7/05/2017, 22:29
Akame trató de escalar la valla como pudo, aferrándose a la madera hasta que se le clavaron astillas en las manos. Luego recordó que era ninja, de modo que intentó concentrar chakra en las suelas de sus pies para ayudarse. Lo consiguió —a medias— y finalmente fue capaz de propulsarse por encima de la valla hasta el otro lado. Hasta la calle, la liberación.
¡PAM!
El golpetazo que dio su espalda contra los adoquines de la acera le dejó completamente aturdido y desubicado. Ni siquiera se dio cuenta de que, al otro lado de la valla, Haskoz estaba teniendo verdaderos problemas para escapar. De fondo, los gritos del hombre que les increpaba, llamándoles niñatos, vándalos, borrachuzos —cuando encontró la botella casi vacía— y otras lindezas.
Al final el Uchiha consiguió ponerse en pie y echar a correr. O, más bien, a trotar de forma tan torpe que creyó que se iba a caer otra vez. Sintió que alguien le agarraba y, asustado, no tardó en voltearse y ver que era su compadre. Así corrieron los dos, Haskoz riendo, Akame tosiendo por el esfuerzo y carcajeándose luego también, por las calles de la Aldea.
Cuando el de la melena blanca se detuvo, el moreno le imitó. Akame se dejó caer sin miramientos sobre la calzada, con la espalda apoyada en la pared de un edificio y el corazón a punto de salírsele por la boca. Sintió unas naúseas tremendas, pero se contuvo de vomitar.
—Jo... Joder... Eso ha sido... Ha sido... —balbuceó, algo más despejado—. ¡La ostia! —exclamó finalmente, alzando un puño victorioso.
Trató de ponerse en pie, y tras varios intentos lo consiguió. Todavía apoyado en la blanca pared, trató de ubicarse.
—Eh, oye... Oye... ¿Vamos a casa de Eri-san, o no?
¡PAM!
El golpetazo que dio su espalda contra los adoquines de la acera le dejó completamente aturdido y desubicado. Ni siquiera se dio cuenta de que, al otro lado de la valla, Haskoz estaba teniendo verdaderos problemas para escapar. De fondo, los gritos del hombre que les increpaba, llamándoles niñatos, vándalos, borrachuzos —cuando encontró la botella casi vacía— y otras lindezas.
Al final el Uchiha consiguió ponerse en pie y echar a correr. O, más bien, a trotar de forma tan torpe que creyó que se iba a caer otra vez. Sintió que alguien le agarraba y, asustado, no tardó en voltearse y ver que era su compadre. Así corrieron los dos, Haskoz riendo, Akame tosiendo por el esfuerzo y carcajeándose luego también, por las calles de la Aldea.
Cuando el de la melena blanca se detuvo, el moreno le imitó. Akame se dejó caer sin miramientos sobre la calzada, con la espalda apoyada en la pared de un edificio y el corazón a punto de salírsele por la boca. Sintió unas naúseas tremendas, pero se contuvo de vomitar.
—Jo... Joder... Eso ha sido... Ha sido... —balbuceó, algo más despejado—. ¡La ostia! —exclamó finalmente, alzando un puño victorioso.
Trató de ponerse en pie, y tras varios intentos lo consiguió. Todavía apoyado en la blanca pared, trató de ubicarse.
—Eh, oye... Oye... ¿Vamos a casa de Eri-san, o no?