11/05/2017, 00:55
El chico agradeció el cumplido de la pelirroja acerca del tatuaje. Al fin, parecía hacerle algo mas de caso. Pero, no todo fue un camino de rosas... según relataba, una buena amiga suya había sido partícipe de ese tatuaje, llevándole hasta Shinogi-to. El problema en sí no radicó en el lugar donde se hiciese el tatuaje, ni en que allí fuesen mejor o peor tatuando, o los celos a esa posible rival que le inició en el mundo del tatuaje —no señor— el verdadero problema radicaba en eso de una buena amiga suya.
«¿Desde cuando un hetero anda con amigas a hacerse tatuajes? Dios... lo estoy perdiendo...»
Para cuando la chica quiso dar algo de información acerca del tema, el tema de si allí en Shinogi-to hacían mejores o peores tatuajes, o el hecho de que había sido allí donde ella también se había tatuado, el chico sacó a relucir que tampoco era el único con tinta bajo la piel. Obviamente, la mitad de ese bar se había dado cuenta de ese detalle. De nuevo, su teoría retomaba fuerzas, ése chico no parecía interesado en ella, de lo contrario se habría dado cuenta antes...
Pero, lejos de hacer que la chica perdiese el interés en éste, tan solo avivaba las ganas de insistir. Por suerte o desgracia, el chico al menos le seguía la conversación. Sus ojos bajaron por el cuello de la chica, hasta llegar quizás mas abajo de los tatuajes. Indicó cuales, pero preguntó qué eran a causa de que no podía apreciarlos bien, según decía.
—Lo primero es una calavera, y bajando en vez de un cuerpo se divide en varias ramas de espino. A la altura del hombre comienza a transformarse en una constelación... y, conforme baja por el brazo, toma figuras un poco mas geométricas, hasta acabar en ésta serpiente. —informó al de cabello oscuro la chica, terminando el transcurso levantándose levemente la manga del kimono, en pos de enseñarle el último mencionado. —La verdad es que ya llevo unos cuantos.
Tras el recorrido, la chica volvió a colocarse bien la manga. Momento en que la chica que los atendió minutos antes, regresó con las bebidas. La de la chica, claramente en una jarra y con un tono y espuma característicos, esperaba con ansias ser probada. La espera no se le haría demasiado larga a la pobre, pues la chica no tardó en tomar la jarra y acercársela.
—Por cierto, ¿como os llamáis? Que ando aquí mas perdida que un cangrejo en un cubo.
La pelirroja, sin esperar siquiera respuesta, balanceó un poco la jarra y repitió el proceso en el sentido contrario un par de veces hacia cada lado, tras lo cual le propinó un generoso trago. La cerveza, espumosa e intensa, refrescó su gaznate al instante.
Un tanto ajenos a la conversación de tatuajes del interesante y la chica, el soso y el anciano hablaban sobre el trabajo de éste. El hombre, que andaba mas nervioso que un padre soltero en una manifestación feminista, sudaba tanto que casi daba asco. Suerte que la genin estaba acostumbrada a aguantar cosas peores, y gracias a dios que al menos ya quedaba poco para comenzar a escuchar a Hei... además, estaba ese chico...
«Si es mariquita, le voy a quitar todo el plumero...»
«¿Desde cuando un hetero anda con amigas a hacerse tatuajes? Dios... lo estoy perdiendo...»
Para cuando la chica quiso dar algo de información acerca del tema, el tema de si allí en Shinogi-to hacían mejores o peores tatuajes, o el hecho de que había sido allí donde ella también se había tatuado, el chico sacó a relucir que tampoco era el único con tinta bajo la piel. Obviamente, la mitad de ese bar se había dado cuenta de ese detalle. De nuevo, su teoría retomaba fuerzas, ése chico no parecía interesado en ella, de lo contrario se habría dado cuenta antes...
Pero, lejos de hacer que la chica perdiese el interés en éste, tan solo avivaba las ganas de insistir. Por suerte o desgracia, el chico al menos le seguía la conversación. Sus ojos bajaron por el cuello de la chica, hasta llegar quizás mas abajo de los tatuajes. Indicó cuales, pero preguntó qué eran a causa de que no podía apreciarlos bien, según decía.
—Lo primero es una calavera, y bajando en vez de un cuerpo se divide en varias ramas de espino. A la altura del hombre comienza a transformarse en una constelación... y, conforme baja por el brazo, toma figuras un poco mas geométricas, hasta acabar en ésta serpiente. —informó al de cabello oscuro la chica, terminando el transcurso levantándose levemente la manga del kimono, en pos de enseñarle el último mencionado. —La verdad es que ya llevo unos cuantos.
Tras el recorrido, la chica volvió a colocarse bien la manga. Momento en que la chica que los atendió minutos antes, regresó con las bebidas. La de la chica, claramente en una jarra y con un tono y espuma característicos, esperaba con ansias ser probada. La espera no se le haría demasiado larga a la pobre, pues la chica no tardó en tomar la jarra y acercársela.
—Por cierto, ¿como os llamáis? Que ando aquí mas perdida que un cangrejo en un cubo.
La pelirroja, sin esperar siquiera respuesta, balanceó un poco la jarra y repitió el proceso en el sentido contrario un par de veces hacia cada lado, tras lo cual le propinó un generoso trago. La cerveza, espumosa e intensa, refrescó su gaznate al instante.
Un tanto ajenos a la conversación de tatuajes del interesante y la chica, el soso y el anciano hablaban sobre el trabajo de éste. El hombre, que andaba mas nervioso que un padre soltero en una manifestación feminista, sudaba tanto que casi daba asco. Suerte que la genin estaba acostumbrada a aguantar cosas peores, y gracias a dios que al menos ya quedaba poco para comenzar a escuchar a Hei... además, estaba ese chico...
«Si es mariquita, le voy a quitar todo el plumero...»