9/06/2017, 18:52
Abrió la boca, sus pulmones se llenaron de aire, los labios se torcieron en una sonrisa y…
…tuvo que reprimir la carcajada. O se la reprimieron, más bien, cuando vio que Akame, en lugar de sumergirse en el mar, permanecía en pie sobre las olas. «¡Maldito profesional!», exclamó para sus adentros, mientras su expresión risueña se transformaba en desilusión y decepción.
—Ya entiendo —dijo Akame, una vez a bordo—. Ha sido un buen ejemplo. Lo admito.
—Me alegro, me alegro —dijo, no del todo alegre. «Para que el ejemplo hubiese sido redondo del todo, tendrías que haberte empapado, maldito»
Entonces Akame, ni molesto ni ofendido por lo que acababa de suceder, sacó un par de bocadillos de la mochila, ofreciéndole uno a Datsue, quien elevó una ceja, escéptico.
—E-esto… No te preocupes, ya traje yo —que Akame no pareciese enfadado no significaba que no lo estuviese, y no era la acción más inteligente del mundo aceptar comida de parte de alguien a quién acababas de intentar tirar al mar.
Por tanto, se llevó una mano al interior de sus calzoncillos, y ni corto de perezoso extrajo una bolsa térmica de…
—¡¿Qué cojones…?! —exclamó, al encontrarse con una revista con una mujer de exuberantes pechos y ligera de ropa en la portada. Si es que se le podía llamar ropa a las tiras finas que cubrían sus…—. Ah, ya… —no pudo evitar esbozar una sonrisa. Hacía mucho tiempo que la creía por perdida… Luego miró a Akame y se le cambió el gesto, frunciendo el ceño ostensiblemente—. El cabrón de Hozuki Chokichi, ¡seguro! ¡El muy guarro siempre está gastándome bromas pesadas! —tiró la revista al mar, como si no quisiese saber nada de ella, de casualidad que chocó contra la barandilla y cayó en la cubierta. Una casualidad de lo más conveniente. Luego se llevó de nuevo las manos al interior del pantalón y… —. ¡Ajá! Estaba en el otro… ¿¡Qué cojones!?
Datsue acababa de extraer, de donde no parecía haber hueco posible, un shamisen. Akame lo reconoció en seguida: era el mismo instrumento que el famoso Rokuro Hei había tocado para ellos, aquella trágica y fatídica noche en Yamiria.
El Uchiha se rascó la cabeza, confuso.
—Pero dónde cojones guardé yo… ¡Ah, claro! —dejó el shamisen apoyado contra la barandilla, y esta vez sí, de su espalda, entre los hombros, extrajo una pequeña bolsa térmica. Se sentó en el suelo, cruzando las piernas, y la abrió. En su interior, entre hielo, había fruta y latas de refresco. El Uchiha tomó un ramo de uvas negras y cerró la tapa para que no se escapase el frío—. Recién cogidas de la vendimia, compañero. Si quieres unas sírvete tú mismo.
…tuvo que reprimir la carcajada. O se la reprimieron, más bien, cuando vio que Akame, en lugar de sumergirse en el mar, permanecía en pie sobre las olas. «¡Maldito profesional!», exclamó para sus adentros, mientras su expresión risueña se transformaba en desilusión y decepción.
—Ya entiendo —dijo Akame, una vez a bordo—. Ha sido un buen ejemplo. Lo admito.
—Me alegro, me alegro —dijo, no del todo alegre. «Para que el ejemplo hubiese sido redondo del todo, tendrías que haberte empapado, maldito»
Entonces Akame, ni molesto ni ofendido por lo que acababa de suceder, sacó un par de bocadillos de la mochila, ofreciéndole uno a Datsue, quien elevó una ceja, escéptico.
—E-esto… No te preocupes, ya traje yo —que Akame no pareciese enfadado no significaba que no lo estuviese, y no era la acción más inteligente del mundo aceptar comida de parte de alguien a quién acababas de intentar tirar al mar.
Por tanto, se llevó una mano al interior de sus calzoncillos, y ni corto de perezoso extrajo una bolsa térmica de…
—¡¿Qué cojones…?! —exclamó, al encontrarse con una revista con una mujer de exuberantes pechos y ligera de ropa en la portada. Si es que se le podía llamar ropa a las tiras finas que cubrían sus…—. Ah, ya… —no pudo evitar esbozar una sonrisa. Hacía mucho tiempo que la creía por perdida… Luego miró a Akame y se le cambió el gesto, frunciendo el ceño ostensiblemente—. El cabrón de Hozuki Chokichi, ¡seguro! ¡El muy guarro siempre está gastándome bromas pesadas! —tiró la revista al mar, como si no quisiese saber nada de ella, de casualidad que chocó contra la barandilla y cayó en la cubierta. Una casualidad de lo más conveniente. Luego se llevó de nuevo las manos al interior del pantalón y… —. ¡Ajá! Estaba en el otro… ¿¡Qué cojones!?
Datsue acababa de extraer, de donde no parecía haber hueco posible, un shamisen. Akame lo reconoció en seguida: era el mismo instrumento que el famoso Rokuro Hei había tocado para ellos, aquella trágica y fatídica noche en Yamiria.
El Uchiha se rascó la cabeza, confuso.
—Pero dónde cojones guardé yo… ¡Ah, claro! —dejó el shamisen apoyado contra la barandilla, y esta vez sí, de su espalda, entre los hombros, extrajo una pequeña bolsa térmica. Se sentó en el suelo, cruzando las piernas, y la abrió. En su interior, entre hielo, había fruta y latas de refresco. El Uchiha tomó un ramo de uvas negras y cerró la tapa para que no se escapase el frío—. Recién cogidas de la vendimia, compañero. Si quieres unas sírvete tú mismo.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado