12/06/2017, 11:07
Soroku lucía complacido, se podría decir que más complacido de lo que hubo estado nunca con algún prospecto. Y es que había recibido a tantos jóvenes con delirios de grandeza, pregonando ideas revolucionarias y queriéndose pasar de listillos que probablemente se había decepcionado de éstos en numerosas ocasiones. No todos eran tan cumplidores, o efectivos. Muchos de ellos eran más lengua floja que otra cosa.
Con Datsue, sin embargo, era diferente. Sentía en él la llama viva, como si su alma hubiese sido concebida en la más ancestral de las forjas. Era una sensación interesante, que probablemente no podría descifrar, aún.
—Bien, pues, queda dicho todo. Shinjaka-kun te está esperando en la sala de recepción junto con tu amigo Riko, y un invitado de la casa, un shinobi extranjero que parece muy interesado en conocerte. Lo que sea que necesites preguntarle a mi aprendiz, él con gusto te lo responderá, tenlo en cuenta; es un joven muy diligente.
El amaestrado herrero se levantó de su asiento y miró desde las alturas al Sakamoto. Aguardó, en silencio, hasta que éste lograse levantarse y hablaría finalmente por última vez.
—Ha sido un placer recibiros, Sakamoto Datsue. Que el estandarte del hierro te proteja, y te permita volver aquí con tu favor plenamente saldado. Vuelve, en una sola pieza, con tus diseños revolucionarios, y reinventemos el negocio de la herrería.
Una despedida apropiada según los términos negociados.
Con Datsue, sin embargo, era diferente. Sentía en él la llama viva, como si su alma hubiese sido concebida en la más ancestral de las forjas. Era una sensación interesante, que probablemente no podría descifrar, aún.
—Bien, pues, queda dicho todo. Shinjaka-kun te está esperando en la sala de recepción junto con tu amigo Riko, y un invitado de la casa, un shinobi extranjero que parece muy interesado en conocerte. Lo que sea que necesites preguntarle a mi aprendiz, él con gusto te lo responderá, tenlo en cuenta; es un joven muy diligente.
El amaestrado herrero se levantó de su asiento y miró desde las alturas al Sakamoto. Aguardó, en silencio, hasta que éste lograse levantarse y hablaría finalmente por última vez.
—Ha sido un placer recibiros, Sakamoto Datsue. Que el estandarte del hierro te proteja, y te permita volver aquí con tu favor plenamente saldado. Vuelve, en una sola pieza, con tus diseños revolucionarios, y reinventemos el negocio de la herrería.
Una despedida apropiada según los términos negociados.