5/06/2017, 21:59
(Última modificación: 7/06/2017, 17:00 por Uchiha Akame.)
Akame encajó la réplica del escultor con toda la entereza que pudo, mientras el rostro desencajado y en llamas de Tamaro seguía bien visible ante sus ojos. «Qué sabrás tú de lo que es ser un ninja, vago arrastrado y vividor, alimaña. Si pudiera, te estrangularía con mis propias manos mientras te metía esa pipa por el ojal». Apretó los puños, mas no dijo nada de lo que pensaba. En lugar de eso, tomó aire, expiró lentamente y luego habló.
—Es natural, Satomu-san, que el idiota desperdicia una vida mientras que el astuto la aprovecha.
No hablaría más. Su legendaria —a él le gustaba pensar que lo era— calma no debía ser rota por un viejo bizarro y huraño que, evidentemente, no tomaba demasiado gusto por la compañía de otras personas. Más réplicas se sucedieron a medida que el señor Nishijima iba dando estocadas verbales a diestro y siniestro, haciendo gala de su recientemente conocida altanería.
Tras el espectáculo, el escultor se dignó —al fin— a revelarles el propósito de aquel largo y peligroso viaje... A su manera. Akame sonrió con suficiencia, como un alumno aplicado que sabe la respuesta de su profesor y se dispone a exhibir conocimiento delante de toda la clase.
—Cómo no saberlo —replicó, aclarándose la garganta—. Por mis venas corre la sangre del legendario Hazama, y del Sabio de los Seis Caminos antes de él. Mi linaje es el Uchiha, la más orgullosa de todas las familias que haya caminado alguna vez por Oonindo. ¿Acaso alguien no conoce nuestra leyenda? —preguntó, hinchado como un pavo real, repleto de sí mismo—. No creo que nisiquiera tú, escultor, seas tan ignorante como para no poder nombrar siquiera a dos de nuestros más gloriosos guerreros. Hombres titánicos que pusieron al mundo entero bajo sus botas.
Soltó todo el aire de sus pulmones en un suspiro. Se había quedado bien agusto.
—Es natural, Satomu-san, que el idiota desperdicia una vida mientras que el astuto la aprovecha.
No hablaría más. Su legendaria —a él le gustaba pensar que lo era— calma no debía ser rota por un viejo bizarro y huraño que, evidentemente, no tomaba demasiado gusto por la compañía de otras personas. Más réplicas se sucedieron a medida que el señor Nishijima iba dando estocadas verbales a diestro y siniestro, haciendo gala de su recientemente conocida altanería.
Tras el espectáculo, el escultor se dignó —al fin— a revelarles el propósito de aquel largo y peligroso viaje... A su manera. Akame sonrió con suficiencia, como un alumno aplicado que sabe la respuesta de su profesor y se dispone a exhibir conocimiento delante de toda la clase.
—Cómo no saberlo —replicó, aclarándose la garganta—. Por mis venas corre la sangre del legendario Hazama, y del Sabio de los Seis Caminos antes de él. Mi linaje es el Uchiha, la más orgullosa de todas las familias que haya caminado alguna vez por Oonindo. ¿Acaso alguien no conoce nuestra leyenda? —preguntó, hinchado como un pavo real, repleto de sí mismo—. No creo que nisiquiera tú, escultor, seas tan ignorante como para no poder nombrar siquiera a dos de nuestros más gloriosos guerreros. Hombres titánicos que pusieron al mundo entero bajo sus botas.
Soltó todo el aire de sus pulmones en un suspiro. Se había quedado bien agusto.