30/05/2017, 20:27
Kaido supuso que la charla de su interlocutor tenía que ser verídica, o de lo contrario, ¿por qué se pondría él mismo en una situación tan vergonzosa, siendo que los cánones de la sociedad han dictado siempre que es el hombre el que otorga su apellido a la mujer?
¿No le resultaba un poco denigrante, como si hubiese sido emasculado por aquella familia Sakamoto?
El escualo sintió pena, quizás, también por el hecho de que la hayan roto el corazón. Pero no le sorprendió la noticia, teniendo en cuenta que quien se deja dominar de esa forma tan absurda por una mujer, provenga de donde provenga, independientemente de las costumbres de sus tierras; es completamente susceptible a nimiedades de ese tipo.
No le quedó de otra que asentir, en silencio, y zanjar el tema.
Datsue pronto se movió hasta los confines de su colega, el otro Uchiha, y tomó asiento. El gyojin tuvo que hacer lo propio antes de que el barco careciera de espacio, así que buscó también su respectivo lugar y afianzó allí su azulado trasero, a fin de estar lo más cómodo posible durante el resto del viaje.
Las banderas se izaron, los tripulantes danzaron de soga en soga preparando todos los mecanismos para zarpar, y también hicieron acto de aparición dos curiosas mujeres, una mucho más femenina que la otra, presentándose ante los presentes a pesar de que nadie se lo había preguntado. Con el escrutinio y la decencia de la alta sociedad, Ide Mitsuki arrojó galante su nombre. Y así también lo hizo quien parecía ser su protectora, Togashi Yuuki, cuyos vestigios de avanzada edad y aquella enorme espada daban la certeza de que esa mujer no iba a ser, desde luego, la damisela en apuros del viaje.
La damisela en apuros sería el tal Yota, de seguro. Después de todo, era un kusareño.
¿No le resultaba un poco denigrante, como si hubiese sido emasculado por aquella familia Sakamoto?
El escualo sintió pena, quizás, también por el hecho de que la hayan roto el corazón. Pero no le sorprendió la noticia, teniendo en cuenta que quien se deja dominar de esa forma tan absurda por una mujer, provenga de donde provenga, independientemente de las costumbres de sus tierras; es completamente susceptible a nimiedades de ese tipo.
No le quedó de otra que asentir, en silencio, y zanjar el tema.
Datsue pronto se movió hasta los confines de su colega, el otro Uchiha, y tomó asiento. El gyojin tuvo que hacer lo propio antes de que el barco careciera de espacio, así que buscó también su respectivo lugar y afianzó allí su azulado trasero, a fin de estar lo más cómodo posible durante el resto del viaje.
Las banderas se izaron, los tripulantes danzaron de soga en soga preparando todos los mecanismos para zarpar, y también hicieron acto de aparición dos curiosas mujeres, una mucho más femenina que la otra, presentándose ante los presentes a pesar de que nadie se lo había preguntado. Con el escrutinio y la decencia de la alta sociedad, Ide Mitsuki arrojó galante su nombre. Y así también lo hizo quien parecía ser su protectora, Togashi Yuuki, cuyos vestigios de avanzada edad y aquella enorme espada daban la certeza de que esa mujer no iba a ser, desde luego, la damisela en apuros del viaje.
La damisela en apuros sería el tal Yota, de seguro. Después de todo, era un kusareño.