17/05/2017, 15:50
(Última modificación: 17/05/2017, 19:55 por Uchiha Akame.)
Congregada en torno a los siete barcos había una gran multitud; a ojo, Akame contó —al menos-- a cincuenta hombres y mujeres de distinta apariencia y procedencia. «Parece que la voz del señor Soshuro ha llegado a cada rincón de Oonindo», pensó mientras pasaba frente a él una pareja de mujeres de piel café y dientes blanquísimos, ataviadas con túnicas de color marrón claro y que llevaban afiladas espadas curvas en el cinto.
Confuso, el Uchiha se acercó a la muchedumbre que se agrupaba frente a las embarcaciones. Los barcos eran más pequeños desde cerca, más bien veleros que grandes buques, de tres palos y casco afilado para avanzar raudos cortando el agua. Frente a cada uno había un grupo de marineros que arreglaban los aparejos y una mesa pequeña. Tras ella, sentado en un taburete, un escriba apuntaba los nombres de quienes querían embarcarse. Como la disposición era idéntica para cada uno de los barcos, Akame decidió acercarse al séptimo.
De repente sus ojos captaron la imagen de una figura familiar y, esbozando una sonrisa socarrona, el Uchiha se acercó a su compañero de Aldea.
—¡Uchiha Datsue, el Intrépido! —le gritó casi en el oído, acompañando sus palabras de un fuerte manotazo amistoso en la espalda—. Por las tetas de Gouna, ¡nunca habría esperado verte aquí! ¿Supongo que tu interés es meramente intelectual, como siempre, eh?
Ironía y mordacidad se entremezclaban en el saludo del joven gennin a su primo lejano. Cuando ya se disponía a darle otro manotazo en el hombro, una exclamación llamó su atención. Se giró sobre sus talones para encontrar a un muchacho de piel muy bronceada y melena rubio platino, con la bandana de Kusagakure. Lo que había llamado la atención del kusareño no era sino la visión de un chico de piel azulada y dientes afilados como sierras. El propio Akame se habría sorprendido, desde luego, si no fuese porque conocía de antemano a aquel sujeto ingenioso y pendenciero a partes iguales.
—En efecto, kusareño —exclamó Akame, dirigiéndose al de la Hierba—. Y dicen que responde al nombre de Kaido. ¿Me equivoco?
El Uchiha se ajustó su cinturón con gesto marcial. Llevaba un portaobjetos ninja —con algunas herramientas y estrellas metálicas— atado al lado derecho de la cadera, y en el mismo cinturón, en la baja espalda, su preciada espada. Como era Verano, vestía con pantalones pesqueros de color arena y una chaqueta de malla y manga larga; sobre ésta, una camiseta de cuello alto con el símbolo del clan Uchiha a la espalda. La bandana de Uzushio resplandecía en su frente.
Confuso, el Uchiha se acercó a la muchedumbre que se agrupaba frente a las embarcaciones. Los barcos eran más pequeños desde cerca, más bien veleros que grandes buques, de tres palos y casco afilado para avanzar raudos cortando el agua. Frente a cada uno había un grupo de marineros que arreglaban los aparejos y una mesa pequeña. Tras ella, sentado en un taburete, un escriba apuntaba los nombres de quienes querían embarcarse. Como la disposición era idéntica para cada uno de los barcos, Akame decidió acercarse al séptimo.
De repente sus ojos captaron la imagen de una figura familiar y, esbozando una sonrisa socarrona, el Uchiha se acercó a su compañero de Aldea.
—¡Uchiha Datsue, el Intrépido! —le gritó casi en el oído, acompañando sus palabras de un fuerte manotazo amistoso en la espalda—. Por las tetas de Gouna, ¡nunca habría esperado verte aquí! ¿Supongo que tu interés es meramente intelectual, como siempre, eh?
Ironía y mordacidad se entremezclaban en el saludo del joven gennin a su primo lejano. Cuando ya se disponía a darle otro manotazo en el hombro, una exclamación llamó su atención. Se giró sobre sus talones para encontrar a un muchacho de piel muy bronceada y melena rubio platino, con la bandana de Kusagakure. Lo que había llamado la atención del kusareño no era sino la visión de un chico de piel azulada y dientes afilados como sierras. El propio Akame se habría sorprendido, desde luego, si no fuese porque conocía de antemano a aquel sujeto ingenioso y pendenciero a partes iguales.
—En efecto, kusareño —exclamó Akame, dirigiéndose al de la Hierba—. Y dicen que responde al nombre de Kaido. ¿Me equivoco?
El Uchiha se ajustó su cinturón con gesto marcial. Llevaba un portaobjetos ninja —con algunas herramientas y estrellas metálicas— atado al lado derecho de la cadera, y en el mismo cinturón, en la baja espalda, su preciada espada. Como era Verano, vestía con pantalones pesqueros de color arena y una chaqueta de malla y manga larga; sobre ésta, una camiseta de cuello alto con el símbolo del clan Uchiha a la espalda. La bandana de Uzushio resplandecía en su frente.