11/05/2017, 08:45
(Última modificación: 11/05/2017, 09:12 por Umikiba Kaido.)
Su estrategia, aparentemente, había funcionado.
Aquel pensamiento idílico que le llevó a probar suerte con su fugaz razonamiento había dado muy buenos frutos: y es que aquellos soldados de a pie lograron inclinar la balanza a favor de los genin, quitándose del medio a casi la mitad total de los enemigos.
Kaido no sabía que pensar. Podría tratarse de suerte, desde luego, pero en ese instante la confianza en sí mismo que probablemente le hacía sentir fuerte y superior en otras circunstancias, ya no era parte de ese juego. Era un tablero muy diferente, con muchas más fichas sobre él y con vicisitudes de combate y enfrentamientos campales que se alejaban a años luz de su inteligencia y comprensión.
Pero algo estaban haciendo bien, fuera lo que fuera. Ahora sólo quedaba continuar la racha, y esperar que las estrellas continuaran alineadas mientras siguieran habiendo clones vivos amenazando sus vidas.
—Kaido-san —El Hakagure se le acercó en súbito después de que le diera baja por sí mismo a uno de los clones, y se colocó a su lado. Entre jadeos, habló—. No sé qué has hecho que ha debilitado al enemigo, pero necesito que lo repitas cuando los tengamos encima, cuando te de la señal, comanda tu a los lanceros y luego… Bueno, luego tendremos que luchar como demonios para salir de esta.
—Más te vale que funcione, porque es probable que sea la última vez que pueda usarla, al menos por un par de minutos. En fin, prepárate; que ahí vienen otra vez.
Y como si de un deja vu se tratase, allí venían de nuevo. Juntos, los que aún quedaban de pie, con paso adelante sin rechistar. No había sentimiento en ellos como para que las bajas de sus congéneres de arcilla afectase a su más imperioso propósito. Disminuidos, pero aún dispuestos a atacar, avanzaron hasta encontrarse nuevamente con la muralla de porteadores a un metro, aproximadamente.
Kotetsu se apuró en dar la señal, a lo que Kaido le tomó al menos unos cinco segundos en hacer su secuencia de sellos correctamente.
El chakra actuó en sus pulmones, y su pecho, aunque no tan abultado como la primera vez, se infló en súbito y obligó al escualo a expedir por su boca el agua creada a partir de su técnica. Ésta salió despedida hacia el cúmulo de enemigos, y una vez impactase desde su posición, los porteadores embestirían como una estampida de bueyes salvajes buscando proteger a los miembros de su manada del ataque de algún depredador.
Sabiendo ya que el agua mágica que salía de aquel joven azulado era técnicamente la señal insignia para el actuar de los soldados, hicieron uso de sus naginata, nuevamente, esperando un resultado propicio como el anterior.
La calma de aquel veterano era envidiable. Incluso los mismísimos guerreros se habrían preguntado el por qué, de tanta pasividad en la reacción del viejo ninja ante la desprolija situación que le abatía. Pero eso, de alguna forma, le daba probablemente mucha más confianza de la que se pudiera ver a simple vista.
Y por tanto, todo fluía sin riesgo alguno. La mujer había conseguido escanear adecuadamente el lugar con sus habilidades de sensor mientras que el propio Yarou, y los otros; se encargaron de dos de los enemigos. El resto yacía prácticamente inerte y debilitado por la absorción del agua pegajosa que usó en primer lugar.
El Hozuki alzó su brazo y señaló al caballo y su montador. Hizo un giro con la muñeca alrededor de la pequeña horda, desvelando su orden: que diera vueltas alrededor de ellos y usara su arma para darle baja uno por uno, cuando les dieran la oportunidad.
—¿Y que hay de alguna energía física ajena a la de nosotros? ¿nada? —expresó—. es todo demasiado organizado como para que las flechas vinieran por sí solas desde alguna trampa. No debato el hecho de que es perfectamente factible alojar algún ninjutsu para que funcione bajo cierta circunstancia, pero eso me indica que quien sea que nos está atacando habría de saber perfectamente en dónde y cuándo íbamos a estar.
Miró a los soldados de a pie, reflexivo, y les instó a que atacaran juntos nuevamente. Los porteadores ayudaron a Naomi a recobrar su equilibrio luego de su enérgico intento por detectar la amenaza enemiga.
—Eso quiere decir que estamos marcados. Las fichas se mueven como ellos quieren. Míranos, divididos, esforzándonos de más. Es hora de reagrupar a nuestra gente, al menos, y darle fin al movimiento de los clones antes de que averiguemos si hay más de éstas cosas esperando salir cuando todos estemos agotados.
Pero primero, tendría que encargarse de sus clones. Y lo haría como mejor sabía él, empuñando una filosa katana que sustrajo súbitamente desde su cuerpo. Empapada en el líquido vital del que él estaba compuesto, el amegakuriense se dispuso a atacar. Y no dejaría de hacerlo hasta que acabase con las míseras amenazas frente suyo, para así poder ayudar a quienes estuvieran en extrema necesidad, como el mismísimo Alguacil.
