9/06/2017, 18:02
Lo que sucedió a continuación fue tan súbito como inesperado. La mano de Datsue en su hombro; la presión de sus dedos, tensos. El rostro fino e inmaculado del chico, inclinándose como para darle el pésame. Aquella egnimática frase, y luego, el empujón. Un empujón fuerte y seco que bastó para dar al traste con el frágil equilibrio que Akame tenía sobre aquel pasamanos de madera. El Uchiha notó como el mundo daba un vuelco y luego se dejó llevar hacia atrás, hacia el mar azul bajo sus pies.
Se oyó un chapoteo contra las olas.
—¡Vaya, ahora lo entiendo!
Un amenio, o un kusareño, habrían calificado fácilmente aquello de sucia treta, y probablemente las estarían pasando canutas para mantenerse a flote en el mar de Uzu no Kuni. Akame, sin embargo —como buen shinobi del Remolino que era—, estaba versado en aquel campo. Había practicado innumerables días, en la Academia, para poder caminar sobre aquellas corrientes embravecidas como quien lava. Y, por esa misma razón, Datsue pudo verle allí, de pie, entre las olas.
La mano diestra del Uchiha hizo un sello, y en un parpadeo, Akame volvía a estar sobre la cubierta; apoyado en la barandilla.
—Ya entiendo —repitió—. Ha sido un buen ejemplo. Lo admito.
Toda aquella discusión le había dado hambre, de modo que el muchacho echó mano de su mochila y sacó un par de pastelillos de frutas. Mientras se llevaba uno a la boca, le ofreció el otro a su compañero.
Se oyó un chapoteo contra las olas.
—¡Vaya, ahora lo entiendo!
Un amenio, o un kusareño, habrían calificado fácilmente aquello de sucia treta, y probablemente las estarían pasando canutas para mantenerse a flote en el mar de Uzu no Kuni. Akame, sin embargo —como buen shinobi del Remolino que era—, estaba versado en aquel campo. Había practicado innumerables días, en la Academia, para poder caminar sobre aquellas corrientes embravecidas como quien lava. Y, por esa misma razón, Datsue pudo verle allí, de pie, entre las olas.
La mano diestra del Uchiha hizo un sello, y en un parpadeo, Akame volvía a estar sobre la cubierta; apoyado en la barandilla.
—Ya entiendo —repitió—. Ha sido un buen ejemplo. Lo admito.
Toda aquella discusión le había dado hambre, de modo que el muchacho echó mano de su mochila y sacó un par de pastelillos de frutas. Mientras se llevaba uno a la boca, le ofreció el otro a su compañero.