11/05/2017, 18:08
Mientras escuchaba las descripciones de los distintos tatuajes que envolvían la figura de Aiko, el Uchiha no pudo evitar que un pensamiento se formase en su cabeza. Un pensamiento que, quizá por el alcohol, que ya hacía más ligera su cabeza, o quizá por estar simplemente embelesado, soltó sin más:
—Pues me gustaría verlos. —Entonces se dio cuenta del verdadero significado de sus palabras. Para verlos enteros, antes ella tendría que quitarse el kimono... y eso era de todo menos una propuesta decente—. Quiero decir —se apresuró a corregirse—. Luego… si te apetece.
Por Rikudou, ¿lo había arreglado o tan solo empeorado? ¿Había sido aquello demasiado descarado? ¿Demasiado directo para empezar? Con la mente en blanco, al Uchiha solo se le ocurrió una cosa que hacer: beber. Dio un buen trago al vaso, que le permitió ganar tiempo y, de paso, quitarse un poco los nervios. Era la primera vez que bebía alcohol, pero tenía que reconocer que aquello no era tan malo como decían…
… ni mucho menos.
Luego, rio ante la segunda ocurrencia de Aiko, esta vez con menos reparos, sin preocuparse si aquello estaría considerado como una buena táctica o no por el bueno de Genji. «Más perdido que un cangrejo en un cubo… ¡Ja! Esa sí es que buena»
Akame se presentó el primero.
—Yo Uch… Ejem… Sakamoto Datsue. —Esta vez, fue él quien casi metió la pata, tan despistado como estaba con todo el tema de la infiltración. Más le valía ponerse las pilas si no quería que el Henge se deshiciese cuando menos se lo esperase.
Pero su intento de ligoteo iba a tener que esperar. El gran Rokuro Hei había salido a la palestra, y con él, el silencio. El preludio a una sinfonía digna de ser oída por los Dioses.
Tenía que reconocer que aquel tipo era bueno. Más que bueno. En su melodía no había lugar para la épica, pero sí para los sueños cumplidos. Sus notas evocaban el sonido de las olas en alta mar, cortadas por un velero bergantín. En la popa, un pirata, de cabellos recogidos en un moño y dientes de plata. Manejaba un timón de oro macizo, mientras una chica de cabellos crepusculares y tatuajes en la piel le ofrecía en la boca una fresa con nata. Ella estaba en bikini dorado, como así lo estaba también una chica bajita de cabellos de oro que ondeaban al viento. Un par de notas discordantes. El sonido del hielo entrechocándose en el vaso que la rubia le ofrecía.
La melodía subió en intensidad, vibrando, desmelenándose. En lo alto del mástil, una chica de cabellos púrpura gritaba de emoción con un catalejo en la mano. Un destello dorado brillaba en sus ojos color magenta. El reflejo del oro de Yamashita, el mayor tesoro jamás reunido en toda la historia de Oonindo.
Y, entonces, el éxtasis…
—Pues me gustaría verlos. —Entonces se dio cuenta del verdadero significado de sus palabras. Para verlos enteros, antes ella tendría que quitarse el kimono... y eso era de todo menos una propuesta decente—. Quiero decir —se apresuró a corregirse—. Luego… si te apetece.
Por Rikudou, ¿lo había arreglado o tan solo empeorado? ¿Había sido aquello demasiado descarado? ¿Demasiado directo para empezar? Con la mente en blanco, al Uchiha solo se le ocurrió una cosa que hacer: beber. Dio un buen trago al vaso, que le permitió ganar tiempo y, de paso, quitarse un poco los nervios. Era la primera vez que bebía alcohol, pero tenía que reconocer que aquello no era tan malo como decían…
… ni mucho menos.
Luego, rio ante la segunda ocurrencia de Aiko, esta vez con menos reparos, sin preocuparse si aquello estaría considerado como una buena táctica o no por el bueno de Genji. «Más perdido que un cangrejo en un cubo… ¡Ja! Esa sí es que buena»
Akame se presentó el primero.
—Yo Uch… Ejem… Sakamoto Datsue. —Esta vez, fue él quien casi metió la pata, tan despistado como estaba con todo el tema de la infiltración. Más le valía ponerse las pilas si no quería que el Henge se deshiciese cuando menos se lo esperase.
Pero su intento de ligoteo iba a tener que esperar. El gran Rokuro Hei había salido a la palestra, y con él, el silencio. El preludio a una sinfonía digna de ser oída por los Dioses.
Tenía que reconocer que aquel tipo era bueno. Más que bueno. En su melodía no había lugar para la épica, pero sí para los sueños cumplidos. Sus notas evocaban el sonido de las olas en alta mar, cortadas por un velero bergantín. En la popa, un pirata, de cabellos recogidos en un moño y dientes de plata. Manejaba un timón de oro macizo, mientras una chica de cabellos crepusculares y tatuajes en la piel le ofrecía en la boca una fresa con nata. Ella estaba en bikini dorado, como así lo estaba también una chica bajita de cabellos de oro que ondeaban al viento. Un par de notas discordantes. El sonido del hielo entrechocándose en el vaso que la rubia le ofrecía.
La melodía subió en intensidad, vibrando, desmelenándose. En lo alto del mástil, una chica de cabellos púrpura gritaba de emoción con un catalejo en la mano. Un destello dorado brillaba en sus ojos color magenta. El reflejo del oro de Yamashita, el mayor tesoro jamás reunido en toda la historia de Oonindo.
Y, entonces, el éxtasis…
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado