12/06/2017, 10:46
Habían pasado un día desde que llegaron al Valle de los Dojos, ¿o podía ser que fueran dos? No lo recordaba con exactitud pues el viaje había sido un tanto cansado, lo suficiente para que Eri, nada más llegar a su correspondiente habitación; se echase a dormir hasta el día siguiente sin saber qué hora era cuando lo hizo.
Cuando despertó, pensó en ducharse, ponerse sus ropas más típicas y marcharse a conocer los alrededores por si acaso encontraba algún sitio donde entrenar y fortalecer sus mejores cualidades, pero algo dentro de ella parecía querer huir de las plataformas que seguramente estaban repletas de personas hambrientas de combates de entrenamiento o incluso simulaciones de lo que podía pasar de verdad, así que sus piernas, sabias; se alejaron lo más posible de aquellos lugares, con la promesa de que algún día irían por ahí para entrenar.
Pensó en su hermano y en lo que diría si la viese. Sabía que no le gustaba que combatiese o que se hiciese daño, se sentía demasiado protegida a su lado y eso la reconfortaba y la molestaba a partes iguales, ya que, después de todo, ella era una kunoichi y su labor era aprender a combatir para ayudar a otras personas cuando lo necesitasen.
Suspiró mientras se metía ambas manos en los bolsillos de su chaqueta mientras miraba las pequeñas piedras del sendero que había tomado, hasta que llegó a la entrada de un bosque.
«Si no recuerdo mal es... Hokutōmori.»
Levantó la vista y sopesó si entrar o no, le llamaba la atención pues había leído que era un lugar sagrado, donde combatir estaba prohibido. Admitía que no quería luchar, pero... Tampoco sabía si debería pasarse los días solamente de exploración.
— Una ojeada tampoco me va a matar... — Murmuró para sí misma.
Cuando despertó, pensó en ducharse, ponerse sus ropas más típicas y marcharse a conocer los alrededores por si acaso encontraba algún sitio donde entrenar y fortalecer sus mejores cualidades, pero algo dentro de ella parecía querer huir de las plataformas que seguramente estaban repletas de personas hambrientas de combates de entrenamiento o incluso simulaciones de lo que podía pasar de verdad, así que sus piernas, sabias; se alejaron lo más posible de aquellos lugares, con la promesa de que algún día irían por ahí para entrenar.
Pensó en su hermano y en lo que diría si la viese. Sabía que no le gustaba que combatiese o que se hiciese daño, se sentía demasiado protegida a su lado y eso la reconfortaba y la molestaba a partes iguales, ya que, después de todo, ella era una kunoichi y su labor era aprender a combatir para ayudar a otras personas cuando lo necesitasen.
Suspiró mientras se metía ambas manos en los bolsillos de su chaqueta mientras miraba las pequeñas piedras del sendero que había tomado, hasta que llegó a la entrada de un bosque.
«Si no recuerdo mal es... Hokutōmori.»
Levantó la vista y sopesó si entrar o no, le llamaba la atención pues había leído que era un lugar sagrado, donde combatir estaba prohibido. Admitía que no quería luchar, pero... Tampoco sabía si debería pasarse los días solamente de exploración.
— Una ojeada tampoco me va a matar... — Murmuró para sí misma.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)