4/06/2017, 23:07
(Última modificación: 4/06/2017, 23:08 por Uchiha Akame.)
El Uchiha se limitó a seguir a aquel gigantesco guerrero a través de pasillos interminables que sólo añadían más surrealismo a todo aquel viaje. Al abrirse las puertas, la visión del escultor rodeado de comida, libros y fumando de una pipa le recordó a la de algún excéntrico noble de un país lejano cuyo favor intentaban ganarse los protagonistas de la historia. En los relatos normalmente el misterioso Daimyo les hacía algún encargo extraño y carente de sentido, a veces incluso imposible de realizar.
Akame se removió en su sitio, tenso, mientras Satomu y Yosehara intercambiaban palabras no demasiado cordiales. El alguacil siempre parecía acabar furioso con su mecenas, pero por algún motivo le seguía profesando lealtad. «Un motivo que seguramente está dentro de ese cofre, es redondo y brilla como el Sol», pensó Akame. Había pocas cosas que un baúl repleto de oro no pudiese comprar... La sangre ancestral que corría por sus propias venas, por ejemplo.
Sea como fuere, la escena terminó desarrollándose de forma totalmente inesperada. Kotetsu, siempre tan educado y tranquilo, fulminó al señor artista con unas duras palabras. Akame se sintió tentado de sumarse al manifiesto de desagrado de su compañero de Villa, pero en lugar de ello, prefirió simplemente adelantarse un paso para colocarse junto al Hagakure. Aquello podía interpretarse, fácilmente, como un movimiento de apoyo a su camarada.
—El viaje ha sido largo y extenuante, Satomu-san. Hombres han muerto para que llegásemos hasta aquí —recordó entonces a Tamaro, a su mujer y a su hija—. ¿Va a decirnos, por fin, qué es eso que quiere de nosotros?
Akame se removió en su sitio, tenso, mientras Satomu y Yosehara intercambiaban palabras no demasiado cordiales. El alguacil siempre parecía acabar furioso con su mecenas, pero por algún motivo le seguía profesando lealtad. «Un motivo que seguramente está dentro de ese cofre, es redondo y brilla como el Sol», pensó Akame. Había pocas cosas que un baúl repleto de oro no pudiese comprar... La sangre ancestral que corría por sus propias venas, por ejemplo.
Sea como fuere, la escena terminó desarrollándose de forma totalmente inesperada. Kotetsu, siempre tan educado y tranquilo, fulminó al señor artista con unas duras palabras. Akame se sintió tentado de sumarse al manifiesto de desagrado de su compañero de Villa, pero en lugar de ello, prefirió simplemente adelantarse un paso para colocarse junto al Hagakure. Aquello podía interpretarse, fácilmente, como un movimiento de apoyo a su camarada.
—El viaje ha sido largo y extenuante, Satomu-san. Hombres han muerto para que llegásemos hasta aquí —recordó entonces a Tamaro, a su mujer y a su hija—. ¿Va a decirnos, por fin, qué es eso que quiere de nosotros?