8/05/2017, 19:14
(Última modificación: 29/07/2017, 02:04 por Amedama Daruu.)
—¡Daruu-san, por favor, no huyas —dijo Eri, que acababa de entrar de nuevo en escena. Daruu gruñó, por lo bajo. ¿Tan fácil creían que le iban a engatusar?— ¿Crees que si de verdad estuviésemos buscándote para matarte, ya lo habríamos hecho? ¡Te has tropezado dos veces!
Se apoyó en el suelo embarrado con ambas manos, y empujó. Los brazos le temblaban, la cabeza todavía le daba vueltas por el golpe, pero tenía que estar preparado para... para lo que sea. Apretó los dientes e hizo un esfuerzo, hasta que consiguió clavar la rodilla. Eri seguía a sus espaldas. Lo que decía tenía sentido, pero Daruu seguía temiendo que en cualquier momento pudieran traicionarle. De nuevo.
»Y en ambas hemos parado y hemos intentado dialogar contigo y escucharte, por favor, escúchanos a nosotros... ¡Lo que hicimos estuvo muy mal! Pero, ¿qué podíamos hacer? ¡Seguíamos órdenes de un superior! ¿Acaso tu no hubieras hecho lo mismo? Intenté frenarlo, fallé todos mis intentos, ¡porque no quería hacerlo!
Se reincorporó un poco más. Plantó un pie en tierra, la otra rodilla flexionada. Resopló, confuso.
— No tuvimos elección, y por suerte tu supiste jugar tus cartas de la mejor forma posible. Hicimos lo que dijiste: se lo reportamos a un superior, y no a un superior cualquiera, Uzukage-sama nos escuchó, y nos pidió... —Eri hizo una pausa—. Que te buscásemos y pidiéramos perdón por nuestros actos y por los del chuunin, obramos de una forma pésima, y por eso ruego por tu perdón, lo siento mucho Daruu-san.
Se levantó, se dio la vuelta para mirarla, y entrecerró los ojos.
—¿Y me tengo que fiar de vuestra palabra y ya está? Bien podríais haber venido aquí para terminar el trabajo, siguiendo las órdenes de ese mismo superior, ¿no? Puede que tengas razón, puede que tuviérais que obedecer, sí, ¿pero qué me dice que no estéis haciendo eso ahora mismo? ¿Tendiéndome una bonita trampa para terminar el trabajo limpiamente?
Akame le lanzó con fuerza un pergamino a toda velocidad desde un punto en cuarenta y cinco grados a su espalda. Giró ligeramente el torso y atrapó el objeto al vuelo.
—El pergamino, sí, ya lo he visto antes. Tiene un sello lacrado. ¿Y qué? Podría tener una técnica sellada, otra trampa. ¿Qué garantías tengo? Ninguna.
Pero observó a Eri detenidamente. Observó el lenguaje corporal de su cuerpo, observó sus ojos. Y despegó el sello de lacre del pergamino.
—Está bien... ¡Pero no deis ni un paso más hasta que termine de leerlo! Os lo advierto. U os mandaré a la mierda y volveré a salir corriendo. O tendré que... mataros.
Tragó saliva. ¿Realmente sería capaz de poder con dos genin del Remolino él sólo? Era consciente de que era una bravuconada, pero, ¿qué otra opción tenía?
Se apoyó en el suelo embarrado con ambas manos, y empujó. Los brazos le temblaban, la cabeza todavía le daba vueltas por el golpe, pero tenía que estar preparado para... para lo que sea. Apretó los dientes e hizo un esfuerzo, hasta que consiguió clavar la rodilla. Eri seguía a sus espaldas. Lo que decía tenía sentido, pero Daruu seguía temiendo que en cualquier momento pudieran traicionarle. De nuevo.
»Y en ambas hemos parado y hemos intentado dialogar contigo y escucharte, por favor, escúchanos a nosotros... ¡Lo que hicimos estuvo muy mal! Pero, ¿qué podíamos hacer? ¡Seguíamos órdenes de un superior! ¿Acaso tu no hubieras hecho lo mismo? Intenté frenarlo, fallé todos mis intentos, ¡porque no quería hacerlo!
Se reincorporó un poco más. Plantó un pie en tierra, la otra rodilla flexionada. Resopló, confuso.
— No tuvimos elección, y por suerte tu supiste jugar tus cartas de la mejor forma posible. Hicimos lo que dijiste: se lo reportamos a un superior, y no a un superior cualquiera, Uzukage-sama nos escuchó, y nos pidió... —Eri hizo una pausa—. Que te buscásemos y pidiéramos perdón por nuestros actos y por los del chuunin, obramos de una forma pésima, y por eso ruego por tu perdón, lo siento mucho Daruu-san.
Se levantó, se dio la vuelta para mirarla, y entrecerró los ojos.
—¿Y me tengo que fiar de vuestra palabra y ya está? Bien podríais haber venido aquí para terminar el trabajo, siguiendo las órdenes de ese mismo superior, ¿no? Puede que tengas razón, puede que tuviérais que obedecer, sí, ¿pero qué me dice que no estéis haciendo eso ahora mismo? ¿Tendiéndome una bonita trampa para terminar el trabajo limpiamente?
Akame le lanzó con fuerza un pergamino a toda velocidad desde un punto en cuarenta y cinco grados a su espalda. Giró ligeramente el torso y atrapó el objeto al vuelo.
—El pergamino, sí, ya lo he visto antes. Tiene un sello lacrado. ¿Y qué? Podría tener una técnica sellada, otra trampa. ¿Qué garantías tengo? Ninguna.
Pero observó a Eri detenidamente. Observó el lenguaje corporal de su cuerpo, observó sus ojos. Y despegó el sello de lacre del pergamino.
—Está bien... ¡Pero no deis ni un paso más hasta que termine de leerlo! Os lo advierto. U os mandaré a la mierda y volveré a salir corriendo. O tendré que... mataros.
Tragó saliva. ¿Realmente sería capaz de poder con dos genin del Remolino él sólo? Era consciente de que era una bravuconada, pero, ¿qué otra opción tenía?