14/05/2017, 02:29
—¡Coño! ¡Que sois vosotros los hombres! ¡Reaccionad!
«Ah, no. Eso sí que no se lo voy a permitir, señorita, por muy guapa que me parezca usted. No le consiento que me tome por un retrógrado machista rancio de los tiempos de Rikudo. Yo fui el primero en luchar por los derechos de la mujer, ¡y aquí somos iguales para lo bueno y para lo malo!»
Lástima que la muchacha se fuese antes de poder dejarle las cosas bien claritas. Pero ya tendría ocasión en otro momento, si tenía suerte. Por ahora, tenía cosas más importantes de las que preocuparse…
—¡Atrapen al asesino! —Era Akame, que inspirado por la gallardía demostrada por una damisela como Aiko, se había decidido finalmente por lanzarse de cabeza al peligro. Como buen shinobi que era.
No supo por qué, pero aquello le emocionó. Jamás había visto tanta valentía reunida en tan pocos metros cuadrados.
—¡Qué demonios! —exclamó, dejándose contagiar. Una extraña sensación de camaradería y patriotismo impropio en él se apoderó de su cuerpo, poniéndole los pelos de punta—. ¡Qué demonios, pues claro que sí! —rugió, y su voz sonó como una trompeta de guerra que anuncia el comienzo de la batalla final. Alzó un puño, eufórico, como decían hacían los samuráis montados a caballo antes de una carga—. ¡Adelante, Akame! ¡Ya es tuyo! ¡Yo te cubro las espaldas! —chilló, desgañitándose— ¡Que me aspen si dejo que te alcancen! ¡Confía en mí!
Pasado el momento, emitió un suspiro de satisfacción y orgullo, súbitamente realizado consigo mismo. Aquello era lo que los sabios de guerra llamaban un auténtico discurso de líder nato, capaz de subirles la moral a hombres derrotados en cuerpo y alma y dar la vuelta a una situación perdida. Además, alguien se tenía que quedar con el muerto, no fuese a ser que se fuese a algún lado, y ya que Akame no le había permitido ir él mismo a por el asesino… no quedaba otra opción que quedarse él, para su más absoluta desgracia.
—Je, esa sí que es buena. Como si un muerto fuese a irse por sí solo a… ¡HOSTIA PUTA!
Todavía no habían inventado mejor expresión en Oonindo para describir lo que Datsue estaba viendo en aquellos momentos. El muerto se había incorporado en el cojín, como si aquello de morir por un simple tajo en la garganta no fuese con su estilo. O quizá porque había vislumbrado el Yomi y no le habían gustado las estancias, tan acostumbrado a su vida pudiente.
Al Uchiha le pareció distinguir una palabra en su quejido lastimero, mientras volaba, literalmente, sobre la mesa más cercana. Cogió una botella de cristal y le apuntó a la cara, amenazador. Todo lo amenazador que un crío a punto de cagarse encima de los pantalones podría resultar, en cualquier caso.
El cadáver, indiferente, caminó hacia la salida, como si pensase que el motivo por el que la gente huía fuese otro distinto a él.
¡Crash! La botella de cristal haciéndose añicos al caer contra el suelo. Datsue, con las manos en la cabeza, no daba crédito a lo que veían sus ojos. Al final, cuando el muerto finalmente se desplomó, tan solo alcanzó a farfullar una vez más:
—Hostia puta…
«Ah, no. Eso sí que no se lo voy a permitir, señorita, por muy guapa que me parezca usted. No le consiento que me tome por un retrógrado machista rancio de los tiempos de Rikudo. Yo fui el primero en luchar por los derechos de la mujer, ¡y aquí somos iguales para lo bueno y para lo malo!»
Lástima que la muchacha se fuese antes de poder dejarle las cosas bien claritas. Pero ya tendría ocasión en otro momento, si tenía suerte. Por ahora, tenía cosas más importantes de las que preocuparse…
—¡Atrapen al asesino! —Era Akame, que inspirado por la gallardía demostrada por una damisela como Aiko, se había decidido finalmente por lanzarse de cabeza al peligro. Como buen shinobi que era.
No supo por qué, pero aquello le emocionó. Jamás había visto tanta valentía reunida en tan pocos metros cuadrados.
—¡Qué demonios! —exclamó, dejándose contagiar. Una extraña sensación de camaradería y patriotismo impropio en él se apoderó de su cuerpo, poniéndole los pelos de punta—. ¡Qué demonios, pues claro que sí! —rugió, y su voz sonó como una trompeta de guerra que anuncia el comienzo de la batalla final. Alzó un puño, eufórico, como decían hacían los samuráis montados a caballo antes de una carga—. ¡Adelante, Akame! ¡Ya es tuyo! ¡Yo te cubro las espaldas! —chilló, desgañitándose— ¡Que me aspen si dejo que te alcancen! ¡Confía en mí!
Pasado el momento, emitió un suspiro de satisfacción y orgullo, súbitamente realizado consigo mismo. Aquello era lo que los sabios de guerra llamaban un auténtico discurso de líder nato, capaz de subirles la moral a hombres derrotados en cuerpo y alma y dar la vuelta a una situación perdida. Además, alguien se tenía que quedar con el muerto, no fuese a ser que se fuese a algún lado, y ya que Akame no le había permitido ir él mismo a por el asesino… no quedaba otra opción que quedarse él, para su más absoluta desgracia.
—Je, esa sí que es buena. Como si un muerto fuese a irse por sí solo a… ¡HOSTIA PUTA!
Todavía no habían inventado mejor expresión en Oonindo para describir lo que Datsue estaba viendo en aquellos momentos. El muerto se había incorporado en el cojín, como si aquello de morir por un simple tajo en la garganta no fuese con su estilo. O quizá porque había vislumbrado el Yomi y no le habían gustado las estancias, tan acostumbrado a su vida pudiente.
Al Uchiha le pareció distinguir una palabra en su quejido lastimero, mientras volaba, literalmente, sobre la mesa más cercana. Cogió una botella de cristal y le apuntó a la cara, amenazador. Todo lo amenazador que un crío a punto de cagarse encima de los pantalones podría resultar, en cualquier caso.
El cadáver, indiferente, caminó hacia la salida, como si pensase que el motivo por el que la gente huía fuese otro distinto a él.
¡Crash! La botella de cristal haciéndose añicos al caer contra el suelo. Datsue, con las manos en la cabeza, no daba crédito a lo que veían sus ojos. Al final, cuando el muerto finalmente se desplomó, tan solo alcanzó a farfullar una vez más:
—Hostia puta…
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado