de senbon clavándose en su corazón, invadió su pecho. Pero tenía razón, no había obrado bien sobre alguien que salvó su vida, y ese dolor, ese veneno, se los tenía merecido, eso y mil cosas más pues lo que había hecho al pobre amenio.
Pero cuando quiso decirle que no tuvo opción de elegir y que por mucho que evitase hacerle daño y por ello había recibido ella una cachetada, él ya había actuado lanzando un chorro de algo que parecía agua viscosa. Eri lo vio en el último momento, y con suerte logró esquivarlo saltando hacia un lado mientras volvía a ver al chico del cabello despeinado largarse ante sus ojos.
Cerró los puños y frunció los labios para volver a su tarea.
— ¡Tienes razón, Daruu-san! — Exclamaba mientras corría. — ¡Pero por favor, déjanos explicarnos! ¡Prometo que no te haremos nada! ¡Te doy mi palabra de kunoichi! — Desesperada por no saber qué narices hacer para que la huida cesara.
«Pero tiene razón.»