8/05/2017, 13:49
(Última modificación: 8/05/2017, 13:50 por Uzumaki Eri.)
Y Akame salió a escena, pero no de ninguna de las maneras en las que Eri estaba pensando, es más; aquella ni si quiera había ocupado parte de su cabeza, era una opción inexistente.
Pero estaba ahí.
Akame acababa de vomitar dentro de su habitación.
Su cabeza estaba en blanco: ella, la chica que no perdía los estribos y que siempre era amable con todo el mundo, fuese quien fuera; siempre con una sonrisa adornando su rostro. Ella, tan comprensiva con las personas y defensora de aquellos que no podían defenderse.
Así que, respiró, tomó aire y se serenó. Su rostro se adornó con una sonrisa más falsa que un ryo de plástico y alegó con voz viperina.
— Si veníais a vomitar unas cuantas palabras hacia mí, Haskoz-kun, Akame-kun; solo teníais que decirlo. — Estaba cansada, muy cansada, y no tenía ganas de aguantar tales modales. — Así que por favor, Haskoz-kun, saca el sucio trasero de Akame-kun de mi ahora maloliente habitación, y espero que cuando regrese de buscar la fregona, los dos hayáis desaparecido a dormir la mona.
Prácticamente se obligó a si misma a moverse de allí, aun asqueada por el olor y la viscosidad que aquel charco desprendía. Miró por última vez a Haskoz, esta vez con una cara fingiendo inocencia.
— Buenas noches.
Y desapareció por la puerta, esperando por todos los dioses a los que alguna vez había rezado que ambos Uchiha hubiesen volado de su cuarto y dejasen que el delicioso aroma que Akame había dejado se fuese por donde su dueño había venido.
Pero estaba ahí.
Akame acababa de vomitar dentro de su habitación.
Su cabeza estaba en blanco: ella, la chica que no perdía los estribos y que siempre era amable con todo el mundo, fuese quien fuera; siempre con una sonrisa adornando su rostro. Ella, tan comprensiva con las personas y defensora de aquellos que no podían defenderse.
Así que, respiró, tomó aire y se serenó. Su rostro se adornó con una sonrisa más falsa que un ryo de plástico y alegó con voz viperina.
— Si veníais a vomitar unas cuantas palabras hacia mí, Haskoz-kun, Akame-kun; solo teníais que decirlo. — Estaba cansada, muy cansada, y no tenía ganas de aguantar tales modales. — Así que por favor, Haskoz-kun, saca el sucio trasero de Akame-kun de mi ahora maloliente habitación, y espero que cuando regrese de buscar la fregona, los dos hayáis desaparecido a dormir la mona.
Prácticamente se obligó a si misma a moverse de allí, aun asqueada por el olor y la viscosidad que aquel charco desprendía. Miró por última vez a Haskoz, esta vez con una cara fingiendo inocencia.
— Buenas noches.
Y desapareció por la puerta, esperando por todos los dioses a los que alguna vez había rezado que ambos Uchiha hubiesen volado de su cuarto y dejasen que el delicioso aroma que Akame había dejado se fuese por donde su dueño había venido.