6/06/2017, 00:27
Alterado no era la palabra más apropiada para describir el comportamiento que estaba teniendo Kaido con respecto a todo aquel embrollo, donde, entre burdas burlas maquilladas de hipócrita cordialidad, el obstinado viejo soltaba cualquier clase de sandez sin ningún reparo a lo que sus palabras, o la forma de compartirlas, pudiera causar en los presentes. Se sentía seguro, tan seguro como el dinero y la seguridad perimetral que abordaba a la inmensa mansión se lo permitía. Incluso se atrevió a restarle importancia al ataque que el grupo hubo sufrido a mitad del camino, desmenuzando las intenciones de los infractores en lo que supuso él se trató de un plan poco elaborado para cobrar por un rescate, de haber sido fructífera la trampa mortal que se cobró la vida de un buen puñado de soldados, pero no así la de ningún shinobi.
Y ese, sin duda alguna, era el punto focal de la invitación, o así lo dejó entrever con las conjeturas personales del escultor sobre lo que pensaba él que significaba ser un ninja. Discurso que por más que tratasen de negarlo, no dejaba de ser verdad. ¿En qué momento la profesión había perdido ese sentido de supervivencia que les permitía actuar con completa negación y pericia para cumplir con sus objetivos, a pesar de las pérdidas que pudieran suscitarse a su alrededor?
No. El problema ya no eran los caídos, ni el maltrecho Yosehara. Ni siquiera tenía importancia el hecho de que Satomu tuviera una gran lista de enemigos en su haber, esperando a que asomara un ápice de intención de dejar su ermitaño encierro para sesgar su vida. Si se lo merecía, o no, ese ya no era el caso.
Finalmente, habló de lo que realmente importaba. Del por qué les había traído tan lejos, y cuál era el objetivo que esperaba lograr con la llegada de los tres candidatos.
Saber realmente quién era él, todo un dilema para Kaido. Respuestas que había estado evitando desde tantos años atrás que en algún momento de su vida, había dejado de importarle. Porque, su adoctrinamiento llegó a tal punto que lo único que importaba era el deber que tenía para con su "familia", los Hozuki, quienes a pesar de los vestigios de su apariencia y de la condición que traía ésta consigo, le habían tendido la mano.
Yarou-dono era la viva prueba de ello. Un caritativo shinobi que por razones desconocidas, se encontraba allí, velando por su pupilo. Pero era Yarou el único que sabía, que más que pupilo, Kaido era más que eso.
Era su sobrino, el hijo de su difunta hermana. Pero eso el gyojin nunca debería saberlo. Por su bien, y sólo por su bien.
Fue entonces cuando los miedos más fortuitos del experto combatiente se hicieron realidad. Aquel hombre estaba indagando en aguas infranqueables, intentando despejar mareas que protegían un secreto capital que estaba allí para proteger a Kaido. El escualo y su mentor se miraron al unísono, sabiéndose ambos entre la espada y la pared. Kaido, por un lado, era consciente de que indagar junto con Satomu era caer en la tentación, sería morder la manzana ofrecida por la serpiente.
Y sin embargo, no podía rechazar la oportunidad.
—En lo personal, me temo que no puedo dar un discurso tan pulcro y motivador como el de nuestro querido compañero aquí presente, el Uchiha. Después de todo, se trata de un clan insignia generalmente importante en los cánones escritos de la historia de Oonindo, sencillamente no hay quien compita con semejante trasfondo histórico... no al menos un burdo gyojin que desconoce de dónde viene, o quienes son sus padres, si vamos al caso.
»De todas formas, nunca me ha desmejorado el no saber más acerca de tales nimiedades. Lo que importa es el jodido ahora. ¿Qué te hace pensar que el motivo por el cual nos has traído aquí me es válido?
Yarou le miró orgulloso, no esperándose aquella respuesta. Y sin embargo, se vio en la plena necesidad de retar al escultor con una mirada amenazante. Intentó discernir, en ese instante, si de verdad aquel viejo intentaba inmiscuirse en el pasado de su pupilo, en su olvidado linaje. ¿Realmente sería capaz de conocer la terrible verdad detrás de la existencia de Umikiba Kaido?
Y ese, sin duda alguna, era el punto focal de la invitación, o así lo dejó entrever con las conjeturas personales del escultor sobre lo que pensaba él que significaba ser un ninja. Discurso que por más que tratasen de negarlo, no dejaba de ser verdad. ¿En qué momento la profesión había perdido ese sentido de supervivencia que les permitía actuar con completa negación y pericia para cumplir con sus objetivos, a pesar de las pérdidas que pudieran suscitarse a su alrededor?
No. El problema ya no eran los caídos, ni el maltrecho Yosehara. Ni siquiera tenía importancia el hecho de que Satomu tuviera una gran lista de enemigos en su haber, esperando a que asomara un ápice de intención de dejar su ermitaño encierro para sesgar su vida. Si se lo merecía, o no, ese ya no era el caso.
Finalmente, habló de lo que realmente importaba. Del por qué les había traído tan lejos, y cuál era el objetivo que esperaba lograr con la llegada de los tres candidatos.
Puedo responder eso con otra pregunta: ¿Qué tanto saben sobre el legado inmortal que fluye por sus venas? ¿saben realmente quiénes son y que representan?
Saber realmente quién era él, todo un dilema para Kaido. Respuestas que había estado evitando desde tantos años atrás que en algún momento de su vida, había dejado de importarle. Porque, su adoctrinamiento llegó a tal punto que lo único que importaba era el deber que tenía para con su "familia", los Hozuki, quienes a pesar de los vestigios de su apariencia y de la condición que traía ésta consigo, le habían tendido la mano.
Yarou-dono era la viva prueba de ello. Un caritativo shinobi que por razones desconocidas, se encontraba allí, velando por su pupilo. Pero era Yarou el único que sabía, que más que pupilo, Kaido era más que eso.
Era su sobrino, el hijo de su difunta hermana. Pero eso el gyojin nunca debería saberlo. Por su bien, y sólo por su bien.
Fue entonces cuando los miedos más fortuitos del experto combatiente se hicieron realidad. Aquel hombre estaba indagando en aguas infranqueables, intentando despejar mareas que protegían un secreto capital que estaba allí para proteger a Kaido. El escualo y su mentor se miraron al unísono, sabiéndose ambos entre la espada y la pared. Kaido, por un lado, era consciente de que indagar junto con Satomu era caer en la tentación, sería morder la manzana ofrecida por la serpiente.
Y sin embargo, no podía rechazar la oportunidad.
—En lo personal, me temo que no puedo dar un discurso tan pulcro y motivador como el de nuestro querido compañero aquí presente, el Uchiha. Después de todo, se trata de un clan insignia generalmente importante en los cánones escritos de la historia de Oonindo, sencillamente no hay quien compita con semejante trasfondo histórico... no al menos un burdo gyojin que desconoce de dónde viene, o quienes son sus padres, si vamos al caso.
»De todas formas, nunca me ha desmejorado el no saber más acerca de tales nimiedades. Lo que importa es el jodido ahora. ¿Qué te hace pensar que el motivo por el cual nos has traído aquí me es válido?
Yarou le miró orgulloso, no esperándose aquella respuesta. Y sin embargo, se vio en la plena necesidad de retar al escultor con una mirada amenazante. Intentó discernir, en ese instante, si de verdad aquel viejo intentaba inmiscuirse en el pasado de su pupilo, en su olvidado linaje. ¿Realmente sería capaz de conocer la terrible verdad detrás de la existencia de Umikiba Kaido?