18/06/2017, 00:36
Aunque Yarou no lo parecía, por dentro sentía un temor que crecía a pasos agigantados mientras el viejo Satomu avanzaba más y más en su ensayado y místico discurso, donde no sólo dejó entendido que tenía toda la intención de continuar con el trabajo de sus antecesores, sino que también tenía pruebas y evidencia de ello. Escritos y pergaminos que fueron llenados hacía más de cien años, por allá, en el inicio de lo que muchos catalogaban como la Nueva Era.
Su instinto le decía que aquello no era una blasfemia, o un delirio de un viejo artista excéntrico. Algo le exigía en su interior que tuviera muy en cuenta las palabras del hombre que le confiere a la piedra Humanidad.
Entonces pensó en intervenir, poco después de que el Uchiha cayera completamente seducido con las tangibles promesas de conocimiento. Kaido, por su naturaleza, no lucía tan convencido.
Así que volteó a ver a su mentor, y éste le secundó la mirada.
Durante aquel cruce, ambos se dijeron más de lo que habían logrado compartir durante tantos años. El escualo pudo ver preocupación en el hombre que le había estado cuidando y entrenando desde que tenía uso de razón. Y sin saber el por qué, más allá de entender que Yarou también era un Hozuki. No obstante, nunca se había animado a preguntarle la razón por la cual había estado perdiendo su tiempo con un crío como él, durante diez años, más que fuera por órdenes del concilio que controlaba al escualo.
Y tampoco lo haría en ese momento, en el que parecía que las respuestas la tenía otra persona y no el único shinobi en el que podía confiar.
—Sí... ¿qué coño quieres? —repitió, reforzando las palabras de Akame.
Su instinto le decía que aquello no era una blasfemia, o un delirio de un viejo artista excéntrico. Algo le exigía en su interior que tuviera muy en cuenta las palabras del hombre que le confiere a la piedra Humanidad.
Entonces pensó en intervenir, poco después de que el Uchiha cayera completamente seducido con las tangibles promesas de conocimiento. Kaido, por su naturaleza, no lucía tan convencido.
Así que volteó a ver a su mentor, y éste le secundó la mirada.
Durante aquel cruce, ambos se dijeron más de lo que habían logrado compartir durante tantos años. El escualo pudo ver preocupación en el hombre que le había estado cuidando y entrenando desde que tenía uso de razón. Y sin saber el por qué, más allá de entender que Yarou también era un Hozuki. No obstante, nunca se había animado a preguntarle la razón por la cual había estado perdiendo su tiempo con un crío como él, durante diez años, más que fuera por órdenes del concilio que controlaba al escualo.
Y tampoco lo haría en ese momento, en el que parecía que las respuestas la tenía otra persona y no el único shinobi en el que podía confiar.
—Sí... ¿qué coño quieres? —repitió, reforzando las palabras de Akame.