20/06/2017, 21:35
Renegando de sus sentimientos, Akame negó todo aquello como bien lo sabía hacer un profesional, demostrándose tan calmo como habría de esperar. Ni Datsue, ni él, tenían intención de llevarle la contraria, porque probablemente ellos dos también estuviesen luchando internamente con sus propio demonios nacientes de presenciar la muerte en primera fila. Y no sólo en una ocasión, sino en dos.
De cualquier forma, no había nada que hacer. La barca no iba a regresar, eso estuvo claro en el momento en que el ancla fue soltada hacia las profundidades de la costa. Los marineros prepararon todo y dispusieron de una rampa para que los presentes pudieran dejar el maltrecho navío y así surcar los oscuros linderos de la Isla monotonía, que, encerrada en la sepulcral oscuridad de la noche, tan sólo se dejaba ataviar por unos cuantos puntos luminiscentes a lo largo y ancho de la ciudad.
Allí abajo, una comitiva de bienvenida les recibió; compuesta por un hombre de edad avanzada y de cuatro guaruras, todos con aspecto curiosamente similar. Tan fornidos y serenos a la vez que daba mala espina.
Aquel panorama, le recordó sin duda a cuando él, Akame, y Kotetsu; viajaron kilómetros hasta tierras desconocidas bajo falsas promesas de grandeza, sólo para pelear un par de veces por sus vidas. Kaido no era un tipo pesimista, ni mucho menos, pero algo le hacía creer que éste nuevo viaje en particular iba a ser similar a aquella fatídica aventura.
—Umikiba Kaido —alegó, en seco, y sin un sólo ápice de protocolo.
De cualquier forma, no había nada que hacer. La barca no iba a regresar, eso estuvo claro en el momento en que el ancla fue soltada hacia las profundidades de la costa. Los marineros prepararon todo y dispusieron de una rampa para que los presentes pudieran dejar el maltrecho navío y así surcar los oscuros linderos de la Isla monotonía, que, encerrada en la sepulcral oscuridad de la noche, tan sólo se dejaba ataviar por unos cuantos puntos luminiscentes a lo largo y ancho de la ciudad.
Allí abajo, una comitiva de bienvenida les recibió; compuesta por un hombre de edad avanzada y de cuatro guaruras, todos con aspecto curiosamente similar. Tan fornidos y serenos a la vez que daba mala espina.
Aquel panorama, le recordó sin duda a cuando él, Akame, y Kotetsu; viajaron kilómetros hasta tierras desconocidas bajo falsas promesas de grandeza, sólo para pelear un par de veces por sus vidas. Kaido no era un tipo pesimista, ni mucho menos, pero algo le hacía creer que éste nuevo viaje en particular iba a ser similar a aquella fatídica aventura.
—Umikiba Kaido —alegó, en seco, y sin un sólo ápice de protocolo.