10/05/2017, 23:28
Ambas unidades chocaron con fuerza abrumadora, y el joven de ojos grises, montando encima de la litera, pudo sentir como el mundo se estremecía. Los músculos se tensionaban y luchaban contra la pesadez de un ejército de arcilla. Por un instante, el avance y las sacudidas se detuvieron, pues ambas tropas se habían quedado enzarzadas en un combate de fuerza, cuales bueyes en duelo.
“Vamos… Esto tiene que funcionar.” se dijo a sí mismo, mientras que la pesada estructura bajo sus pies crujía y se astillaba.
De pronto, pudo ver como el resto de su unidad, dirigida por Kaido, se colocaba en los flancos, a la espera de que el equilibrio se rompiese a su favor. Quizás fuese porque la litera les impedía ver al enemigo, o porque este era mudo en su totalidad, pero lo cierto es que aquellos porteadores empujaban con una fuerza bestial y admirable. En un movimiento aparentemente inerte, el joven de Amegakure flanqueo las fuerza enemigas para atacarles: Desde su azulado ser, emitió una ola de agua salvaje de metro y medio de diámetro que avanzo hasta romper contra la línea de frente del enemigo. Algunos cayeron al suelo por la fuerza del liquido, pero de resto parecía no haber hecho meya alguna… hasta que la tierra comenzó a adsorber el agua, tal como le es natural.
“Es el momento, la verdadera batalla se acerca.” susurro su espada, con voz cautivadora.
“Lo sé, ya puedo sentirlo.” respondió él, con creciente emoción.
De pronto, algo cambio en los movimientos de los soldados de arcilla, comenzaron a moverse lenta y torpemente, como si llevasen una pesada armadura encima. La tierra de la que estaban compuestos tenía un delicado nivel de humedad, pues si contenían mucha agua se volverían lodosos, y si contenían muy poca, se volverían quebradizos. Al principio, casi nadie lo hubiese podido sospechar, pero luego de lo hecho por Kaido, se mostraba como la suposición más lógica, y por ello rebosante de genialidad. Con sus cuerpos sucumbiendo ante su propio peso, los dos clones que estaban de primeros cayeron al suelo, y el equilibrio de fuerzas se perdió, al igual que la batalla de las mismas.
—¡Ahora, vamos! —grito, y los porteadores avanzaron como una avalancha, aplastando al par de enemigos que yacían en el suelo.
El joven se dejo caer y rodo en medio de la tropa enemiga, mientras que su ariete humano les dispersaba, haciendo un camino para salir del fragor de la batalla por venir. Sintiéndose en un enfrentamiento de él solo contra el mundo, el espadachín afianzo su espada y se preparo para luchar en solitario… hasta que escucho aquel reconfortante grito:
—¡Ahora, ahora! matad a esos hijos de puta!
Los soldados dirigidos por el amegakureño se arrojaron a una salvaje embestida, blandiendo sus lanzas como un frente unificado y mortal. Atacaron cual feroz cardumen de tiburones, destrozando cuanto tenían por delante. Al enemigo de la primera línea, aquel que tenía sus movimientos restringidos, le fue imposible resistir la acometida. Comenzaron a caer y el Hakagurē se unió a la barbarie. Aprovecho la lentitud de un enemigo que planeaba partirle el cráneo con una maza, esquivo el ataque y con su sable lo atravesó de lado a lado, dejando un adversario menos con el cual batallar.
—¡Lanceros, repliéguense! —exclamo, viendo que aun quedaban enemigos con su movilidad intacta —¡Porteadores, manténganse en la retaguardia enemiga, y esperen a repetir la embestida anterior!
Los soldados obedecieron y retrocedieron, mientras que los musculosos hombres buey se quedaron detrás del enemigo que seguía avanzando, pues parecía que los desarmados no eran su prioridad. Kōtetsu se coloco al lado de Kaido, mientras veían como el enemigo seguía avanzando… Entendió que no podría usar el mismo truco de la misma forma, pero de igual manera solo le quedaba seguir peleando… situación que, de algún modo extraño, le provoco cierta satisfacción.
—Kaido-san —dijo, físicamente agitado pero conservando una actitud serena—. No sé qué has hecho que ha debilitado al enemigo, pero necesito que lo repitas cuando los tengamos encima, cuando te de la señal, comanda tu a los lanceros y luego… Bueno, luego tendremos que luchar como demonios para salir de esta.
El de ojos grises espero pacientemente, depositando toda su confianza en el joven azulado y esperando que este también confiase en él y volviese a utilizar su milagroso ninjutsu. El enemigo seguía avanzo inexorablemente, y él esperaba que fuese el momento de dar la señal. La tensión aumentaba a medida que la distancia se recortaba con pronta desesperación, mientras cargaba chakra en su arma. Entonces, justo cuando los tenían a poco más de un metro, cuando hasta ellos llegaba aquel olor terroso, solo entonces dio la señal:
—¡Ahora, Kaido! —vocifero con toda su voluntad—. ¡Porteadores, hacia mí, embistan!
Las estrellas metálicas del Uchiha acertaron en el blanco, pero aun así no fueron suficientes como para destruir a los clones. Sin embargo, estos yacían tan heridos que les era imposible caminar en línea recta o localizar a su enemigo, por lo que quedaron limitados a juntarse y a dar tumbos, tropezándose los unos contra los otros. Akame utilizo su prodigiosa vista para detectar una gran debilidad en la defensa de los clones, el que eran susceptibles en cuanto a reaccionar a movimientos complicados, debido a que no tenían las articulaciones necesarias para recrear la flexibilidad de un humano promedio. El joven de cabellos negros se enfrento contra los tres despojos de enemigos que se mantenían frente a él: Desenvaino un lujoso y letal sable, cuyo acero pronto comenzó a chisporrotear, emitiendo ascuas de un color carmesí tan intimidante como el de los antinaturales ojos de su portador. El arma se desprendió de sus manos y, como si tuviese voluntad propia, alzo el vuelo como un veloz y determinado halcón. El filo se estrello contra el rostro de uno de los clones, haciendo que se desintegrara al retirarse y volver a la mano que le esgrimía.
—¡Observadlos bien! ¡Sus movimientos son simples! —y, haciendo acopio de fuerzas, repitió la maniobra de lanzar y recoger su espada—. ¡Tratad de ver su patrón de ataque!
Los soldados aliados se quedaron boquiabiertos al ver como el segundo ataque consiguió llevarse con facilidad a los dos enemigos restantes. Para ellos era como ver un espectáculo de cetrería de un carácter místico y mortal.
Sin embargo, aquella demostración de fuerza y deducción, que había acabado con tres enemigos, no había sido suficiente para orientar a los guerreros. Después de todo, eran soldados, lo suyo no era comprender las estrategias sino acatarlas y cumplirlas. Por lo que, mientras no les dieran una firme orden de ataque, defensa o movimiento, no podrían hacer mucho por ellos o por el grupo. Por eso, un repentino asalto a bocajarro les tomo desprevenidos, provocando que entre sangre y gritos perdieran a uno de los soldados de a pie y a uno de los porteadores, perdidas que de continuar, comprometerían sus posibilidades de supervivencia.
Por su parte, Noemi no solo se encontraba luchando contra la arremetida de la tropa rival, pues también tenia que lidiar con la lastimadura que la caída de la litera le había causado en la pierna. Sabiendo que su movilidad yacía limitada, al igual que su alcance, se decanto por defender aquella posición con todas sus fuerzas, tomando una táctica bastante defensiva. La joven construyo una fortaleza imaginaria a su alrededor, siendo sus espadas la muralla y eligiendo a quienes serian la torres.
—¡Tomen mis espadas! —Les ordenó antes de lanzar una katana para cada uno y desenfundar otra más.
Al principio, los porteadores se mostraron confundidos ante la exigencia de que se armaran, pero la orden impero y obedecieron. Ambos sujetaron una wakizashi y se colocaron al lado de la Sakamoto, completando un corpulento muro de musculos y acero.
El primer clon en acercarse al improvisado baluarte fue despachado por dos rápidos golpes de la rubia. Viendo aquello, sus ahora guardianes se dedicaron a agitar sus armas con una torpeza un tanto vergonzosa, pero haciendo gala de una fuerza realmente intimidante. Y puede que fuese por sus años trabajando en cargar palanquines de forma coordinada, pero tenían una sincronización asombrosa. En lo que uno arrojaba un corte en vertical y retiraba la espada, el otro llegaba con un tajo horizontal que llenaba el espacio vacío. Tal táctica podía destruir a un enemigo con facilidad, como ocurrió con el segundo que se acerco y cuyos reflejos no le permitieron ni blandir el arma antes de que estuviese hecho pedazos.
Curiosamente, Maki había adoptado una táctica defensiva, tal como lo hiciese Noemi. Se mantenía en una frenética danza que iba causando daños pequeños pero constantes en el frente de las filas enemigas. Un daño, que con ayuda de un arquero, que había dejado parada a su montura y puesto en buena posición, le permitió acabar prontamente con dos enemigos.
—¡No ataquen primeros, dejen que ellos lo hagan! —exclamó con la esperanza de que todos los soldados escucharían al fin.
Y con aquella orden, los soldados entendieron que debían de mantener posiciones y arremeter contra los enemigos solo cuando estuvieran dentro del alcance de su ataque. Por suerte, o quizás avanzada estrategia, los soldados iban armados con lanzas, por lo que tenían un buen rango de acción. Claro, no era tan amplio como el de la ruda muchacha, pero aquello era más práctico: Ella los golpeaba y sacaba de equilibrio, de forma que los que se le escaparan al arquero encontraran su fin entre las afiladas y serpentinas puntas de las armas de los soldados.
Sin embargo, la valiente joven no podría continuar así por mucho tiempo. La sangre no paraba de emanar de su pierna herida y aquello, aunque los demás no lo notaran, le estaba comenzando a restar fuerzas. Si tan solo hubiese tenido un soporte, algo en lo cual pudiese apoyarse y moverse rápidamente. Claro, estaba la opción de montarse a espaldas de uno de los portadores, pues le sobraba fuerzas para ello, pero la posibilidad de coordinarse y de que le obedeciera correctamente era lejana. Tenía que buscar otra opción, quizás una opción cercana, una opción que el arquero hubiese dejado disponible, o bien podria provar suerte con algun porteador.
Yosehara también se encontraba en una situación similar, pues si bien estaba resistiendo de manera estoica, la fatiga comenzaba a hacerse presente. Aquel guerrero se mantenía firme, a pesar de que estaba sangrando por unas cuantas heridas. Su mirada seguía siendo feroz y espíritu aun ardía con violencia, pero el aliento ya le estaba faltando y el agarre de su lanza era cada vez más débil. Necesitaba hacer algo pronto si es quería salir con vida de aquel combate.
—Si esta aquí, le encontrare —respondió Naomi, mientras cerraba los ojos y juntaba las manos.
El acompañante de Kaido utilizo su experiencia para crear la formación defensiva más efectiva para su situación, ubicando a cada soldado en donde mejor oficio haría. A la tropa que se estaba acercando, arrojo un enorme charco de alguna sustancia viscosa que detuvo el avance de los enemigos, haciéndoles caer y dejándolos pegados al suelo. Sin embargo, la curiosa naturaleza de aquellos seres les proporciono una curiosa “ventaja”: Sus cuerpos arcillosos no tardaron mucho en absorber aquel pegajoso liquido, permitiéndoles reanudar su marcha nuevamente. Por otra parte, no tan ventajosa, sus masas ahora eran más pesadas y se movían con una lentitud que disminuía considerablemente sus capacidades combativas.
Aquel sujeto arrojos tres shurikens, que con la ayuda del arquero, lograron acabar con uno de los clones y dañar a dos más.
La Miyasaki extendió sus capacidades hasta donde le fue posible, sondeando las cercanías y analizando cada ser vivo que en ella estaba. Pero no encontró nada… Abrió sus brazos y, haciendo uso de más chakra, amplió la zona de búsqueda. Pero no encontró nada… Finalmente se sentó en el suelo, en postura de meditacion, y llevo sus capacidades al límite, analizando cada pequeño detalle y movimiento en cientos de metros a la redonda, penetrando con suficiente fuerza como para evadir casi cualquier tecnica de ocultamiento, pero de todas formas no encontró lo que buscaba. Sin embargo, hubo algo que si pudo apreciar al concentrar su sondeo en su área mas cercana:
—Estos no son simples clones —afirmo, levantándose con cara de profunda fatiga—, son muñecos compuestos de tierra y dotados con chakra. Están hechos para seguir determinadas instrucciones de manera autónoma, por lo que, pese a ser muy simples, no necesitan de alguien que los este manejando activamente.
»Por eso es que no puedo localizar a nadie en los alrededores, ni siquiera tienen una vinculación con algún chakra lejano… Es como si fuesen solo una trampa de cazador que se activa cuando la pisas.
