9/05/2017, 21:50
(Última modificación: 9/05/2017, 22:03 por Uchiha Datsue.)
Quién me mandaría a mí dejarme engatusar… A Datsue le habían hecho la trece catorce. La trece catorce era una expresión nacida en Los Herreros, según tenía entendido, pues era una broma muy habitual que los herreros de aquel pueblo solían gastar a los novatos aprendices, antes de que la expresión se extendiese. El jefe pedía al aprendiz la llave 13-14, y el taller entero estallaba en carcajadas cuando el pobre novato, tras horas y horas de búsqueda infructuosa, se rendía por no encontrarla. Y es que la llave 13-14 no existía. Estaba la 12-13, e incluso la 14-15, pero por alguna razón que Datsue no conocía ni le interesaba conocer, no aquella.
Y a él le habían hecho la trece catorce. Tras su misión, había convencido a Akame para que le diese una oportunidad a la famosa tienda de su socio. O eso había creído, tras prometerle acero fraguado con el fuego de Amateratsu a precio de escándalo y mil y una triquiñuela de comerciante más. Pero entonces oyeron el rumor de que el famoso Rokuro Hei iba a dar un gran espectáculo aquella noche…
… y allí estaban.
—Vamos —musitó Akame, apremiándole.
Datsue emitió un suspiro similar al bostezo. No le apetecía. Prefería estar tumbado en la cama, leyendo algún libro o planificando su próxima aventura empresarial. Pero, ¿qué podía hacer? Akame era un potencial cliente. Ningún comerciante que se preciase podía dejarle escapar.
Siguió a Akame escaleras arriba, ataviado con un kimono blanco con ribetes dorados, un anillo de oro con un rubí incrustado y un pendiente de diamante en su oreja derecha —en sustitución de su habitual aro negro—. Todo ello producto del chakra, por supuesto. Más desearía él tener el dinero suficiente para poseer todo aquello. También se había peinado para la ocasión, con sus habituales trenzas a cada lado, y había sellado las armas de su portaobjetos a lo largo de su antebrazo, dejando aquel pequeño pero molesto bolso en casa.
Cuando le llegó el turno de ser analizado por los porteros, él les devolvió la mirada, ceñudo, como si el solo hecho de que un plebeyo analizase su condición social le pareciese un insulto. Ahora que lo pensaba, no le costaba nada en absoluto meterse en la piel de un niñato adinerado… Pero que nada nada en absoluto...
Y a él le habían hecho la trece catorce. Tras su misión, había convencido a Akame para que le diese una oportunidad a la famosa tienda de su socio. O eso había creído, tras prometerle acero fraguado con el fuego de Amateratsu a precio de escándalo y mil y una triquiñuela de comerciante más. Pero entonces oyeron el rumor de que el famoso Rokuro Hei iba a dar un gran espectáculo aquella noche…
… y allí estaban.
—Vamos —musitó Akame, apremiándole.
Datsue emitió un suspiro similar al bostezo. No le apetecía. Prefería estar tumbado en la cama, leyendo algún libro o planificando su próxima aventura empresarial. Pero, ¿qué podía hacer? Akame era un potencial cliente. Ningún comerciante que se preciase podía dejarle escapar.
Siguió a Akame escaleras arriba, ataviado con un kimono blanco con ribetes dorados, un anillo de oro con un rubí incrustado y un pendiente de diamante en su oreja derecha —en sustitución de su habitual aro negro—. Todo ello producto del chakra, por supuesto. Más desearía él tener el dinero suficiente para poseer todo aquello. También se había peinado para la ocasión, con sus habituales trenzas a cada lado, y había sellado las armas de su portaobjetos a lo largo de su antebrazo, dejando aquel pequeño pero molesto bolso en casa.
Cuando le llegó el turno de ser analizado por los porteros, él les devolvió la mirada, ceñudo, como si el solo hecho de que un plebeyo analizase su condición social le pareciese un insulto. Ahora que lo pensaba, no le costaba nada en absoluto meterse en la piel de un niñato adinerado… Pero que nada nada en absoluto...
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado