20/06/2017, 20:36
Tras el respectivo tiempo de camino, ambos jóvenes dieron por fin con la misteriosa entrada al Túnel, un camino secreto subterráneo preparado únicamente para atravesar gran parte de las Llanuras de la Tempestad sin tener que luchar con los fuertes temporales, lluvias y ventiscas que se formaban en el interior de aquel largo y vasto territorio. Además de ser expresamente construido por la aldea de la Lluvia, y habilitada únicamente para sus propios shinobi.
Una ventaja estratégica respecto a los enemigos, y apropiada, además, para cuando algún ninja de la Tormenta necesitaba viajar largas distancias.
En el inicio del famoso Túnel, un hombre encapuchado les recibió con amabilidad, explicándole los inconvenientes que habían tenido más temprano y deseándoles suerte para el torneo, esperando que como probablemente lo había hecho él alguna vez —era un Anbu, después de todo— dejaran el nombre de Amegakure en alto.
Tras el gracias de Keisuke, y un ligero asentir del escualo, ambos entraron finalmente a los confines de aquel famoso pasadizo.
Dos largas pasarelas paralelas recibieron a los dos jóvenes en soledad, y ambos habrían tenido que tomar la de la derecha cuyo sentido iba dirigido, claro está, hacia el otro extremo del país. El túnel estaba compuesto por refinadas paredes de concreto, dos vías hidráulicas para cada dirección y bombillos luminosos fluorescentes esparcidos verticalmente a lo largo y ancho de todo el trayecto, para que les fuera posible visualizar más allá de sus narices. Y sin embargo, llegaba un punto en el que la oscuridad se tornaba inminente, y eso decía de lo extenso que podía llegar a ser aquel susodicho pasadizo.
La pasarela se movía a gran velocidad, y Kaido sintió la necesidad de sostenerse fuertemente de una de las barandillas. Y así se mantuvo el resto del viaje, en silencio, por treinta minutos. Treinta minutos, que hubieran sido horas incontables de haber decidido atravesar las llanuras por arriba.
Keisuke y Kaido alcanzaron finalmente el otro extremo, y en cuanto su pasarela se detuvo, otra compuerta se abrió de par en par al otro extremo. Cuando salieron, podían comprobar que a pesar de estar aún dentro del país de la Tormenta, el tiempo no era tan caótico como en el interior del país. El clima que acaecía en las cercanías de la ciudad de Yachi era mucho más accesible.
—Bien, parece que el milagro de la ciencia nos ha evitado tener que comernos horas y horas de trayecto. Pero ya nos va a agarrar la tarde, creo que lo mejor será seguir con el plan y pasar la noche en Yachi. ¿Qué dices? Y así, quizás, el estúpido olvidadizo de Mogura nos logra alcanzar.
Una ventaja estratégica respecto a los enemigos, y apropiada, además, para cuando algún ninja de la Tormenta necesitaba viajar largas distancias.
En el inicio del famoso Túnel, un hombre encapuchado les recibió con amabilidad, explicándole los inconvenientes que habían tenido más temprano y deseándoles suerte para el torneo, esperando que como probablemente lo había hecho él alguna vez —era un Anbu, después de todo— dejaran el nombre de Amegakure en alto.
Tras el gracias de Keisuke, y un ligero asentir del escualo, ambos entraron finalmente a los confines de aquel famoso pasadizo.
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Dos largas pasarelas paralelas recibieron a los dos jóvenes en soledad, y ambos habrían tenido que tomar la de la derecha cuyo sentido iba dirigido, claro está, hacia el otro extremo del país. El túnel estaba compuesto por refinadas paredes de concreto, dos vías hidráulicas para cada dirección y bombillos luminosos fluorescentes esparcidos verticalmente a lo largo y ancho de todo el trayecto, para que les fuera posible visualizar más allá de sus narices. Y sin embargo, llegaba un punto en el que la oscuridad se tornaba inminente, y eso decía de lo extenso que podía llegar a ser aquel susodicho pasadizo.
La pasarela se movía a gran velocidad, y Kaido sintió la necesidad de sostenerse fuertemente de una de las barandillas. Y así se mantuvo el resto del viaje, en silencio, por treinta minutos. Treinta minutos, que hubieran sido horas incontables de haber decidido atravesar las llanuras por arriba.
Keisuke y Kaido alcanzaron finalmente el otro extremo, y en cuanto su pasarela se detuvo, otra compuerta se abrió de par en par al otro extremo. Cuando salieron, podían comprobar que a pesar de estar aún dentro del país de la Tormenta, el tiempo no era tan caótico como en el interior del país. El clima que acaecía en las cercanías de la ciudad de Yachi era mucho más accesible.
—Bien, parece que el milagro de la ciencia nos ha evitado tener que comernos horas y horas de trayecto. Pero ya nos va a agarrar la tarde, creo que lo mejor será seguir con el plan y pasar la noche en Yachi. ¿Qué dices? Y así, quizás, el estúpido olvidadizo de Mogura nos logra alcanzar.