8/05/2017, 16:09
Siguiendo las órdenes del Uchiha, los porteadores de grandes músculos juntaron ambas literas cercanas en lo que vendría a ser su nueva retaguardia. Formaron un pesado muro que si bien conseguía protegerlos de una posible envoltura, también les dificultaría el retroceso si es que necesitaban hacerlo, la situación les obligaba a hacer frente a sus enemigos.
Los cuatro soldados que restaban en su equipo se dispusieron a colocarse frente a él, pero Akame les ordeno que se hicieran a un lado y se distribuyeran en los flancos. Así lo hicieron, recibiendo el apoyo de los porteadores que con su fuerza les ayudaban a mantener una posición estable mientras blandían sus lanzas. El de cabello azabache se adelanto al grupo, y luego de una serie de sellos, expelió desde su ser una enorme llamarada cual aliento de dragón que envolvió a la vanguardia enemiga y cuyo calor se alcanzaba a sentir desde la distancia. Sin embargo, solo alcanzo a tres soldados de arcilla que la recibieron sin inmutarse, pero viéndose gravemente dañados y ralentizados, lo suficiente para acabar con ellos con facilidad.
Por su parte, la Sakamoto se reincorporo velozmente para defender su flanco y su vida. Desplego varias Wakizashis a su alrededor y se hizo fuerte en su postura de combate. Cuando uno de los enemigos se acerco hasta ella, la joven impacto una de las espadas clavadas en el suelo con la que sostenía, provocando que la primera saliese disparada como una esquirla mortal. El clon de arcilla recibió el impacto, y el arma se llevo un brazo y parte de su vientre, de una manera que habría despedazado a una persona normal, dejándole tambaleándose y a un simple golpe de caer vencido.
El arquero del grupo se dispuso a terminar el trabajo de la rubia con una flecha bien colocada. Sin embargo, al momento de aclarar las posiciones Akame no había tomado en cuenta que el pobre soldado iba a caballo y que no podía estarse quieto en los flancos como los otros, por lo que una lanza enemiga lo encontró fuera de posición, dándole en el tórax y derribándolo de su montura, quedando herido con necesidad de ser socorrido.
Después de observarles por un rato, los ojos carmesíes del Uchiha podrían notar algo bastante curioso: Los clones solo reaccionaban adecuadamente a los movimientos más comunes, pues los más complejos los dejaban perplejos. Además de que tenían un patrón de ataque compuesto por poco más de cinco movimientos simples. Aquello podría brindarle una buena ventaja estratégica… si la aprovechaba bien, claro está.
El chico azulado ayudo a Kōtetsu a incorporarse rápidamente, pero no hubo momento ni oportunidad alguna para agradecer como debiese de hacerse.
Un grupo de soldados terroso se dirigían hacia ellos, apiñados en una formación cerrada que parecía destinada a hacerlos resistentes contra los ninjutsu. Viendo la diferencia numérica y las pocas posibilidades que había para salir victorioso, Kaido arrojo al aire un discurso torpe y mordaz sobre lo que debían hacer. El Hakagurē sonrió, pues si bien su hablar era poco convincente, estaba cargado de una cruda verdad que nadie podría ignorar.
—Eso fue inspirador —dijo, con tono de gracia y sarcasmo, mientras se colocaba a su lado, hombro con hombro—. Oye, Kaido-san, ¿quieres apostar sobre quien acaba con mas enemigos?
Parecía una locura, demostraba ser una demencia, pero si, el joven espadachín se encontraba embargado por una serena, pero evidente excitación. Sabía que las batallas eran terribles y que la gente moría en ellas, pero su herencia guerrera se apoderaba de su sangre en aquellas ocasiones. Y para un Hakagurē, morir peleando es algo lleno de honor y gloria, por lo que su mente no se preocupaba por el cruel destino sino por el arduo camino de la lucha.
“¿Entonces no te importa morir?” susurro Bohimei, en lo profundo de su ser.
—Si me importa, pero está en mi naturaleza poner a prueba mis capacidades de supervivencia —murmullo él.
El joven observo sus fuerzas y trato de pensar en que podía hacer, recordando la batalla que se llevo a cabo en Odayaka. Solo tenían seis soldados, ocho porteadores y ningúna unidad a caballo. Por un instante no pudo evitar pensar que aquellos hombres musculosos como bueyes resultaban inútiles en una batalla real.
