18/06/2017, 21:13
Y así, de pronto, Mogura recordó algo importante. Y es que se había dejado algo en la aldea, según sus manos palpaban los confines de dónde debía estar su porta objetos. Se hundió en una reverencia forzosa y les pidió continuar sin él.
Cuando éste empezó a alejarse, el tiburón de Amegakure le observó incrédulo hasta que su figura se perdió en el horizonte, detrás de los grandes pastizales que había dejado atrás. Keisuke comentó que era muy probable que no le diera tiempo suficiente de llegar a las instancias del torneo, y Kaido alzó los hombros totalmente desinteresado. Lo que fuera que hubiera olvidado, probablemente era más importante que su participación en el evento. No había otra explicación.
En respuesta a ello, el escualo decidió sin más continuar avanzando, ojeando el mapa cuando creía que lo necesitaba. Mientras más se hundían ellos en el interior de aquel inmenso país, el temporal comenzaba a hacerse mucho más serio según los kilómetros que los jóvenes shinobi fueran avanzando. Ya no era una simple llovizna, ahora estaba acompañada de fuertes vientos y un frío turbio que probablemente calara en sus huesos. El cielo, además, daba muestras de que mientras más avanzasen, más oscuras se tornaban las nubes, y más feo era el clima.
Entonces pensó, quizás, acampar en las planicies del Silencio no era la mejor idea. Y Keisuke le hizo recordar sobre el famoso túnel. Todo, mientras cruzaba los límites del misterioso y desconocido Bosque de Azur, lugar que contaba infinidades de mitos, leyendas, e historias que usaban los padres para espantar a los niños por las noches.
«Joder, claro, el jodido túnel. ¿Pero no era ese un camino reservado sólo para shinobi de alto rango, o con la expresa permisión de Yui-sama?»
—¿El túnel? pensé que era un camino sólo reservado para la élite de la aldea, no creí que fuera posible atravesarlo así como así —anunció, ligeramente confuso. No obstante, le bastó un par de segundos para comprender que el plan que se había trazado en un principio era una locura, teniendo en cuenta que las Llanuras de la Tempestad eterno llevaba consigo el mote de "Tierras sin hombres"—. pero qué idiota, claro... si acampar en las llanuras es una maldita idea suicida. ¿En qué coño estaba pensando?
Después de recriminarse, volvió a mirar al mapa, y señaló al frente, con rudeza.
—Hacia allá, a veinte minutos de camino. Sí, creo que ahí está la entrada. ¿Lo has pasado tú alguna vez, Keisuke-san?
Cuando éste empezó a alejarse, el tiburón de Amegakure le observó incrédulo hasta que su figura se perdió en el horizonte, detrás de los grandes pastizales que había dejado atrás. Keisuke comentó que era muy probable que no le diera tiempo suficiente de llegar a las instancias del torneo, y Kaido alzó los hombros totalmente desinteresado. Lo que fuera que hubiera olvidado, probablemente era más importante que su participación en el evento. No había otra explicación.
En respuesta a ello, el escualo decidió sin más continuar avanzando, ojeando el mapa cuando creía que lo necesitaba. Mientras más se hundían ellos en el interior de aquel inmenso país, el temporal comenzaba a hacerse mucho más serio según los kilómetros que los jóvenes shinobi fueran avanzando. Ya no era una simple llovizna, ahora estaba acompañada de fuertes vientos y un frío turbio que probablemente calara en sus huesos. El cielo, además, daba muestras de que mientras más avanzasen, más oscuras se tornaban las nubes, y más feo era el clima.
Entonces pensó, quizás, acampar en las planicies del Silencio no era la mejor idea. Y Keisuke le hizo recordar sobre el famoso túnel. Todo, mientras cruzaba los límites del misterioso y desconocido Bosque de Azur, lugar que contaba infinidades de mitos, leyendas, e historias que usaban los padres para espantar a los niños por las noches.
«Joder, claro, el jodido túnel. ¿Pero no era ese un camino reservado sólo para shinobi de alto rango, o con la expresa permisión de Yui-sama?»
—¿El túnel? pensé que era un camino sólo reservado para la élite de la aldea, no creí que fuera posible atravesarlo así como así —anunció, ligeramente confuso. No obstante, le bastó un par de segundos para comprender que el plan que se había trazado en un principio era una locura, teniendo en cuenta que las Llanuras de la Tempestad eterno llevaba consigo el mote de "Tierras sin hombres"—. pero qué idiota, claro... si acampar en las llanuras es una maldita idea suicida. ¿En qué coño estaba pensando?
Después de recriminarse, volvió a mirar al mapa, y señaló al frente, con rudeza.
—Hacia allá, a veinte minutos de camino. Sí, creo que ahí está la entrada. ¿Lo has pasado tú alguna vez, Keisuke-san?