20/06/2017, 19:26
— Lo sé, lo conozco. Sí, entremos, espero que tengan hueco.
— Seguramente.
La kunoichi fue la que abrió la puerta, y la estancia estaba tal y como se encontraba: un gran espacio repleto de sillas y mesas bien dispuestas y la gran chimenea apagada puesto que no era necesaria en aquella época del año. No había mucha gente, incluso menos que la última vez que pasó por allí, un par de hombres charlaban en una mesa, otra estaba ocupada por una mujer de cabellos oscuros y, en el mostrador del Hostal se erguía el dueño del lugar: Pangoro, de piel oscura y numerosas quemaduras surcando su cuello y sus brazos.
La joven volvió a suspirar y se acercó al mostrador para conocer si había alguna habitación libre, pero antes decidió hablar con Nabi.
— Si quieres ve a coger asiento, yo reservaré las habitaciones para esta noche. — Sugirió mientras señalaba a las mesas.
Luego retomó el camino hacia el mostrador donde saludó con la voz lo suficientemente alta para ser escuchada a Pangoro.
— Buenas noches, señor; mi nombre es Furukawa Eri y vengo con aquel chico. — Señaló a su rubio acompañante. —Nos gustaría hospedarnos aquí esta noche, si usted tuviese alguna habitación libre.
El hombre se incorporó un poco para mirar a la joven, luego viró su vista hacia el Senju para sacar un formulario —el mismo que rellenó en su momento la anterior vez—, solo que esta fue solo ella la que firmó, tomando solo una habitación.
—Todas las demás están ocupadas, serán cincuenta y cinco ryos, la cena se paga a parte.
— Gracias, señor. — Asintió la joven mientras terminaba de rellenar el formulario y depositaba la cantidad en el mostrador, luego se dio la vuelta para buscar a Nabi con la mirada y saber donde tenía que sentarse, una vez localizado se sentaría dejando a un lado su mochila para agregar: — Me comería una vaca entera yo sola, ¿has pedido ya?
— Seguramente.
La kunoichi fue la que abrió la puerta, y la estancia estaba tal y como se encontraba: un gran espacio repleto de sillas y mesas bien dispuestas y la gran chimenea apagada puesto que no era necesaria en aquella época del año. No había mucha gente, incluso menos que la última vez que pasó por allí, un par de hombres charlaban en una mesa, otra estaba ocupada por una mujer de cabellos oscuros y, en el mostrador del Hostal se erguía el dueño del lugar: Pangoro, de piel oscura y numerosas quemaduras surcando su cuello y sus brazos.
La joven volvió a suspirar y se acercó al mostrador para conocer si había alguna habitación libre, pero antes decidió hablar con Nabi.
— Si quieres ve a coger asiento, yo reservaré las habitaciones para esta noche. — Sugirió mientras señalaba a las mesas.
Luego retomó el camino hacia el mostrador donde saludó con la voz lo suficientemente alta para ser escuchada a Pangoro.
— Buenas noches, señor; mi nombre es Furukawa Eri y vengo con aquel chico. — Señaló a su rubio acompañante. —Nos gustaría hospedarnos aquí esta noche, si usted tuviese alguna habitación libre.
El hombre se incorporó un poco para mirar a la joven, luego viró su vista hacia el Senju para sacar un formulario —el mismo que rellenó en su momento la anterior vez—, solo que esta fue solo ella la que firmó, tomando solo una habitación.
—Todas las demás están ocupadas, serán cincuenta y cinco ryos, la cena se paga a parte.
— Gracias, señor. — Asintió la joven mientras terminaba de rellenar el formulario y depositaba la cantidad en el mostrador, luego se dio la vuelta para buscar a Nabi con la mirada y saber donde tenía que sentarse, una vez localizado se sentaría dejando a un lado su mochila para agregar: — Me comería una vaca entera yo sola, ¿has pedido ya?