—Sí, son como bueyes… —se dijo a sí mismo, en voz alta—. Tengo una idea, Kaido-san. Esto podría darnos la victoria si funciona, pero si no lo hace y muero, quiero que sepas algo...: Si hubiésemos peleado, te hubiese pateado el trasero.
Y con una sonrisa se alejo hacia donde estaban los porteadores. Les ordeno que entre todos sostuvieran su litera de modo horizontal y que a la cuenta de tres marcharan hacia adelante con todas sus fuerza. El joven planeaba la locura de utilizarles como una especie de ariete, lo cual tenía algo de genialidad, pues con lo corpulento de aquellos ocho sujetos ni siquiera un muro de piedra podría soportar tal embestida. Aquello debería poder conseguir dispersar las tropas enemigas, dejándolo a él en medio del caos de las filas contrarias, pues los componentes de la improvisada maquina de asedio no podían quedarse a luchar. Su única esperanza era que Kaido dirigiese al resto de soldados en una heroica carga que atrapara a los enemigos derribados y fuera de lugar, y que eso le salvara el pellejo.
El joven se subió en la litera y, con un grito helado y la espada en alto, encabezo el casi suicida ataque:
—Adelante, marchen con todo y no se detengan hasta alcanzar la victoria.
El acompañante de Kaido se mostraba impávido ante tal acometida, demostrando la experiencia de un guerrero consumado. Alguien que en numerosas ocasiones se habría de haber enfrentado a desventajas numéricas que harían que aquella batalla pareciese un chiste, y que ha de haber estado tantas veces cerca de la muerte que ya la consideraba como una vieja amiga.
Naomi escucho las palabras del anciano y supo que hablaba con rotunda razón, pero aquello no hacía que fuese más fácil lo que estaba proponiendo. Al igual que él, ella estaba al pendiente de cómo se desarrollaba el combate de su señor. Y no pudo evitar sentir que el corazón le daba un vuelco cuando lo vio cabalgando un enorme ariete humano en contra de una multitud de arcilla.
—Puedo localizar al culpable con una técnica de sensor, pero necesito estar concentrada durante un tiempo —contesto, mientras abatía a dos de los enemigos.
Por supuesto, ella bien podía exigirles a quienes la acompañaban que la protegieran mientras se quedaba estática, sondeando los alrededores, pero no tenía el corazón como para sacrificar a alguien más en su lugar. Además de que eran demasiado para que incluso las fuerza del grupo de ella y de Yarou pudiesen mantenerlos al margen el tiempo suficiente. Dada las circunstancias de le hacia mas facil el tratar de defender a quienes le acompañaban... Aunque encontrar al ninja debia de ser un prioridad.
La unidad de Maki se estaba defendiendo mejor de lo que hubiese podido esperarse, pues la inusual técnica de la muchacha estaba mas allá del simple nivel de compresión de aquellos clones. Por lo que estos no encontraban como reaccionar ante tan elegante y filoso ataque que emulaba la ferocidad y agilidad del avispón. Un corte aquí y otro allá, y con la ayuda de los soldados los enemigos comenzaban a caer.
Pero la joven no podía confiarse, pues uno de sus flancos estaba siendo arrinconado rápidamente, y si la batalla se volvía del tipo choque frente a frente, puede que no tuviera la posibilidad de seguir blandiendo aquel estilo.
Por su parte, Yosehara se encontraba rodeado y en una desventaja numérica que hacia preocupante su estado de aislamiento total. Sin embargo, no se sintió para nada amedrentado, pues aunque fuesen diez contra uno, se sabía fuerte y experimentado. Tenía plena confianza en su lanza que arremetía con el poder del dragón y con la ferocidad del tigre.
Un golpe con el asta de su arma y derribaba a uno de los clones. A otro lo empalaba alzándolo por los aires, y a alguno que llegase a atacarle cuando no podía blandirla lo tomaba por el cuello con sus fuertes manos y lo arrojaba contra el resto como si fuese un costal. En dado momento mantenía a uno ensartado, y otro fue atacarle por la retaguardia, pero Jokei utilizo al que ya tenía como si fuera un martillo y lo estrello contra el agresor, creando una lluvia de fragmentos de arcilla.
Si, aquel hombre se veía tosco y salvaje, enorme y fuerte como un bruto gorila, y lo mejor de todo era que luchaba haciendo gala de esos mismos atributos.
Los cuatro soldados que restaban en su equipo se dispusieron a colocarse frente a él, pero Akame les ordeno que se hicieran a un lado y se distribuyeran en los flancos. Así lo hicieron, recibiendo el apoyo de los porteadores que con su fuerza les ayudaban a mantener una posición estable mientras blandían sus lanzas. El de cabello azabache se adelanto al grupo, y luego de una serie de sellos, expelió desde su ser una enorme llamarada cual aliento de dragón que envolvió a la vanguardia enemiga y cuyo calor se alcanzaba a sentir desde la distancia. Sin embargo, solo alcanzo a tres soldados de arcilla que la recibieron sin inmutarse, pero viéndose gravemente dañados y ralentizados, lo suficiente para acabar con ellos con facilidad.
Por su parte, la Sakamoto se reincorporo velozmente para defender su flanco y su vida. Desplego varias Wakizashis a su alrededor y se hizo fuerte en su postura de combate. Cuando uno de los enemigos se acerco hasta ella, la joven impacto una de las espadas clavadas en el suelo con la que sostenía, provocando que la primera saliese disparada como una esquirla mortal. El clon de arcilla recibió el impacto, y el arma se llevo un brazo y parte de su vientre, de una manera que habría despedazado a una persona normal, dejándole tambaleándose y a un simple golpe de caer vencido.
El arquero del grupo se dispuso a terminar el trabajo de la rubia con una flecha bien colocada. Sin embargo, al momento de aclarar las posiciones Akame no había tomado en cuenta que el pobre soldado iba a caballo y que no podía estarse quieto en los flancos como los otros, por lo que una lanza enemiga lo encontró fuera de posición, dándole en el tórax y derribándolo de su montura, quedando herido con necesidad de ser socorrido.
Después de observarles por un rato, los ojos carmesíes del Uchiha podrían notar algo bastante curioso: Los clones solo reaccionaban adecuadamente a los movimientos más comunes, pues los más complejos los dejaban perplejos. Además de que tenían un patrón de ataque compuesto por poco más de cinco movimientos simples. Aquello podría brindarle una buena ventaja estratégica… si la aprovechaba bien, claro está.
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El chico azulado ayudo a Kōtetsu a incorporarse rápidamente, pero no hubo momento ni oportunidad alguna para agradecer como debiese de hacerse.
Un grupo de soldados terroso se dirigían hacia ellos, apiñados en una formación cerrada que parecía destinada a hacerlos resistentes contra los ninjutsu. Viendo la diferencia numérica y las pocas posibilidades que había para salir victorioso, Kaido arrojo al aire un discurso torpe y mordaz sobre lo que debían hacer. El Hakagurē sonrió, pues si bien su hablar era poco convincente, estaba cargado de una cruda verdad que nadie podría ignorar.
—Eso fue inspirador —dijo, con tono de gracia y sarcasmo, mientras se colocaba a su lado, hombro con hombro—. Oye, Kaido-san, ¿quieres apostar sobre quien acaba con mas enemigos?
Parecía una locura, demostraba ser una demencia, pero si, el joven espadachín se encontraba embargado por una serena, pero evidente excitación. Sabía que las batallas eran terribles y que la gente moría en ellas, pero su herencia guerrera se apoderaba de su sangre en aquellas ocasiones. Y para un Hakagurē, morir peleando es algo lleno de honor y gloria, por lo que su mente no se preocupaba por el cruel destino sino por el arduo camino de la lucha.
“¿Entonces no te importa morir?” susurro Bohimei, en lo profundo de su ser.
—Si me importa, pero está en mi naturaleza poner a prueba mis capacidades de supervivencia —murmullo él.
El joven observo sus fuerzas y trato de pensar en que podía hacer, recordando la batalla que se llevo a cabo en Odayaka. Solo tenían seis soldados, ocho porteadores y ningúna unidad a caballo. Por un instante no pudo evitar pensar que aquellos hombres musculosos como bueyes resultaban inútiles en una batalla real.