De momento, parecía un motivo de alivio el que nadie estuviese esperando para atacarles cuando estuviesen débiles y cansados… Pero incluso con la poca experiencia que ella tenía, podía darse cuenta de aquel caso era mucho más preocupante a largo plazo. El pensamiento sobre qué clase de persona podría planear y realizar algo como aquello le provoco un profundo y sincero escalofrió de puro pavor.
“Vamos… Esto tiene que funcionar.” se dijo a sí mismo, mientras que la pesada estructura bajo sus pies crujía y se astillaba.
De pronto, pudo ver como el resto de su unidad, dirigida por Kaido, se colocaba en los flancos, a la espera de que el equilibrio se rompiese a su favor. Quizás fuese porque la litera les impedía ver al enemigo, o porque este era mudo en su totalidad, pero lo cierto es que aquellos porteadores empujaban con una fuerza bestial y admirable. En un movimiento aparentemente inerte, el joven de Amegakure flanqueo las fuerza enemigas para atacarles: Desde su azulado ser, emitió una ola de agua salvaje de metro y medio de diámetro que avanzo hasta romper contra la línea de frente del enemigo. Algunos cayeron al suelo por la fuerza del liquido, pero de resto parecía no haber hecho meya alguna… hasta que la tierra comenzó a adsorber el agua, tal como le es natural.
“Es el momento, la verdadera batalla se acerca.” susurro su espada, con voz cautivadora.
“Lo sé, ya puedo sentirlo.” respondió él, con creciente emoción.
De pronto, algo cambio en los movimientos de los soldados de arcilla, comenzaron a moverse lenta y torpemente, como si llevasen una pesada armadura encima. La tierra de la que estaban compuestos tenía un delicado nivel de humedad, pues si contenían mucha agua se volverían lodosos, y si contenían muy poca, se volverían quebradizos. Al principio, casi nadie lo hubiese podido sospechar, pero luego de lo hecho por Kaido, se mostraba como la suposición más lógica, y por ello rebosante de genialidad. Con sus cuerpos sucumbiendo ante su propio peso, los dos clones que estaban de primeros cayeron al suelo, y el equilibrio de fuerzas se perdió, al igual que la batalla de las mismas.
—¡Ahora, vamos! —grito, y los porteadores avanzaron como una avalancha, aplastando al par de enemigos que yacían en el suelo.
El joven se dejo caer y rodo en medio de la tropa enemiga, mientras que su ariete humano les dispersaba, haciendo un camino para salir del fragor de la batalla por venir. Sintiéndose en un enfrentamiento de él solo contra el mundo, el espadachín afianzo su espada y se preparo para luchar en solitario… hasta que escucho aquel reconfortante grito:
—¡Ahora, ahora! matad a esos hijos de puta!
Los soldados dirigidos por el amegakureño se arrojaron a una salvaje embestida, blandiendo sus lanzas como un frente unificado y mortal. Atacaron cual feroz cardumen de tiburones, destrozando cuanto tenían por delante. Al enemigo de la primera línea, aquel que tenía sus movimientos restringidos, le fue imposible resistir la acometida. Comenzaron a caer y el Hakagurē se unió a la barbarie. Aprovecho la lentitud de un enemigo que planeaba partirle el cráneo con una maza, esquivo el ataque y con su sable lo atravesó de lado a lado, dejando un adversario menos con el cual batallar.
—¡Lanceros, repliéguense! —exclamo, viendo que aun quedaban enemigos con su movilidad intacta —¡Porteadores, manténganse en la retaguardia enemiga, y esperen a repetir la embestida anterior!
Los soldados obedecieron y retrocedieron, mientras que los musculosos hombres buey se quedaron detrás del enemigo que seguía avanzando, pues parecía que los desarmados no eran su prioridad. Kōtetsu se coloco al lado de Kaido, mientras veían como el enemigo seguía avanzando… Entendió que no podría usar el mismo truco de la misma forma, pero de igual manera solo le quedaba seguir peleando… situación que, de algún modo extraño, le provoco cierta satisfacción.
—Kaido-san —dijo, físicamente agitado pero conservando una actitud serena—. No sé qué has hecho que ha debilitado al enemigo, pero necesito que lo repitas cuando los tengamos encima, cuando te de la señal, comanda tu a los lanceros y luego… Bueno, luego tendremos que luchar como demonios para salir de esta.
