8/06/2017, 00:48
La chica no tenía en mente ni por asomo desistir en el empeño, no señor. Su objetivo, su presa, podía aprovechar la oscuridad de la noche en pos de huir de la ciudad, e incluso del país. Dejarlo escapar, aunque fuese por una noche, significaba desistir por completo de la misión que ella misma se había autoimpuesto, capturar al asesino. Sus mariposas, ligeras como una brisa de verano, seguían surcando los cielos, y peinando las calles como si su vida pendiese de ello. Por desgracia, no conseguía dar con éstos. Parecía que la misma tierra se los hubiese comido, no había ni rastro.
«¿Cómo? ¿¡Cómo es posible!?»
Su habilidad era realmente buena, y de un alcance extraordinario. Era la primera vez en su vida militante que un objetivo tan claro se escapaba de sus ojos, y de sus mariposas. Así, sin mas, ¡capum! ¡nada!
Datsue primero, y Akame después, o viceversa, insistieron en que debían abandonar el sitio. Quedarse allí no era buena idea, menos tras un asesinato. En un principio, la chica no entendió el porqué. Los tres habían sido testigos, y eran shinobis, ¿por qué no ayudar en las labores a los guardas de la urbe? Al echar el ojo hacia ello, comprendió que realmente eran bastante mas jóvenes de lo permitido, y sus ropas claramente no parecían dispuestas para entrar en ese local.
Henge.
No cabía duda, habían abusado de una técnica milenaria y secreta para entrar a una fiesta privada para mayores. Aunque, tampoco les podía condenar por ello, ella misma había hecho cosas similares en su adolescencia, o al menos eso creía... a saber, con la de años que había olvidado sin mas, difícil era saber si podía o no ser afín a ellos.
—Está bien... está bien... —escupió, algo frustrada por no haber conseguido encontrar a sus presas. —Pero me tenéis que explicar algo... ¿Por qué estabais usando el henge para estar en esa fiesta?
Pronto, una enorme banda de mariposas se arremolinó cubriendo su cuerpo por unos segundos. En apenas un abrir y cerrar de ojos, el cuerpo de la chica se había vuelto tangible. Sus curvas, piernas y demás volvieron a su sitio, como si siempre hubiesen estado allí.
—Venga, vamos, ya me iréis contando por el camino. —inquirió mientras avanzaba por el callejón.
«¿Cómo? ¿¡Cómo es posible!?»
Su habilidad era realmente buena, y de un alcance extraordinario. Era la primera vez en su vida militante que un objetivo tan claro se escapaba de sus ojos, y de sus mariposas. Así, sin mas, ¡capum! ¡nada!
Datsue primero, y Akame después, o viceversa, insistieron en que debían abandonar el sitio. Quedarse allí no era buena idea, menos tras un asesinato. En un principio, la chica no entendió el porqué. Los tres habían sido testigos, y eran shinobis, ¿por qué no ayudar en las labores a los guardas de la urbe? Al echar el ojo hacia ello, comprendió que realmente eran bastante mas jóvenes de lo permitido, y sus ropas claramente no parecían dispuestas para entrar en ese local.
Henge.
No cabía duda, habían abusado de una técnica milenaria y secreta para entrar a una fiesta privada para mayores. Aunque, tampoco les podía condenar por ello, ella misma había hecho cosas similares en su adolescencia, o al menos eso creía... a saber, con la de años que había olvidado sin mas, difícil era saber si podía o no ser afín a ellos.
—Está bien... está bien... —escupió, algo frustrada por no haber conseguido encontrar a sus presas. —Pero me tenéis que explicar algo... ¿Por qué estabais usando el henge para estar en esa fiesta?
Pronto, una enorme banda de mariposas se arremolinó cubriendo su cuerpo por unos segundos. En apenas un abrir y cerrar de ojos, el cuerpo de la chica se había vuelto tangible. Sus curvas, piernas y demás volvieron a su sitio, como si siempre hubiesen estado allí.
—Venga, vamos, ya me iréis contando por el camino. —inquirió mientras avanzaba por el callejón.