9/05/2017, 21:53
La chica escuchó rumores sobre un músico realmente espléndido, un artista como pocos, que tocaba un singular instrumento —un Shamisen— de un color mas oscuro que la noche. La tarde en ese famoso baño termal con la chica de Kusagakure había sido muy, pero que muy productiva, y ahora solo le quedaba la intriga por poder escuchar una sola sinfonía de éste hombre llamado Hei.
Por suerte o desgracia, los rumores decían que tocaría en Yamiria en su corta gira por Oonindo, así como que sería para una clase social relativamente alta; quizás no para la mas alta de la urbe, pero tampoco lo sería para las chusma y la plebe. Así pues, la chica vistió sus mejores galas, y se aventuró hacia el país de la espiral en un carruaje. No es que fuese una chica millonaria, pero ciertamente había vivido sin gastar demasiado, y bastante tiempo si cabe decir. Ahora era el momento de disfrutar la vida, y nada ni nadie se lo impediría. No tenía miedo, ya había estado muerta en vida por demasiado tiempo.
Dejó su cabellera al natural, que, aunque no era demasiado larga, ciertamente tenía un toque único y personal. Se pintó los labios, de un tono rojo tan intenso que haría alarmar a un camaleón, con un borde negro, con tal de que éstos resaltasen aún mas si es que cabe. Delineó sus ojos, con negro, haciendo que su forma y mirada quedasen aún mas intensa. Incluso recurrió a un suave polvorete, que manchó sus mejillas en un coqueto tono rojizo leve. Vestía un kimono blanco de seda, con numerosas figuras negras con formas de calaveras decorando, sobre todo las mangas y la parte baja. El obi tomaba el mismo color de los detalles —negro— y se imponía con delicados detalles del tono inverso. En la pierna, a la altura del muslo, hizo con varios vendajes una zona de confort para su mas preciado bien, su retrato, así como también dejó una bomba de humo —por si acaso— puesto que una no deja de ser kunoichi por mas que se esfuerce. Dejaba atrás el resto de armas, pero tampoco es que la vida le pendiese en ello. Por zapatos, llevaba unas sandalias tradicionales de madera, con unos lazos blancos para sostenerse al pie. Cabe destacar que la chica le recortó medida al kimono por debajo, con tal de lucir un poco las piernas hasta la altura de quizás un poco mas de la rodilla.
Al fin, el carruaje llegó a Yamiria. La chica terminó bajando a pocas calles del local al que debía acudir, el Salón de Té Honimusha.
—Muchas gracias por traerme. —gratificó la pelirroja al cochero. —Es la primera vez que estoy aquí... ¿sabe donde queda el local?
—Claro, señorita. Solo tiene que tomar ésta calle hacia allá... —señaló el hombre. —y a la tercera bocacalle a la izquierda. Allí lo verá a mano derecha.
La chica hizo una leve reverencia, para el conductor. —Muchas gracias de nuevo.
—No hay de qué, guapa.
¡PLASH!
Los latigazos anunciaron la huida del carruaje, a manos del cochero. Sin mas, la chica puso rumbo hacia el local donde tocaría Hei. Sin pausa pero sin prisas, recortó camino, siguiendo el itinerario que le había facilitado. Continuó por la calle señalada, hasta la tercera calle que cruzaba, en la cuál giró a la izquierda. Allí, pudo observar un local rigurosamente vigilado.
«Bueno... hora de ganarme mi invitación...
Jaló un poco de los pliegues del kimono, de la tela que cubría su pecho concretamente, anunciando bastante mas su imponente escote. Tomó aire, y prosiguió el camino con la mirada bien alta. Allí, no solo estaba el portero, si no que también habían algunas personas que intentaban entrar por todos los medios. Ante el paso de la pelirroja, la mayoría de miradas quedaron fijadas en ella. Realmente no era para menos, su presencia era notoria, y su escote... parecía una tarjeta de bienvenida.
—Buenas tardes. —Anunció al gentío.
Sin mas palabras que las necesarias, intentaría atravesar el umbral de la puerta. Si nadie se lo impedía, hasta que mejor.
![[Imagen: 2UsPzKd.gif]](http://i.imgur.com/2UsPzKd.gif)