18/05/2017, 17:23
(Última modificación: 18/05/2017, 17:27 por Umikiba Kaido.)
La diversidad de gentilicios, procedencias, y etnias reunidas en La Capital era realmente impresionante, y teniendo en cuenta que son pocas las ocasiones en las que un viejo altruista sin heredero deja una fortuna a un único candidato, a elegir de cualquier lugar del mundo mientras éste fuera digno, era una oportunidad única para formar parte de un fenómeno extraño para un mundo tan caótico como lo era Oonindo.
Y que decir que, el color de la piel no era realmente un problema en aquel lugar. Había tantos morenos, amarillos, caucásicos cuello rojo y por supuesto, no podía faltar el único humano azul en todo el continente. Umikiba Kaido, el tiburón.
Pero a pesar de tan palpable realidad, bastó menos de un par de minutos desde su llegada para que el primer gilipollas hiciera un comentario sobre su apariencia. El gyojin volteó a verle con latente desinterés, y se encontró con un negrata cuya bandana tenía plasmada en su metal el símbolo de la aldea de la Hierba.
—Me cago en mi vida, ¿Eso es humano?
El escualo frunció el ceño, visiblemente molesto. Se acercó a él, a paso lento, y esperó a estar frente a su nueva víctima para hablar.
—Inhumana va a quedar tu cara de muerde almohada cuando te zurre la bocaza a hostias, gilipollas.
Sin embargo, antes de que pudiera hacer nada, una voz familiar increpó al moreno de cabellos rubios. Afirmó conocerle, y dijo su nombre. Cuando Kaido comprobó de quién se trataba, supo que era nada más y nada menos que el mismísimo Akame, aquel con el que compartió una interesante aventura hacía un tiempo atrás.
—En efecto, kusareño —exclamó el Uchiha, dirigiéndose al de Kusagakure—. Y dicen que responde al nombre de Kaido. ¿Me equivoco?
—El que viste y calza, compañero. ¿Qué haces tú por aquí, Akame-san... buscando una nueva aventura? ¿no te fue suficiente con la del hombre que le confiere a la piedra humanidad?
Advirtió, como si aquello se tratase de un viejo sueño pasajero.
Y que decir que, el color de la piel no era realmente un problema en aquel lugar. Había tantos morenos, amarillos, caucásicos cuello rojo y por supuesto, no podía faltar el único humano azul en todo el continente. Umikiba Kaido, el tiburón.
Pero a pesar de tan palpable realidad, bastó menos de un par de minutos desde su llegada para que el primer gilipollas hiciera un comentario sobre su apariencia. El gyojin volteó a verle con latente desinterés, y se encontró con un negrata cuya bandana tenía plasmada en su metal el símbolo de la aldea de la Hierba.
—Me cago en mi vida, ¿Eso es humano?
El escualo frunció el ceño, visiblemente molesto. Se acercó a él, a paso lento, y esperó a estar frente a su nueva víctima para hablar.
—Inhumana va a quedar tu cara de muerde almohada cuando te zurre la bocaza a hostias, gilipollas.
Sin embargo, antes de que pudiera hacer nada, una voz familiar increpó al moreno de cabellos rubios. Afirmó conocerle, y dijo su nombre. Cuando Kaido comprobó de quién se trataba, supo que era nada más y nada menos que el mismísimo Akame, aquel con el que compartió una interesante aventura hacía un tiempo atrás.
—En efecto, kusareño —exclamó el Uchiha, dirigiéndose al de Kusagakure—. Y dicen que responde al nombre de Kaido. ¿Me equivoco?
—El que viste y calza, compañero. ¿Qué haces tú por aquí, Akame-san... buscando una nueva aventura? ¿no te fue suficiente con la del hombre que le confiere a la piedra humanidad?
Advirtió, como si aquello se tratase de un viejo sueño pasajero.