El de ojos grises espero pacientemente, depositando toda su confianza en el joven azulado y esperando que este también confiase en él y volviese a utilizar su milagroso ninjutsu. El enemigo seguía avanzo inexorablemente, y él esperaba que fuese el momento de dar la señal. La tensión aumentaba a medida que la distancia se recortaba con pronta desesperación, mientras cargaba chakra en su arma. Entonces, justo cuando los tenían a poco más de un metro, cuando hasta ellos llegaba aquel olor terroso, solo entonces dio la señal:
—¡Ahora, Kaido! —vocifero con toda su voluntad—. ¡Porteadores, hacia mí, embistan!
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Las estrellas metálicas del Uchiha acertaron en el blanco, pero aun así no fueron suficientes como para destruir a los clones. Sin embargo, estos yacían tan heridos que les era imposible caminar en línea recta o localizar a su enemigo, por lo que quedaron limitados a juntarse y a dar tumbos, tropezándose los unos contra los otros. Akame utilizo su prodigiosa vista para detectar una gran debilidad en la defensa de los clones, el que eran susceptibles en cuanto a reaccionar a movimientos complicados, debido a que no tenían las articulaciones necesarias para recrear la flexibilidad de un humano promedio. El joven de cabellos negros se enfrento contra los tres despojos de enemigos que se mantenían frente a él: Desenvaino un lujoso y letal sable, cuyo acero pronto comenzó a chisporrotear, emitiendo ascuas de un color carmesí tan intimidante como el de los antinaturales ojos de su portador. El arma se desprendió de sus manos y, como si tuviese voluntad propia, alzo el vuelo como un veloz y determinado halcón. El filo se estrello contra el rostro de uno de los clones, haciendo que se desintegrara al retirarse y volver a la mano que le esgrimía.
—¡Observadlos bien! ¡Sus movimientos son simples! —y, haciendo acopio de fuerzas, repitió la maniobra de lanzar y recoger su espada—. ¡Tratad de ver su patrón de ataque!
Los soldados aliados se quedaron boquiabiertos al ver como el segundo ataque consiguió llevarse con facilidad a los dos enemigos restantes. Para ellos era como ver un espectáculo de cetrería de un carácter místico y mortal.
Sin embargo, aquella demostración de fuerza y deducción, que había acabado con tres enemigos, no había sido suficiente para orientar a los guerreros. Después de todo, eran soldados, lo suyo no era comprender las estrategias sino acatarlas y cumplirlas. Por lo que, mientras no les dieran una firme orden de ataque, defensa o movimiento, no podrían hacer mucho por ellos o por el grupo. Por eso, un repentino asalto a bocajarro les tomo desprevenidos, provocando que entre sangre y gritos perdieran a uno de los soldados de a pie y a uno de los porteadores, perdidas que de continuar, comprometerían sus posibilidades de supervivencia.
Por su parte, Noemi no solo se encontraba luchando contra la arremetida de la tropa rival, pues también tenia que lidiar con la lastimadura que la caída de la litera le había causado en la pierna. Sabiendo que su movilidad yacía limitada, al igual que su alcance, se decanto por defender aquella posición con todas sus fuerzas, tomando una táctica bastante defensiva. La joven construyo una fortaleza imaginaria a su alrededor, siendo sus espadas la muralla y eligiendo a quienes serian la torres.
—¡Tomen mis espadas! —Les ordenó antes de lanzar una katana para cada uno y desenfundar otra más.
Al principio, los porteadores se mostraron confundidos ante la exigencia de que se armaran, pero la orden impero y obedecieron. Ambos sujetaron una wakizashi y se colocaron al lado de la Sakamoto, completando un corpulento muro de musculos y acero.
El primer clon en acercarse al improvisado baluarte fue despachado por dos rápidos golpes de la rubia. Viendo aquello, sus ahora guardianes se dedicaron a agitar sus armas con una torpeza un tanto vergonzosa, pero haciendo gala de una fuerza realmente intimidante. Y puede que fuese por sus años trabajando en cargar palanquines de forma coordinada, pero tenían una sincronización asombrosa. En lo que uno arrojaba un corte en vertical y retiraba la espada, el otro llegaba con un tajo horizontal que llenaba el espacio vacío. Tal táctica podía destruir a un enemigo con facilidad, como ocurrió con el segundo que se acerco y cuyos reflejos no le permitieron ni blandir el arma antes de que estuviese hecho pedazos.
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Curiosamente, Maki había adoptado una táctica defensiva, tal como lo hiciese Noemi. Se mantenía en una frenética danza que iba causando daños pequeños pero constantes en el frente de las filas enemigas. Un daño, que con ayuda de un arquero, que había dejado parada a su montura y puesto en buena posición, le permitió acabar prontamente con dos enemigos.
