5/06/2017, 20:37
(Última modificación: 29/07/2017, 02:41 por Amedama Daruu.)
El grito furioso de los truenos se convirtió pronto en un rugido lejano entre aquél tubo semicircular cerrado de gruesas paredes de hormigón. El pasillo se extendía a lo largo hasta alcanzar lo inimaginable, y ni siquiera los ojos de Daruu con el Byakugan podrían haber llegado a alcanzar a ver la salida del túnel. Era un sitio en penumbra permanente, iluminado de tanto a tanto por un tubo fluorescente del techo, que, de vez en cuando, parpadeaba y dejaba un segmento a oscuras. Pero aún así, el eco cargaba consigo las voces de tres ninjas de la Lluvia que, animadamente, charlaban y trataban de entretenerse como podían.
—Menuda casualidad, justo ahora que los ninjas de Amegakure tenemos que ir al torneo —bufó Ayame—. ¿Qué habrá pasado?
Daruu se encogió de hombros.
—Igual ha sido un uzureño que nos tiene miedo y ha saboteado el túnel —bromeó.
—A saber. Pero de poco nos sirve lamentarnos. Ahora sólo nos queda seguir adelante... y no aburrirnos demasiado. ¿Jugamos al veo-veo?
Daruu y Ayame rieron al unísono.
—¿Al veo-veo? ¿Aquí? —dijo la muchacha.
—Jugar al veo-veo contra un Hyuuga sólo os traerá una derrota inevitable —dijo él con tono burlón—. Y así no tiene gracia.
—¡Pues no lo actives, tramposo! —dijo Karoi, dándole un golpecito amigable en el hombro. Daruu se acarició la zona riendo. Joder, le había dado fuerte el cabrón—. Va, venga, no seáis aburridos. Empiezo yo:
»Veo veo.
—¿Qué ves? —rio Daruu.
—Una cosita.
Daruu le cedió el turno a Ayame.
—Empieza por la letra... ¡Hache!
—Hormigón.
Karoi parecía sorprendido.
—Eres bueno, chico.
«Pero... tío, no me puedes estar diciendo esto.»
—Ahora tú, venga.
Daruu resopló con fastidio y se rascó detrás de la cabeza.
—Venga ya —se quejó—. ¿En serio tengo que hacer esto?
—¡Sosooo!
—Veo veooo... —Suspiró.
—¿Qué ves?
—Una cositaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA.
Los pies del trio se despegaron del suelo y una fuerza descomunal tiró de ellos hacia arriba, como si algo les hubiera dado una patada detrás de los tobillos para derribaron. Cayeron encima de la cinta de espaldas. Daruu emitió un quejido, y volvió a ver separada su espalda del suelo, para luego caer de nuevo y estabilizarse. Algo le había arañado el codo derecho, como si le hubieran pasado una correa de cuero rozando por la piel.
Sintieron... ¿viento?
—¡La cinta se ha activado de golpe! ¿¡Pero qué narices!?
Sin aviso, se dirigían a toda velocidad hacia el otro extremo del túnel, que todavía quedaba tan lejos que no se podía ver.
—¿¡Nadie pensó en instalar un sistema de megafonía para avisar!?
—Menuda casualidad, justo ahora que los ninjas de Amegakure tenemos que ir al torneo —bufó Ayame—. ¿Qué habrá pasado?
Daruu se encogió de hombros.
—Igual ha sido un uzureño que nos tiene miedo y ha saboteado el túnel —bromeó.
—A saber. Pero de poco nos sirve lamentarnos. Ahora sólo nos queda seguir adelante... y no aburrirnos demasiado. ¿Jugamos al veo-veo?
Daruu y Ayame rieron al unísono.
—¿Al veo-veo? ¿Aquí? —dijo la muchacha.
—Jugar al veo-veo contra un Hyuuga sólo os traerá una derrota inevitable —dijo él con tono burlón—. Y así no tiene gracia.
—¡Pues no lo actives, tramposo! —dijo Karoi, dándole un golpecito amigable en el hombro. Daruu se acarició la zona riendo. Joder, le había dado fuerte el cabrón—. Va, venga, no seáis aburridos. Empiezo yo:
»Veo veo.
—¿Qué ves? —rio Daruu.
—Una cosita.
Daruu le cedió el turno a Ayame.
—Empieza por la letra... ¡Hache!
—Hormigón.
Karoi parecía sorprendido.
—Eres bueno, chico.
«Pero... tío, no me puedes estar diciendo esto.»
—Ahora tú, venga.
Daruu resopló con fastidio y se rascó detrás de la cabeza.
—Venga ya —se quejó—. ¿En serio tengo que hacer esto?
—¡Sosooo!
—Veo veooo... —Suspiró.
—¿Qué ves?
—Una cositaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA.
Los pies del trio se despegaron del suelo y una fuerza descomunal tiró de ellos hacia arriba, como si algo les hubiera dado una patada detrás de los tobillos para derribaron. Cayeron encima de la cinta de espaldas. Daruu emitió un quejido, y volvió a ver separada su espalda del suelo, para luego caer de nuevo y estabilizarse. Algo le había arañado el codo derecho, como si le hubieran pasado una correa de cuero rozando por la piel.
Sintieron... ¿viento?
—¡La cinta se ha activado de golpe! ¿¡Pero qué narices!?
Sin aviso, se dirigían a toda velocidad hacia el otro extremo del túnel, que todavía quedaba tan lejos que no se podía ver.
—¿¡Nadie pensó en instalar un sistema de megafonía para avisar!?