3/06/2017, 00:07
Akame no pudo evitar soltar una risotada ante el comentario de su compañero, totalmente propio de él. Con una leve inclinación de cabeza saludó al capitán del barco, un hombre grandote que parecía haber engullido a su hermano pequeño de pies a cabeza, a juzgar por las dimensiones de su torso.
—Uchiha Akame, de Uzushio —se presentó, escueto pero cortés.
Luego siguió a Datsue hasta una de las barandillas. Se descolgó la mochila, dejándola a sus pies, y luego tomó asiento junto a su compañero ninja. La brisa marina agitó su melena negra, y Akame se alegró de llevarla siempre recogida en una coleta. Nunca había sido el tipo de persona que se preocupaba por su pelo, pero sabía que el viento y la sal del mar podían hacer verdaderos estragos en una cabellera; y él ya era lo bastante poco atractivo de por sí.
—No conozco a muchos shinobi extranjeros... Umikiba Kaido, Amedama Daruu, Sasagani Yota... —los enumeró con los dedos de la mano derecha, haciendo memoria—. A algunos sí les he visto combatir, pero francamente, dudo que ninguno esté fuera de mi alcance.
La honestidad de Akame podía parecer simple y llana prepotencia, pero nada más lejos de la realidad. Al Uchiha poco le importaban los aires y el orgullo; él quería verdaderos retos. Competición. Un desafío. Por eso —y por expresa invitación de Uzumaki Gouna, como el resto de sus compañeros— había acudido al Torneo.
—De los de aquí, no sé... —de repente se detuvo, clavando sus ojos negros en los de Datsue—. ¿Cuántas aspas me dijiste que tiene tu Sharingan?
—Uchiha Akame, de Uzushio —se presentó, escueto pero cortés.
Luego siguió a Datsue hasta una de las barandillas. Se descolgó la mochila, dejándola a sus pies, y luego tomó asiento junto a su compañero ninja. La brisa marina agitó su melena negra, y Akame se alegró de llevarla siempre recogida en una coleta. Nunca había sido el tipo de persona que se preocupaba por su pelo, pero sabía que el viento y la sal del mar podían hacer verdaderos estragos en una cabellera; y él ya era lo bastante poco atractivo de por sí.
—No conozco a muchos shinobi extranjeros... Umikiba Kaido, Amedama Daruu, Sasagani Yota... —los enumeró con los dedos de la mano derecha, haciendo memoria—. A algunos sí les he visto combatir, pero francamente, dudo que ninguno esté fuera de mi alcance.
La honestidad de Akame podía parecer simple y llana prepotencia, pero nada más lejos de la realidad. Al Uchiha poco le importaban los aires y el orgullo; él quería verdaderos retos. Competición. Un desafío. Por eso —y por expresa invitación de Uzumaki Gouna, como el resto de sus compañeros— había acudido al Torneo.
—De los de aquí, no sé... —de repente se detuvo, clavando sus ojos negros en los de Datsue—. ¿Cuántas aspas me dijiste que tiene tu Sharingan?