3/06/2017, 00:16
El resto del camino fue tan extenuante como cabía esperarse. Akame avanzaba a un ritmo visiblemente más lento, pero —por suerte para el joven Uchiha— la comitiva en general parecía haberse ralentizado. El gennin se dedicó a caminar con la mirada al frente, la mochila bien ceñida a la espalda y aquella molesta venda en torno a su sangrante oreja izquierda.
A su lado iba, de tanto en tanto, Akodo Toturi. Cada cierto tiempo el veterano se movía atrás y adelante en la fila para asistir a algún compañero, ya fuese ayudándole a subir los escalones de piedra o a cargar con algún bártulo especialmente pesado. Pese a los esfuerzos que había hecho comandando a la unidad en la escaramuza, no había recibido heridas graves y parecía bastante más descansado que Akame. «Debe tener una gran resistencia... Pese a no estar formado en el Ninjutsu, es un buen combatiente», concluyó el Uchiha.
Cuando al fin llegaron a la residencia del escultor, Akame no pudo sino maravillarse de su opulencia; tanto el sitio donde estaba construida como la edificación en sí —y sus alrededores— sugerían que Nishijima Satomu no era precisamente una persona humilde o que se tuviese en poca estima. «Parece un hogar digno de dioses... Aunque tampoco debería extrañarme. Al fin y al cabo este tipo pagó nuestro alojamiento durante tres días, y a esta treintena de soldados para que nos acompañasen. No le debe faltar el dinero».
Ver al propio Satomu fue menos impresionante. Parecía mayor —muy mayor— y castigado por la edad, aunque su figura irradiaba un carisma bastante particular. Tras intercambiar Satomu algunas palabras con el alguacil, Akame se dispuso a presentarse.
—Saludos, Nishijima Satomu-san. Mi nombre es Uchiha Akame, de Uzushio —enunció, dedicándole al escultor una reverencia bastante pronunciada.
A su lado iba, de tanto en tanto, Akodo Toturi. Cada cierto tiempo el veterano se movía atrás y adelante en la fila para asistir a algún compañero, ya fuese ayudándole a subir los escalones de piedra o a cargar con algún bártulo especialmente pesado. Pese a los esfuerzos que había hecho comandando a la unidad en la escaramuza, no había recibido heridas graves y parecía bastante más descansado que Akame. «Debe tener una gran resistencia... Pese a no estar formado en el Ninjutsu, es un buen combatiente», concluyó el Uchiha.
Cuando al fin llegaron a la residencia del escultor, Akame no pudo sino maravillarse de su opulencia; tanto el sitio donde estaba construida como la edificación en sí —y sus alrededores— sugerían que Nishijima Satomu no era precisamente una persona humilde o que se tuviese en poca estima. «Parece un hogar digno de dioses... Aunque tampoco debería extrañarme. Al fin y al cabo este tipo pagó nuestro alojamiento durante tres días, y a esta treintena de soldados para que nos acompañasen. No le debe faltar el dinero».
Ver al propio Satomu fue menos impresionante. Parecía mayor —muy mayor— y castigado por la edad, aunque su figura irradiaba un carisma bastante particular. Tras intercambiar Satomu algunas palabras con el alguacil, Akame se dispuso a presentarse.
—Saludos, Nishijima Satomu-san. Mi nombre es Uchiha Akame, de Uzushio —enunció, dedicándole al escultor una reverencia bastante pronunciada.