—Sí, son como bueyes… —se dijo a sí mismo, en voz alta—. Tengo una idea, Kaido-san. Esto podría darnos la victoria si funciona, pero si no lo hace y muero, quiero que sepas algo...: Si hubiésemos peleado, te hubiese pateado el trasero.
Y con una sonrisa se alejo hacia donde estaban los porteadores. Les ordeno que entre todos sostuvieran su litera de modo horizontal y que a la cuenta de tres marcharan hacia adelante con todas sus fuerza. El joven planeaba la locura de utilizarles como una especie de ariete, lo cual tenía algo de genialidad, pues con lo corpulento de aquellos ocho sujetos ni siquiera un muro de piedra podría soportar tal embestida. Aquello debería poder conseguir dispersar las tropas enemigas, dejándolo a él en medio del caos de las filas contrarias, pues los componentes de la improvisada maquina de asedio no podían quedarse a luchar. Su única esperanza era que Kaido dirigiese al resto de soldados en una heroica carga que atrapara a los enemigos derribados y fuera de lugar, y que eso le salvara el pellejo.
El joven se subió en la litera y, con un grito helado y la espada en alto, encabezo el casi suicida ataque:
—Adelante, marchen con todo y no se detengan hasta alcanzar la victoria.
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El acompañante de Kaido se mostraba impávido ante tal acometida, demostrando la experiencia de un guerrero consumado. Alguien que en numerosas ocasiones se habría de haber enfrentado a desventajas numéricas que harían que aquella batalla pareciese un chiste, y que ha de haber estado tantas veces cerca de la muerte que ya la consideraba como una vieja amiga.
Naomi escucho las palabras del anciano y supo que hablaba con rotunda razón, pero aquello no hacía que fuese más fácil lo que estaba proponiendo. Al igual que él, ella estaba al pendiente de cómo se desarrollaba el combate de su señor. Y no pudo evitar sentir que el corazón le daba un vuelco cuando lo vio cabalgando un enorme ariete humano en contra de una multitud de arcilla.
—Puedo localizar al culpable con una técnica de sensor, pero necesito estar concentrada durante un tiempo —contesto, mientras abatía a dos de los enemigos.
Por supuesto, ella bien podía exigirles a quienes la acompañaban que la protegieran mientras se quedaba estática, sondeando los alrededores, pero no tenía el corazón como para sacrificar a alguien más en su lugar. Además de que eran demasiado para que incluso las fuerza del grupo de ella y de Yarou pudiesen mantenerlos al margen el tiempo suficiente. Dada las circunstancias de le hacia mas facil el tratar de defender a quienes le acompañaban... Aunque encontrar al ninja debia de ser un prioridad.
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La unidad de Maki se estaba defendiendo mejor de lo que hubiese podido esperarse, pues la inusual técnica de la muchacha estaba mas allá del simple nivel de compresión de aquellos clones. Por lo que estos no encontraban como reaccionar ante tan elegante y filoso ataque que emulaba la ferocidad y agilidad del avispón. Un corte aquí y otro allá, y con la ayuda de los soldados los enemigos comenzaban a caer.
Pero la joven no podía confiarse, pues uno de sus flancos estaba siendo arrinconado rápidamente, y si la batalla se volvía del tipo choque frente a frente, puede que no tuviera la posibilidad de seguir blandiendo aquel estilo.
Por su parte, Yosehara se encontraba rodeado y en una desventaja numérica que hacia preocupante su estado de aislamiento total. Sin embargo, no se sintió para nada amedrentado, pues aunque fuesen diez contra uno, se sabía fuerte y experimentado. Tenía plena confianza en su lanza que arremetía con el poder del dragón y con la ferocidad del tigre.
Un golpe con el asta de su arma y derribaba a uno de los clones. A otro lo empalaba alzándolo por los aires, y a alguno que llegase a atacarle cuando no podía blandirla lo tomaba por el cuello con sus fuertes manos y lo arrojaba contra el resto como si fuese un costal. En dado momento mantenía a uno ensartado, y otro fue atacarle por la retaguardia, pero Jokei utilizo al que ya tenía como si fuera un martillo y lo estrello contra el agresor, creando una lluvia de fragmentos de arcilla.
Si, aquel hombre se veía tosco y salvaje, enorme y fuerte como un bruto gorila, y lo mejor de todo era que luchaba haciendo gala de esos mismos atributos.