10/05/2017, 01:04
Y entonces la vio, como un ángel caído del cielo, una luz en medio de una terrible tormenta. Ella era mucho más que una cara bonita, que un bonito cuerpo, que una dulce sonrisa… Ella era especial, en el buen sentido de la palabra. Distinta. Irradiaba una personalidad, un carisma, un escote...
… Datsue hubiese querido decir que había apartado la mirada tras darse cuenta de su grosería, pero lo cierto era que aquellas vistas atraían sus ojos como un imán, y era un imán muy grande...
—Mierda, Datsue-kun... ¿Qué hacemos ahora?
Una voz distorsionada llegó a su mente embotada. Alguien le hablaba, al otro lado del paraíso, del mundo de colores y sueños imposibles hechos realidad.
—Parece que es nuestro día de suerte.
—Ya lo creo que sí, compañero. Ya lo creo que… ¿Eh? —Datsue le observó, estupefacto. No, no se refería al ángel de cabellos de fuego que acababa de entrar en el amplio salón, sino a un… viejo. Viejo y medio calvo, para más inri.
Quiso volver a recuperar el contacto visual con su amada, su futura amante, pero entonces, como por arte de magia, ya no estaba.
—¡Akame! —exclamó, furioso, tras sus pasos. ¿Pero en qué demonios pensaba aquel chico? Suficiente había cedido ya con todo aquello. Al cuerno con que fuese un potencial cliente, ¡iba a cantarle las cuarenta!—. Pero, tío, ¿es que no viste…?
—Buenas noches, caballeros —les saludó el viejo, con una leve inclinación de cabeza—. Mi nombre es Ishigami Takuya, ¿cómo están?
El anillo de oro que portaba el hombre atrajo sus ojos como la miel al oso. Era un tipo de atracción distinta a la que acababa de sufrir instantes atrás, pero no por ello menos poderosa. Ahora que lo pensaba —y se insultó mentalmente por no haberlo pensado antes—, aquel podía ser el lugar ideal para hacer alguno de sus negocios… y negocios de los buenos.
—Yo soy Sakamoto Datsue. Un placer —se presentó, tras Akame.
Se sentó en uno de los cojines y entonces el corazón se le paró: la chica había vuelto a aparecer en escena, y les estaba mirando a… ellos.
A mí.
… Datsue hubiese querido decir que había apartado la mirada tras darse cuenta de su grosería, pero lo cierto era que aquellas vistas atraían sus ojos como un imán, y era un imán muy grande...
—Mierda, Datsue-kun... ¿Qué hacemos ahora?
Una voz distorsionada llegó a su mente embotada. Alguien le hablaba, al otro lado del paraíso, del mundo de colores y sueños imposibles hechos realidad.
—Parece que es nuestro día de suerte.
—Ya lo creo que sí, compañero. Ya lo creo que… ¿Eh? —Datsue le observó, estupefacto. No, no se refería al ángel de cabellos de fuego que acababa de entrar en el amplio salón, sino a un… viejo. Viejo y medio calvo, para más inri.
Quiso volver a recuperar el contacto visual con su amada, su futura amante, pero entonces, como por arte de magia, ya no estaba.
—¡Akame! —exclamó, furioso, tras sus pasos. ¿Pero en qué demonios pensaba aquel chico? Suficiente había cedido ya con todo aquello. Al cuerno con que fuese un potencial cliente, ¡iba a cantarle las cuarenta!—. Pero, tío, ¿es que no viste…?
—Buenas noches, caballeros —les saludó el viejo, con una leve inclinación de cabeza—. Mi nombre es Ishigami Takuya, ¿cómo están?
El anillo de oro que portaba el hombre atrajo sus ojos como la miel al oso. Era un tipo de atracción distinta a la que acababa de sufrir instantes atrás, pero no por ello menos poderosa. Ahora que lo pensaba —y se insultó mentalmente por no haberlo pensado antes—, aquel podía ser el lugar ideal para hacer alguno de sus negocios… y negocios de los buenos.
—Yo soy Sakamoto Datsue. Un placer —se presentó, tras Akame.
Se sentó en uno de los cojines y entonces el corazón se le paró: la chica había vuelto a aparecer en escena, y les estaba mirando a… ellos.
A mí.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado