15/05/2017, 21:51
(Última modificación: 15/05/2017, 22:55 por Uchiha Akame.)
Akame no pudo evitar una exclamación de asombro ante la imponente muestra de disciplina y estrategia militar que aquel soldado de bigote y perilla poblados desplegó en apenas unos momentos. Observó, atónito, cómo el resto de los hombres se organizaban en una suerte de tortuga que abatía con mortal efectividad a los clones de arcilla; y cómo el propio soldado —ahora erigido en comandante—, cargaba una y otra vez contra la retaguardia de las tropas.
«Es... Increíble». Aquello no se enseñaba en la Academia.
Sea como fuere, Akame tenía sus propios problemas. Pese a que sus bunshin habían obrado una precaria distracción, el Uchiha pudo intuir —gracias a su Sharingan— cómo uno de los clones tensaba su arco y le disparaba una flecha directa a la cabeza.
—Maldic... —masculló entre dientes.
El Uchiha ladeó el rostro y giró la cabeza, y notó el viento lamiendo su mejilla y oyó el inconfundible rasgar de una saeta surcando el aire. Luego notó cómo su oreja izquierda se calentaba por momentos, y se la palpó con la zurda mientras recogía su espada con la diestra. La inconfundible textura viscosa y caliente de su propia sangre le empapó los dedos.
—Mierda —maldijo.
Palpó un poco más, lo suficiente como para darse cuenta de que en realidad la flecha le había arrancado un pequeño trozo de oreja —de la parte baja, concretamente, junto al lóbulo—. Era una herida vistosa pero para nada incapacitoria.
Akame notó, por primera vez desde que empezase la refriega, cómo la adrenalina bombeaba en sus venas. Se sintió ligero y furioso como un rayo, y sus ojos rojos se fijaron en los objetivos que tenía más cerca; los tres clones de arcilla que acorralaban al soldado-comandante tras derribarlo de su caballo.
—¡YAAAAARG!
Con un bramido casi animal, el Uchiha se abalanzó sobre la espalda de uno de los clones. Lo apuñaló repetidas veces en la cabeza hasta que ésta se desmoronase como una jarra vieja.
—¡YIEEEEH!
Akodo Toturi respondió al grito de guerra de aquel gennin, enarbolando su propia lanza para tratar de empalar a otro de los clones de arcilla. Sería un golpe seco, rápido, directo al pecho. Después retrocedería un paso y, con otra estocada marcial, buscaría reventar al enemigo restante.
«Es... Increíble». Aquello no se enseñaba en la Academia.
Sea como fuere, Akame tenía sus propios problemas. Pese a que sus bunshin habían obrado una precaria distracción, el Uchiha pudo intuir —gracias a su Sharingan— cómo uno de los clones tensaba su arco y le disparaba una flecha directa a la cabeza.
—Maldic... —masculló entre dientes.
El Uchiha ladeó el rostro y giró la cabeza, y notó el viento lamiendo su mejilla y oyó el inconfundible rasgar de una saeta surcando el aire. Luego notó cómo su oreja izquierda se calentaba por momentos, y se la palpó con la zurda mientras recogía su espada con la diestra. La inconfundible textura viscosa y caliente de su propia sangre le empapó los dedos.
—Mierda —maldijo.
Palpó un poco más, lo suficiente como para darse cuenta de que en realidad la flecha le había arrancado un pequeño trozo de oreja —de la parte baja, concretamente, junto al lóbulo—. Era una herida vistosa pero para nada incapacitoria.
Akame notó, por primera vez desde que empezase la refriega, cómo la adrenalina bombeaba en sus venas. Se sintió ligero y furioso como un rayo, y sus ojos rojos se fijaron en los objetivos que tenía más cerca; los tres clones de arcilla que acorralaban al soldado-comandante tras derribarlo de su caballo.
—¡YAAAAARG!
Con un bramido casi animal, el Uchiha se abalanzó sobre la espalda de uno de los clones. Lo apuñaló repetidas veces en la cabeza hasta que ésta se desmoronase como una jarra vieja.
—¡YIEEEEH!
Akodo Toturi respondió al grito de guerra de aquel gennin, enarbolando su propia lanza para tratar de empalar a otro de los clones de arcilla. Sería un golpe seco, rápido, directo al pecho. Después retrocedería un paso y, con otra estocada marcial, buscaría reventar al enemigo restante.