5/06/2017, 16:49
Al principio, su conciencia estaba dormida, sumida en una oscuridad absoluta. Su cuerpo acababa de sentir demasiado dolor, y su mente, en un mecanismo de autodefensa, había optado por apagarse para no sentir nada más en absoluto. Pero aquello solo era una medida temporal, un sedante con fecha de caducidad. La oscuridad fue cobrando color; el silencio empezó a verse interrumpido por su lenta pero constante respiración; y el olor… el olor empezó a ser reconocido por su olfato. Olía a pólvora, a fuego, a quemado…
«A quemado…»
El Uchiha entreabrió los ojos. Estaba tumbado en una cama, en lo que parecía un despacho en el que la limpieza brillaba por su ausencia. Y a su lado, observándole…
—¿Cómo te sientes, Datsue-san?
El Uchiha apenas emitió un gruñido como respuesta. ¿Qué cómo se sentía? Dolorido, como si hubiese estado jugando al Puño Kumoriense —un juego que consistía en intercambiarse puñetazos al hombro hasta que uno de los dos se rendía— con alguien que no debía, y durante más tiempo de lo recomendable. También estúpido, por haber aceptado la marca de hierro con tanta facilidad y no haber sugerido alguna alternativa, como por ejemplo un tatuaje o firma en un pergamino. Débil; desnutrido; enfermo, como con fiebre; con la angustia en el cuerpo por no saber si la quemadura en el hombro era tan horrible como se imaginaba. Pero, por encima de todo, se sentía…
—Como un Kusareño en combate —optó por decir, lacónico. Aquella simple frase resumía perfectamente todas y cada una de las emociones que padecía el Uchiha en aquel momento.
Trató de incorporarse, y sintió un puntazo de dolor en el brazo que le hizo rechinar los dientes. Luego, giró la cabeza hacia el desperfecto. Sus ojos eran apenas una rendija, como si no quisiesen ver el destrozo que tenía en el hombro, y cuando lo vislumbró…
—Oh, por Shiona… —dijo con un hilo de voz, tapándose los ojos con la mano buena, mientras se maldecía entre murmullos y negaba con la cabeza. Aquella no era una cicatriz de las guays, de esas que otorgaban un toque varonil a su poseedor pero sin restarle atractivo. No, aquella era una maldita quemadura como la que se le ponía a los becerros. De esas con la que los Kusareños marcaban al ganado—. Y ahora que llegaba el sol y la playa, joder… —murmuró, recordando como la costa de Uzu solían abarrotarse de kunoichis en bikini. ¿Qué haría él ahora? ¿Pavonearse por la arena con un brazo quemado? Sin duda llamaría la atención, pero no por la razón que hubiese deseado…
«A quemado…»
El Uchiha entreabrió los ojos. Estaba tumbado en una cama, en lo que parecía un despacho en el que la limpieza brillaba por su ausencia. Y a su lado, observándole…
—¿Cómo te sientes, Datsue-san?
El Uchiha apenas emitió un gruñido como respuesta. ¿Qué cómo se sentía? Dolorido, como si hubiese estado jugando al Puño Kumoriense —un juego que consistía en intercambiarse puñetazos al hombro hasta que uno de los dos se rendía— con alguien que no debía, y durante más tiempo de lo recomendable. También estúpido, por haber aceptado la marca de hierro con tanta facilidad y no haber sugerido alguna alternativa, como por ejemplo un tatuaje o firma en un pergamino. Débil; desnutrido; enfermo, como con fiebre; con la angustia en el cuerpo por no saber si la quemadura en el hombro era tan horrible como se imaginaba. Pero, por encima de todo, se sentía…
—Como un Kusareño en combate —optó por decir, lacónico. Aquella simple frase resumía perfectamente todas y cada una de las emociones que padecía el Uchiha en aquel momento.
Trató de incorporarse, y sintió un puntazo de dolor en el brazo que le hizo rechinar los dientes. Luego, giró la cabeza hacia el desperfecto. Sus ojos eran apenas una rendija, como si no quisiesen ver el destrozo que tenía en el hombro, y cuando lo vislumbró…
—Oh, por Shiona… —dijo con un hilo de voz, tapándose los ojos con la mano buena, mientras se maldecía entre murmullos y negaba con la cabeza. Aquella no era una cicatriz de las guays, de esas que otorgaban un toque varonil a su poseedor pero sin restarle atractivo. No, aquella era una maldita quemadura como la que se le ponía a los becerros. De esas con la que los Kusareños marcaban al ganado—. Y ahora que llegaba el sol y la playa, joder… —murmuró, recordando como la costa de Uzu solían abarrotarse de kunoichis en bikini. ¿Qué haría él ahora? ¿Pavonearse por la arena con un brazo quemado? Sin duda llamaría la atención, pero no por la razón que hubiese deseado…
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado