5/06/2017, 21:26
«¿En serio es capaz de hacer eso? ¡Menuda técnica!» pensó, anonadado, el Uchiha. Si de verdad Aiko era capaz de rastrear a dos objetivos en mitad de la noche con la eficiencia prometida, se trataba sin duda de una kunoichi muy habilidosa. El Uchiha, por su parte, se limitó a seguirla por el callejón. Caminaba despacio, con cuidado e intentando no hacer ruido, con la espalda pegada a la pared y la mano diestra sobre la empuñadura del Lamento de Hazama.
—¿Seguro que podrás encontrarlos? —susurró el joven gennin.
No pasó mucho tiempo hasta que una de las bandas de mariposas de Aiko le reportase información. Había alguien en el callejón, detrás de ellos, por el que el hombre con cara de rata había escapado y ellos le habían perseguido.
Akame escuchó pasos sin necesidad de que la kunoichi de Ame se lo dijese; quien quiera que fuese, no se estaba esforzando en ser sigiloso. Con una mirada decidida se dio media vuelta, sin despegar la espalda de la pared, y avanzó con cuidado hasta colocarse justo antes de la esquina.
«Uno, dos, tres... ¡Ahora!».
Se abalanzó contra el individuo que corría en la oscuridad, espada en mano, y lo tiró de espaldas. Buscó colocarle el acero en todo el gañote, amenazador, dispuesto a rajarle la garganta si movía un sólo dedo.
—Ya te tengo, maldit... —masculló el Uchiha entre dientes justo antes de reconocer al otro—. ¿¡Datsue-kun!?
—¿Seguro que podrás encontrarlos? —susurró el joven gennin.
No pasó mucho tiempo hasta que una de las bandas de mariposas de Aiko le reportase información. Había alguien en el callejón, detrás de ellos, por el que el hombre con cara de rata había escapado y ellos le habían perseguido.
Akame escuchó pasos sin necesidad de que la kunoichi de Ame se lo dijese; quien quiera que fuese, no se estaba esforzando en ser sigiloso. Con una mirada decidida se dio media vuelta, sin despegar la espalda de la pared, y avanzó con cuidado hasta colocarse justo antes de la esquina.
«Uno, dos, tres... ¡Ahora!».
Se abalanzó contra el individuo que corría en la oscuridad, espada en mano, y lo tiró de espaldas. Buscó colocarle el acero en todo el gañote, amenazador, dispuesto a rajarle la garganta si movía un sólo dedo.
—Ya te tengo, maldit... —masculló el Uchiha entre dientes justo antes de reconocer al otro—. ¿¡Datsue-kun!?