4/06/2017, 23:02
—En efecto, o eso dicen —afirmó Akame—. Pero, independientemente de ello, ese billete de ida al Examen dependerá de la benevolencia y el criterio de Gouna-sama... —se acercó un poco a Datsue, bajando la voz—. Cosa en la que yo no confiaría mis posibilidades de asistir.
»Por eso mismo cuando regrese a Uzushio, victorioso o no, pienso partirme el ojal rescatando gatitos, pintando fachadas y haciendo toda esa clase de vitales tareas para la Aldea. Tal vez incluso Senju Hana-san se digne a darme una misión de rango C.
Senju Hana —o Hana La Amargada, como siempre la había llamado Haskoz—, parecía de mejor humor desde que el difunto Uchiha pasase a mejor vida. Akame casi creyó verla relamiéndose como un perro ante un buen chuletón la última vez que fue a pedir un encargo. «Hiena hija de una hiena... Algún día recibirás lo que te mereces». Como si su voluntad se hubiera heredado, Akame había recibido el desprecio por la secretaria del Edificio del Uzukage del que Haskoz siempre había hecho gala.
La pregunta de Datsue hizo bailar el hilo de la conversación, otra vez, hacia distintos raíles.
—¿Sinceramente? —apostilló Akame, retóricamente—. No me gusta. No me gusta nada... Parece como si quisieran estudiarnos, sacarnos información. Claro, nosotros también veremos técnicas de ninjas de otras Aldeas —calló un momento, y luego dio un fuerte puñetazo en la barandilla—. ¡Pero somos Uchiha! ¡Nuestros secretos valen cien veces los de cualquier muerto de hambre de Ame o Kusa!
Apretó los puños y calló un momento. De verdad le parecía una mala idea. Un mero entrentenimiento para los Kage; una degradación de su profesionalidad. «Aunque debo admitir que el hecho de poder encontrar algún oponente poderoso es más que atractivo...».
—Sí, estoy de acuerdo. Los de Ame suelen ser pendencieros y bastante chulos, y los de Kusa... Son de Kusa —añadió, encogiéndose de hombros—.
»Por eso mismo cuando regrese a Uzushio, victorioso o no, pienso partirme el ojal rescatando gatitos, pintando fachadas y haciendo toda esa clase de vitales tareas para la Aldea. Tal vez incluso Senju Hana-san se digne a darme una misión de rango C.
Senju Hana —o Hana La Amargada, como siempre la había llamado Haskoz—, parecía de mejor humor desde que el difunto Uchiha pasase a mejor vida. Akame casi creyó verla relamiéndose como un perro ante un buen chuletón la última vez que fue a pedir un encargo. «Hiena hija de una hiena... Algún día recibirás lo que te mereces». Como si su voluntad se hubiera heredado, Akame había recibido el desprecio por la secretaria del Edificio del Uzukage del que Haskoz siempre había hecho gala.
La pregunta de Datsue hizo bailar el hilo de la conversación, otra vez, hacia distintos raíles.
—¿Sinceramente? —apostilló Akame, retóricamente—. No me gusta. No me gusta nada... Parece como si quisieran estudiarnos, sacarnos información. Claro, nosotros también veremos técnicas de ninjas de otras Aldeas —calló un momento, y luego dio un fuerte puñetazo en la barandilla—. ¡Pero somos Uchiha! ¡Nuestros secretos valen cien veces los de cualquier muerto de hambre de Ame o Kusa!
Apretó los puños y calló un momento. De verdad le parecía una mala idea. Un mero entrentenimiento para los Kage; una degradación de su profesionalidad. «Aunque debo admitir que el hecho de poder encontrar algún oponente poderoso es más que atractivo...».
—Sí, estoy de acuerdo. Los de Ame suelen ser pendencieros y bastante chulos, y los de Kusa... Son de Kusa —añadió, encogiéndose de hombros—.