27/06/2015, 18:20
Ninguno de los inspiradores discursos de los muchachos parecía llegar a Kori, quien se empeñaba en demostrar que en él el espíritu era tan frío como el cuerpo. Daruu tragó saliva y escuchó sus réplicas, pero algo le impedía rendirse. Había decidido que iba a salvar a Ayame y ahora nada iba a detenerlo. Incluso si eso implicaba sacrificar su objetivo de ser chunin durante un tiempo más: qué más daba. Lo acabaría consiguiendo.
«Ser un shinobi significa aguantar, ¿eh? Aguantaré. Aguantaré, salvaremos a Ayame y conseguiremos el tercer cascabel» —se dijo a sí mismo, pero lo cierto era que no tenía ni idea de cómo lo iban a conseguir.
Entonces, Reiji dio el primer paso con un látigo de sangre que iba directo a la cara de... ¿¡Ayame!?
—¡No, Reiji, qué...!
Pero la jugada salió bien. Kori salió al paso, impidiendo que se dañaran entre ellos mismos. La mancha de sangre del primer látigo sirvió como canalizador para el segundo ataque de Reiji, que Kori consiguió esquivar con un salto.
Y sin embargo...
«Ahora.»
Sin previo aviso, Daruu salió corriendo en dirección a Kori, pasando por el lado izquierdo de Ayame. Sacó un Daruma del cinturón, sabiendo que Kori había podido experimentar uno de sus efectos: para él, quedaría claro que iba a absorber la técnica que oprimía a Ayame para liberarla.
Pero lo sorprendió devolviéndole el hielo a los pies para dejarlo pegado, allí donde hubiese aterrizado. Y luego apuntó el Daruma a Ayame para liberar sus brazos.
—¡Ahora, chicos!
Si se cordinaban bien, lo conseguirían. Daruu salió corriendo hacia Kori, prendió su pierna izquierda en fuego y saltó, tratando de propinarle una patada lateral en el cuello.
«Ser un shinobi significa aguantar, ¿eh? Aguantaré. Aguantaré, salvaremos a Ayame y conseguiremos el tercer cascabel» —se dijo a sí mismo, pero lo cierto era que no tenía ni idea de cómo lo iban a conseguir.
Entonces, Reiji dio el primer paso con un látigo de sangre que iba directo a la cara de... ¿¡Ayame!?
—¡No, Reiji, qué...!
Pero la jugada salió bien. Kori salió al paso, impidiendo que se dañaran entre ellos mismos. La mancha de sangre del primer látigo sirvió como canalizador para el segundo ataque de Reiji, que Kori consiguió esquivar con un salto.
Y sin embargo...
«Ahora.»
Sin previo aviso, Daruu salió corriendo en dirección a Kori, pasando por el lado izquierdo de Ayame. Sacó un Daruma del cinturón, sabiendo que Kori había podido experimentar uno de sus efectos: para él, quedaría claro que iba a absorber la técnica que oprimía a Ayame para liberarla.
Pero lo sorprendió devolviéndole el hielo a los pies para dejarlo pegado, allí donde hubiese aterrizado. Y luego apuntó el Daruma a Ayame para liberar sus brazos.
—¡Ahora, chicos!
Si se cordinaban bien, lo conseguirían. Daruu salió corriendo hacia Kori, prendió su pierna izquierda en fuego y saltó, tratando de propinarle una patada lateral en el cuello.