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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Zetsuo entrecerró ligeramente los ojos al escuchar tres toques secos en la puerta. Ayame y Kōri habían salido momentáneamente para preparar a la muchacha ante el inminente viaje que le esperaba, pero ambos tenían una copia de las llaves de casa y él no estaba esperando ninguna visita. ¿Pero entonces quién...?

Los golpes a la puerta se reiteraron.

—Será el mocoso de la pastelera —gruñó por lo bajo, mientras se levantaba de la silla.

Desde la cocina, el agudo silbido de la cafetera se entremezcló con los firmes toques de los nudillos contra la madera.

El médico abrió la puerta y, para su sorpresa, no era Daruu el que había subido hasta su casa. Hacía años que no veía a la persona que se había presentado en su casa, pero no tuvo ningún problema en reconocerle. Y la idea no le gustaba nada.

—¿Qué cojones estás haciendo tú aquí?

El visitante era un hombre alto de mediana edad y cuerpo tonificado que iba envuelto en una capa de viaje de color oscuro. Sus ojos castaños, tan dolorosamente familiares, le miraban con aquella sorna contenida que tanto detestaba en él... Y de la que él tanto parecía disfrutar al verle perder los estribos.

—Oh, Zetsuo, tú siempre tan formal y cordial como siempre, ¿sí? Todo muy bien, ya sabes, tan ajetreado como siempre. ¡Ay, pues claro que me gustaría probar una taza de ese café recién hecho que huelo desde aquí!

Pero Zetsuo no se movió de la puerta, ni su rostro varió siquiera un ápice. La cafetera a su espalda cada vez silbaba con más violencia, pero él no parecía escucharla.

—Te presentas aquí después de... ¿Cuánto? ¿Once jodidos años? ¿Y de verdad pretendes que te reciba con los brazos abiertos, Karoi? Espero que no tengas los santos cojones de decirme que vienes buscando a Ayame.

La usual actitud despreocupada y mordaz de Karoi mudó repentinamente a un rostro inusualmente serio. Y Zetsuo ni siquiera necesitó adentrarse en sus pensamientos para saber lo que estaba a punto de decirle. Su rostro era un verdadero libro abierto.

—¿A qué iba a venir si no? ¿A verte a ti la cara, querido cuñado?

—Ayame ni siquiera sabe que existes. ¿A qué viene este cambio ahora, Karoi? Después de tanto tiempo ignorando su sola existenc...

—Es injusto que alguien como tú me diga eso, Zetsuo —le interrumpió con brusquedad, temblando de rabia—. Después de que te pasaras casi dos años ahogándote en alcohol tras la muerte de mi hermana y dejando que tu hijo se encargara de su hermanita, ¿sí? Sabes perfectamente que no he estado, precisamente, viviendo la vida loca. Sabes perfectamente que casi he velado más por tu familia de lo que tú podrías llegar a hacer nunca.

La madera de la puerta crujió peligrosamente bajo los dedos de Zetsuo. Si hubiera podido volatilizarle con solo una mirada, lo habría hecho por lo menos cinco veces. Podía sentir su sangre hirviendo de ira en su pecho ante la mera mención de aquel doloroso pasado que tanto se afanaba por olvidar.

—No sabes nada, jodido niñato. Nunca lo has hecho. Y lo que ocurra en esta familia ya no es de tu incumbencia. ¿Vas a ir al grano o me vas a obligar a sacarte por la ventana de una patada en los cojones?

—Sí, será mejor que vaya al grano. —Suspiró Karoi; y, de alguna manera, la calma pareció volver paulatinamente a sus facciones—. Y para que veas si me preocupa lo que ocurra en tu familia, serás el primero en saberlo, ¿sí?: Voy a entrenar a Ayame.

Aquellas simples cinco palabras golpearon su mente como un verdadero mazo. La cafetera parecía a punto de estallar.

—¿Que... vas... a... qué...? —repitió, lento y siseante como una amenazadora serpiente de cascabel a punto de atacar—. ¿Qué te hace pensar que voy a permitir algo así? ¿Has perdido el juicio del todo?

—Soy el único Hōzuki que conoces y del que te puedes fiar, ¿sí? Bueno, siendo tú, más o menos —añadió, al tiempo que le dirigía una mirada evaluadora—. Ayame tiene todo el derecho de conocer las técnicas de su clan, y me temo que ni tú ni tu hijo mayor, por muy genio que sea, vais a poder enseñárselas.

—Ayame es una Aotsuki. No necesita esas técnicas —susurró.

—Es una Aotsuki, pero por sus venas corre la sangre de Shiruka. ¿Le vas a negar eso? ¿Le vas a negar que conozca las raíces de su poder? ¿Acaso le negaste a Kōri que aprendiera las técnicas del hielo que ahora maneja?

—¡Los Yuki no tratan de arrebatarme a mi hijo! ¡LOS HOZUKI SÍ! —bramó Zetsuo, totalmente ido de sí.

Cualquier otra persona se habría amedrentado ante la ira de Zetsuo, pero Karoi no era "cualquier persona" y se mantuvo sobre sus pies sin moverse ni un sólo ápice.

—Zetsuo-san, esto no es ningún capricho mío. Sabes que estoy de vuestra parte; si no, no me estaría jugando el pellejo como lo estoy haciendo, presentándome aquí —respondió, conciliador—. Pero Ayame necesita conocer esas técnicas, necesita saber defenderse frente a los suyos. Los Hōzuki están cada vez más inquietos, la están vigilando continuamente, y podrían saltar sobre ella en cualquier momento. Sobre todo ahora que se acerca el Torneo de los Dojos...

Karoi le dirigió una larga mirada, y Zetsuo frunció aún más el ceño al darse cuenta de lo que estaba insinuando. Ayame estaría completamente sola en el Valle de los Dojos, sin ningún tipo de protección.

Los pensamientos de Zetsuo se vieron bruscamente interrumpidos. A lo lejos se escuchaban dos voces que se acercaban cada vez más: una voz masculina, átona e impersonal, que respondía a una femenina, más inquieta y cantarina. Kōri y Ayame. Karoi se volvió una última vez hacia él.

—¿Prefieres que sean ellos o que sea yo?



...



—Ayame, este es Karoi —farfulló Zetsuo de mala gana, señalando al hombre que se encontraba junto a él—. Tu tío.

Ayame tardó algunos segundos en darse cuenta de que se había quedado boquiabierta.

—Q... ¿Qué? —balbuceó, con los ojos abiertos como platos. Intercambió una mirada con Kōri, pero le sorprendió descubrir que, en contraste con su estupefacción, su hermano mayor se mantenía tan calmo como siempre—. Mi... ¿Mi tío? ¿Entonces es tu...?

El desconocido, su supuesto tío, soltó una carcajada que reverberó como un ladrido seco y cortante.

—¡JA! ¡Qué más quisiera él! Yo soy hermano de tu madre, Hōzuki Shiruka.

Ayame los miraba de manera alternativa, una y otra vez. Ahora que se fijaba, en realidad Karoi era casi la parte opuesta a su padre. Aunque era igual de alto que él, era notablemente más joven; y, sin duda, más fuerte físicamente hablando. Su cuerpo no era especialmente corpulento, pero sí estaba tonificado y los músculos se marcaban en sus brazos con firmeza. Tenía la cabeza cubierta por un gorro de lana, en el que llevaba adosada la placa metálica que le identificaba como shinobi de Amegakure; pero algunos mechones de cabello azulado caían sobre su frente y sus hombros, a juego con la perilla que nacía de su barbilla. Sin embargo, lo que más contrastaba con su padre era, sin duda alguna su rostro: un rostro de gesto desvergonzado, sonriente y socarrón.

Ayame estaba atónita. Pese a lo simple de las palabras de Zetsuo y Karoi, ella no parecía entenderles. Era como si le estuviesen hablando en otro idioma. Y, sin embargo, el que fuera hermano de su fallecida madre había despertado toda su curiosidad. Era lo más cerca que podía estar de ella... de saber cómo era.

—Pero... si eso es verdad... —continuó—. ¿Cómo es que nunca...? ¿Por qué...?

«¿Por qué nunca he sabido de tu existencia? ¿Por qué nunca has venido a verme si soy tu sobrina?» Completó en su mente, pero fue incapaz de pronunciar las palabras y terminó por morderse el labio inferior.

Un tenso silencio inundó el ambiente durante algunos segundos. Kōri se mantenía a un lado de la conversación, simplemente escuchando; Zetsuo estudiaba la situación con los brazos cruzados; y Karoi se limitó a ladear ligeramente el rostro como si estuviera decidiendo qué palabras debía utilizar.

—Lo siento muchísimo, Ayame. Tengo deberes importantes que atender como shinobi. Supongo que lo entenderás.

Zetsuo clavó sus ojos aguamarina en Karoi en una mirada nada amigable, y el hombre le sostuvo el reto prácticamente sin pestañear.

—¿Y ya no los tienes? —se atrevió a preguntar Ayame, con un débil hilo de voz—. ¿Por qué ahora de repente?

Karoi le sonrió con afabilidad.

—Sigo teniendo mis deberes, pero podemos decir que estoy algo más libre que antes. Por eso he decidido que, si tú quieres, te entrenaré para que conozcas las técnicas del clan Hōzuki.

Zetsuo había cerrado los ojos, pero a Ayame no le pasó desapercibido el hecho de que sus dedos se habían contraído con fuerza sobre sus brazos.

—Las técnicas del clan... —repitió, en un murmullo extasiado.

—Sí, las técnicas del clan —asintió el hombre—. Ya conoces las bases del Suika no Jutsu, ¿verdad?

Ayame asintió levemente. De hecho, no sólo conocía sus bases. Incluso había desarrollado una técnica propia a partir de los fundamentos de la Técnica de la Hidratación. Pero eso no lo sabía nadie, y era posible que no lo supieran hasta que decidiera usarlas en el torneo.

—Pues yo te enseñaré el resto del repertorio del clan Hōzuki y a perfeccionar tus técnicas. ¿Qué me dices, pequeñaja? Con estos dos me temo que no vas a poder avanzar.

Algo se removió dentro de Ayame al escuchar aquellas palabras.

—Basta, Karoi —intervino Zetsuo, con ojos relampagueantes—. No permitiré que la extorsiones de esa manera.

—¿Extorsionar? ¿Pero qué estás diciendo, viejo chocho? ¿Acaso me vas a decir que es mentira? ¿Pretendéis enseñarle vosotros los secretos del c...?

—¡Me importa una mierda vuestro clan! ¡¡Ella es una Aotsuki, no una Hōzuki!!

Ayame se encogió ligeramente sobre sí misma, asustada ante la repentina explosión. Zetsuo resopló y se digirió entre largas zancadas a la cocina para limpiar los restos del café que habían ensuciado la encimera después de que la cafetera estallara. Karoi la miró directamente, quizás buscando una respuesta a su invitación, pero antes de que fuer capaz de responder, unos nuevos golpes resonaron en la puerta.

—¡¿Y ahora quién cojones es!? —bramó la voz de su padre desde la cocina.
[Imagen: kQqd7V9.png]
Sprite por Karvistico.


—Habitación de Ayame: Link

No respondo dudas por MP.
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Mensajes en este tema
Acompañados por el caballito de mar - por Aotsuki Ayame - 3/06/2017, 13:34


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