—¡No ataquen primeros, dejen que ellos lo hagan! —exclamó con la esperanza de que todos los soldados escucharían al fin.
Y con aquella orden, los soldados entendieron que debían de mantener posiciones y arremeter contra los enemigos solo cuando estuvieran dentro del alcance de su ataque. Por suerte, o quizás avanzada estrategia, los soldados iban armados con lanzas, por lo que tenían un buen rango de acción. Claro, no era tan amplio como el de la ruda muchacha, pero aquello era más práctico: Ella los golpeaba y sacaba de equilibrio, de forma que los que se le escaparan al arquero encontraran su fin entre las afiladas y serpentinas puntas de las armas de los soldados.
Sin embargo, la valiente joven no podría continuar así por mucho tiempo. La sangre no paraba de emanar de su pierna herida y aquello, aunque los demás no lo notaran, le estaba comenzando a restar fuerzas. Si tan solo hubiese tenido un soporte, algo en lo cual pudiese apoyarse y moverse rápidamente. Claro, estaba la opción de montarse a espaldas de uno de los portadores, pues le sobraba fuerzas para ello, pero la posibilidad de coordinarse y de que le obedeciera correctamente era lejana. Tenía que buscar otra opción, quizás una opción cercana, una opción que el arquero hubiese dejado disponible, o bien podria provar suerte con algun porteador.
Yosehara también se encontraba en una situación similar, pues si bien estaba resistiendo de manera estoica, la fatiga comenzaba a hacerse presente. Aquel guerrero se mantenía firme, a pesar de que estaba sangrando por unas cuantas heridas. Su mirada seguía siendo feroz y espíritu aun ardía con violencia, pero el aliento ya le estaba faltando y el agarre de su lanza era cada vez más débil. Necesitaba hacer algo pronto si es quería salir con vida de aquel combate.
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—Si esta aquí, le encontrare —respondió Naomi, mientras cerraba los ojos y juntaba las manos.
El acompañante de Kaido utilizo su experiencia para crear la formación defensiva más efectiva para su situación, ubicando a cada soldado en donde mejor oficio haría. A la tropa que se estaba acercando, arrojo un enorme charco de alguna sustancia viscosa que detuvo el avance de los enemigos, haciéndoles caer y dejándolos pegados al suelo. Sin embargo, la curiosa naturaleza de aquellos seres les proporciono una curiosa “ventaja”: Sus cuerpos arcillosos no tardaron mucho en absorber aquel pegajoso liquido, permitiéndoles reanudar su marcha nuevamente. Por otra parte, no tan ventajosa, sus masas ahora eran más pesadas y se movían con una lentitud que disminuía considerablemente sus capacidades combativas.
Aquel sujeto arrojos tres shurikens, que con la ayuda del arquero, lograron acabar con uno de los clones y dañar a dos más.
La Miyasaki extendió sus capacidades hasta donde le fue posible, sondeando las cercanías y analizando cada ser vivo que en ella estaba. Pero no encontró nada… Abrió sus brazos y, haciendo uso de más chakra, amplió la zona de búsqueda. Pero no encontró nada… Finalmente se sentó en el suelo, en postura de meditacion, y llevo sus capacidades al límite, analizando cada pequeño detalle y movimiento en cientos de metros a la redonda, penetrando con suficiente fuerza como para evadir casi cualquier tecnica de ocultamiento, pero de todas formas no encontró lo que buscaba. Sin embargo, hubo algo que si pudo apreciar al concentrar su sondeo en su área mas cercana:
—Estos no son simples clones —afirmo, levantándose con cara de profunda fatiga—, son muñecos compuestos de tierra y dotados con chakra. Están hechos para seguir determinadas instrucciones de manera autónoma, por lo que, pese a ser muy simples, no necesitan de alguien que los este manejando activamente.
»Por eso es que no puedo localizar a nadie en los alrededores, ni siquiera tienen una vinculación con algún chakra lejano… Es como si fuesen solo una trampa de cazador que se activa cuando la pisas.
De momento, parecía un motivo de alivio el que nadie estuviese esperando para atacarles cuando estuviesen débiles y cansados… Pero incluso con la poca experiencia que ella tenía, podía darse cuenta de aquel caso era mucho más preocupante a largo plazo. El pensamiento sobre qué clase de persona podría planear y realizar algo como aquello le provoco un profundo y sincero escalofrió de puro pavor.