4/06/2017, 19:06
(Última modificación: 29/07/2017, 02:40 por Amedama Daruu.)
Como si se encontrara en su propia casa, fue el mismo Karoi quien se tomó la libertad de dirigirse a la puerta de entrada y abrirla.
—¡Oh, hola, pequeñajo! Debes de ser amigo de Ayame, ¿sí? —dijo, con una afable sonrisa dibujada en su rostro.
Ayame se asomó por un lado, lo justo para ver a Daruu allí plantado, con cara de asustado y las piernas temblándole. El jaleo que habían armado debía de haberse escuchado varios pisos más abajo... como mínimo.
—¡Hola, Daruu-san! —saludó ella, con una sonrisa nerviosa. En ese momento se dio cuenta de que no dejaba de mirar a Karoi con extrañeza, y entonces reparó en que aquel hombre le resultaba tan desconocido como lo había sido para ella hasta hacía apenas unos segundos—. Ah, sí... Él es Karoi, mi... tío... —aquella palabra sonó extraña y pastosa en su boca. No estaba acostumbrada a pronunciarla, y desde luego en aquella situación se le antojaba del todo extraña.
Sin embargo, su tío no debía pensar del mismo modo porque estaba ahí plantado, hinchando el pecho como un pavo orgulloso.
—Ho... hola, buenos días —dijo Daruu, respetuosamente, e hizo una de sobra pronunciada reverencia—. B-bueno. Mi madre me ha dicho que vas a participar en el Torneo de... de los Dojos. Así que pensé que podríamos ir hacia allá juntos. ¿No?
Los ojos de Daruu se dirigieron momentáneamente, pero en varias ocasiones, a un punto situado justo a la espalda de Ayame. Y cuando ella giró la cabeza se sobresaltó al descubrir que su padre había vuelto de la cocina y se había plantado justo a su espalda en completo silencio.
—Me parece correcto.
—¿Qué? ¿Estás loco, cuñado? ¿Vas a dejar que vayan ellos dos solos sin más? —exclamó Karoi, perplejo. Se señaló el pecho con el dedo pulgar y esbozó una nueva sonrisa—. ¡Ya sé! ¡Yo los acompañaré!
—¡Me niego! —volvió a gritar Zetsuo—. Prefiero mil veces que los chicos vayan solos a que alguien... como tú los acompañe! Además, nadie excepto los participantes tiene permiso para entrar en el valle.
—¡Oh, vamos! Nadie impide que se les escolte hasta el lugar. ¡De paso podemos retomar el tiempo perdido y conocernos mejor! ¿Eh, pequeñaja?
Ayame pegó un respingo cuando se vio incluida en la conversación.
—Yo... bueno... supongo... si a Daruu-san no le importa...
—¿Lo ves? A ella no le importa —le increpó Karoi. Pero Zetsuo estaba observando la escena con atención, con los ojos entrecerrados y todo el cuerpo en tensión. Como si en cualquier momento fuera a saltar sobre Karoi para estrangularlo—. ¿Y tú qué dices? ¿Daruu era tu nombre?
—¡Oh, hola, pequeñajo! Debes de ser amigo de Ayame, ¿sí? —dijo, con una afable sonrisa dibujada en su rostro.
Ayame se asomó por un lado, lo justo para ver a Daruu allí plantado, con cara de asustado y las piernas temblándole. El jaleo que habían armado debía de haberse escuchado varios pisos más abajo... como mínimo.
—¡Hola, Daruu-san! —saludó ella, con una sonrisa nerviosa. En ese momento se dio cuenta de que no dejaba de mirar a Karoi con extrañeza, y entonces reparó en que aquel hombre le resultaba tan desconocido como lo había sido para ella hasta hacía apenas unos segundos—. Ah, sí... Él es Karoi, mi... tío... —aquella palabra sonó extraña y pastosa en su boca. No estaba acostumbrada a pronunciarla, y desde luego en aquella situación se le antojaba del todo extraña.
Sin embargo, su tío no debía pensar del mismo modo porque estaba ahí plantado, hinchando el pecho como un pavo orgulloso.
—Ho... hola, buenos días —dijo Daruu, respetuosamente, e hizo una de sobra pronunciada reverencia—. B-bueno. Mi madre me ha dicho que vas a participar en el Torneo de... de los Dojos. Así que pensé que podríamos ir hacia allá juntos. ¿No?
Los ojos de Daruu se dirigieron momentáneamente, pero en varias ocasiones, a un punto situado justo a la espalda de Ayame. Y cuando ella giró la cabeza se sobresaltó al descubrir que su padre había vuelto de la cocina y se había plantado justo a su espalda en completo silencio.
—Me parece correcto.
—¿Qué? ¿Estás loco, cuñado? ¿Vas a dejar que vayan ellos dos solos sin más? —exclamó Karoi, perplejo. Se señaló el pecho con el dedo pulgar y esbozó una nueva sonrisa—. ¡Ya sé! ¡Yo los acompañaré!
—¡Me niego! —volvió a gritar Zetsuo—. Prefiero mil veces que los chicos vayan solos a que alguien... como tú los acompañe! Además, nadie excepto los participantes tiene permiso para entrar en el valle.
—¡Oh, vamos! Nadie impide que se les escolte hasta el lugar. ¡De paso podemos retomar el tiempo perdido y conocernos mejor! ¿Eh, pequeñaja?
Ayame pegó un respingo cuando se vio incluida en la conversación.
—Yo... bueno... supongo... si a Daruu-san no le importa...
—¿Lo ves? A ella no le importa —le increpó Karoi. Pero Zetsuo estaba observando la escena con atención, con los ojos entrecerrados y todo el cuerpo en tensión. Como si en cualquier momento fuera a saltar sobre Karoi para estrangularlo—. ¿Y tú qué dices? ¿Daruu era tu nombre?