12/05/2017, 22:37
El espléndido músico acariciaba a su amada mientras que ésta —azabache— escupía nota tras nota una sinfonía que claramente era capaz de embelesar hasta el más triste antro. Con subidas y bajadas de velocidad, así como cambios de tono entre graves y agudos, la chica se vio sumida en un leve trance digno del mejor de sus sueños. No podía apreciar otra cosa que no fuese la música, ahora mismo ni tan siquiera el de la cabellera oscura llamaba su atención. Nada, salvo la melodía, era capaz de llamar su total y completa atención. Fuese como fuese, sus ojos no querían apartarse de Hei, o de su magnífico Shamisen.
Pero lo bueno, siempre es efímero.
Un grito mudo cortó el aliento de la persona que posiblemente estaba mas nerviosa de todo el local —Ishigami Takuya— el cuál no pudo tan siquiera avisar a base de golpes... no pudo hacer nada, salvo desistir ante una cruda muerte. Sus orbes salieron de las cuencas, del mismo esfuerzo o susto, y su cuerpo palideció al instante. La sangre, dado ese hecho, resaltó aún mas de lo que debiere. Obviamente, manchando a los mas cercanos, e incluso a la chica.
La manga del kimono blanco se tiño de color carmesí al instante, debido a un borbotón de sangre. Ésto, además del grito de Akame, alarmaron a la chica. La pelirroja, drásticamente dedicó una mirada al primero en gritar, un acto reflejo. Pero, en su mismo vistazo pudo claramente diferenciar dónde estaba el hecho que le había causado gritar. El contable —agarrado por un tipo con cara de rata— había sido asesinado.
«¡Ostras...!»
Lejos de ser una agradable sorpresa, éste tipo se acababa de cargar a un hombre frente a una ingente cantidad de testigos, y de paso se había cargado la actuación del renombrado Rokuro Hei. Sin pensarlo dos veces, retiró un poco la silla de la mesa. Su rostro no reflejaba miedo, mas bien reflejaba enfado.
«El muy hijo de fruta ha mandado a paseo todo...»
Ante el estímulo, Akame llamó la atención de Datsue, inquiriendo que éste hiciese algo en contra del asesino. Pero, por contra, éste no parecía menos paralizado por el shock del momento. En un ávido intento de reaccionar, lo primero que le vino a la cabeza fue apelar al siguiente mas cercano —Aiko— tan buenamente como pudo, pues la voz le fallaba.
La chica, extrañada, pues no llevaba ninguna marca que la reflejase como kunoichi, llevó su mirada hacia el que la había nombrado. En su gesto se reflejó su pensamiento, acompañado de una mueca de duda. —¡Coño! ¡Que sois vosotros los hombres! ¡Reaccionad!
No tenía porqué ocultar su estatus de kunoichi, pero, no iba a ser la única en pringarse del asunto, literalmente. Llamó la atención de Datsue y Akame, en pos de que hiciesen algo. Lejos de quedarse de brazos cruzados, la chica se levantó, y se apresuró en seguir el itinerario que había creado el asesino. Un reguero de sangre delataba su huida, un rastro de sangre producido por ese afilado metal con el que bien había segado la vida del pobre contable.
—¡Atrapen al asesino! —bramó por el camino.
Lamentablemente, sus ropas y calzado no era lo mas propicio para la persecución, pero una vez fuera tendría sin duda mejor capacidad de movimiento.
Pero lo bueno, siempre es efímero.
Un grito mudo cortó el aliento de la persona que posiblemente estaba mas nerviosa de todo el local —Ishigami Takuya— el cuál no pudo tan siquiera avisar a base de golpes... no pudo hacer nada, salvo desistir ante una cruda muerte. Sus orbes salieron de las cuencas, del mismo esfuerzo o susto, y su cuerpo palideció al instante. La sangre, dado ese hecho, resaltó aún mas de lo que debiere. Obviamente, manchando a los mas cercanos, e incluso a la chica.
La manga del kimono blanco se tiño de color carmesí al instante, debido a un borbotón de sangre. Ésto, además del grito de Akame, alarmaron a la chica. La pelirroja, drásticamente dedicó una mirada al primero en gritar, un acto reflejo. Pero, en su mismo vistazo pudo claramente diferenciar dónde estaba el hecho que le había causado gritar. El contable —agarrado por un tipo con cara de rata— había sido asesinado.
«¡Ostras...!»
Lejos de ser una agradable sorpresa, éste tipo se acababa de cargar a un hombre frente a una ingente cantidad de testigos, y de paso se había cargado la actuación del renombrado Rokuro Hei. Sin pensarlo dos veces, retiró un poco la silla de la mesa. Su rostro no reflejaba miedo, mas bien reflejaba enfado.
«El muy hijo de fruta ha mandado a paseo todo...»
Ante el estímulo, Akame llamó la atención de Datsue, inquiriendo que éste hiciese algo en contra del asesino. Pero, por contra, éste no parecía menos paralizado por el shock del momento. En un ávido intento de reaccionar, lo primero que le vino a la cabeza fue apelar al siguiente mas cercano —Aiko— tan buenamente como pudo, pues la voz le fallaba.
La chica, extrañada, pues no llevaba ninguna marca que la reflejase como kunoichi, llevó su mirada hacia el que la había nombrado. En su gesto se reflejó su pensamiento, acompañado de una mueca de duda. —¡Coño! ¡Que sois vosotros los hombres! ¡Reaccionad!
No tenía porqué ocultar su estatus de kunoichi, pero, no iba a ser la única en pringarse del asunto, literalmente. Llamó la atención de Datsue y Akame, en pos de que hiciesen algo. Lejos de quedarse de brazos cruzados, la chica se levantó, y se apresuró en seguir el itinerario que había creado el asesino. Un reguero de sangre delataba su huida, un rastro de sangre producido por ese afilado metal con el que bien había segado la vida del pobre contable.
—¡Atrapen al asesino! —bramó por el camino.
Lamentablemente, sus ropas y calzado no era lo mas propicio para la persecución, pero una vez fuera tendría sin duda mejor capacidad de movimiento.