Aquel pensamiento idílico que le llevó a probar suerte con su fugaz razonamiento había dado muy buenos frutos: y es que aquellos soldados de a pie lograron inclinar la balanza a favor de los genin, quitándose del medio a casi la mitad total de los enemigos.
Kaido no sabía que pensar. Podría tratarse de suerte, desde luego, pero en ese instante la confianza en sí mismo que probablemente le hacía sentir fuerte y superior en otras circunstancias, ya no era parte de ese juego. Era un tablero muy diferente, con muchas más fichas sobre él y con vicisitudes de combate y enfrentamientos campales que se alejaban a años luz de su inteligencia y comprensión.
Pero algo estaban haciendo bien, fuera lo que fuera. Ahora sólo quedaba continuar la racha, y esperar que las estrellas continuaran alineadas mientras siguieran habiendo clones vivos amenazando sus vidas.
—Kaido-san —El Hakagure se le acercó en súbito después de que le diera baja por sí mismo a uno de los clones, y se colocó a su lado. Entre jadeos, habló—. No sé qué has hecho que ha debilitado al enemigo, pero necesito que lo repitas cuando los tengamos encima, cuando te de la señal, comanda tu a los lanceros y luego… Bueno, luego tendremos que luchar como demonios para salir de esta.
—Más te vale que funcione, porque es probable que sea la última vez que pueda usarla, al menos por un par de minutos. En fin, prepárate; que ahí vienen otra vez.
Y como si de un deja vu se tratase, allí venían de nuevo. Juntos, los que aún quedaban de pie, con paso adelante sin rechistar. No había sentimiento en ellos como para que las bajas de sus congéneres de arcilla afectase a su más imperioso propósito. Disminuidos, pero aún dispuestos a atacar, avanzaron hasta encontrarse nuevamente con la muralla de porteadores a un metro, aproximadamente.
Kotetsu se apuró en dar la señal, a lo que Kaido le tomó al menos unos cinco segundos en hacer su secuencia de sellos correctamente.
El chakra actuó en sus pulmones, y su pecho, aunque no tan abultado como la primera vez, se infló en súbito y obligó al escualo a expedir por su boca el agua creada a partir de su técnica. Ésta salió despedida hacia el cúmulo de enemigos, y una vez impactase desde su posición, los porteadores embestirían como una estampida de bueyes salvajes buscando proteger a los miembros de su manada del ataque de algún depredador.
Sabiendo ya que el agua mágica que salía de aquel joven azulado era técnicamente la señal insignia para el actuar de los soldados, hicieron uso de sus naginata, nuevamente, esperando un resultado propicio como el anterior.
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La calma de aquel veterano era envidiable. Incluso los mismísimos guerreros se habrían preguntado el por qué, de tanta pasividad en la reacción del viejo ninja ante la desprolija situación que le abatía. Pero eso, de alguna forma, le daba probablemente mucha más confianza de la que se pudiera ver a simple vista.
Y por tanto, todo fluía sin riesgo alguno. La mujer había conseguido escanear adecuadamente el lugar con sus habilidades de sensor mientras que el propio Yarou, y los otros; se encargaron de dos de los enemigos. El resto yacía prácticamente inerte y debilitado por la absorción del agua pegajosa que usó en primer lugar.
El Hozuki alzó su brazo y señaló al caballo y su montador. Hizo un giro con la muñeca alrededor de la pequeña horda, desvelando su orden: que diera vueltas alrededor de ellos y usara su arma para darle baja uno por uno, cuando les dieran la oportunidad.
—¿Y que hay de alguna energía física ajena a la de nosotros? ¿nada? —expresó—. es todo demasiado organizado como para que las flechas vinieran por sí solas desde alguna trampa. No debato el hecho de que es perfectamente factible alojar algún ninjutsu para que funcione bajo cierta circunstancia, pero eso me indica que quien sea que nos está atacando habría de saber perfectamente en dónde y cuándo íbamos a estar.
Miró a los soldados de a pie, reflexivo, y les instó a que atacaran juntos nuevamente. Los porteadores ayudaron a Naomi a recobrar su equilibrio luego de su enérgico intento por detectar la amenaza enemiga.
—Eso quiere decir que estamos marcados. Las fichas se mueven como ellos quieren. Míranos, divididos, esforzándonos de más. Es hora de reagrupar a nuestra gente, al menos, y darle fin al movimiento de los clones antes de que averiguemos si hay más de éstas cosas esperando salir cuando todos estemos agotados.
Pero primero, tendría que encargarse de sus clones. Y lo haría como mejor sabía él, empuñando una filosa katana que sustrajo súbitamente desde su cuerpo. Empapada en el líquido vital del que él estaba compuesto, el amegakuriense se dispuso a atacar. Y no dejaría de hacerlo hasta que acabase con las míseras amenazas frente suyo, para así poder ayudar a quienes estuvieran en extrema necesidad, como el mismísimo Alguacil.