16/05/2017, 18:59
Eri esta vez se quedó al margen, no quiso intervenir en ningún momento pues sentía que sus palabras no iban a hacer más efecto del que ya habían hecho antes de que Daruu leyese el pergamino que Shiona les había concedido. Al final, el Amedama estaba más tranquilo, y después de considerar que un merecido descanso seguramente hiciera cambiar su humor y su punto de vista hacia lo que acababa de ocurrir, la joven pudo respirar de nuevo.
— Espera, Daruu-san, déjanos al menos ayudarte, me he dejado la mochila en la posada, pero si volvemos a lo mejor puedo darte algo para el viaje... — Murmuró ella, aunque la lluvia ya empezaba a calar sus ropas y su rostro estaba adornado por los cabellos que se le pegaban a él.
— Espera, Daruu-san, déjanos al menos ayudarte, me he dejado la mochila en la posada, pero si volvemos a lo mejor puedo darte algo para el viaje... — Murmuró ella, aunque la lluvia ya empezaba a calar sus ropas y su rostro estaba adornado por los cabellos que se le pegaban a él.