21/06/2017, 20:11
La llegada de aquel muchacho de pelo rubio y ojos castaños no cogió por sorpresa al Uchiha. Apenas escuchó el susurro de las puertas correderas al abrirse supo que alguien más acababa de ingresar en la estancia, y eso le molestó. «Con la cantidad de malditos dojos que hay en este lug...». Sus pensamientos se interrumpieron cuando reconoció al muchacho.
—Senju-san —saludó, deteniéndose por completo para dedicarle una ligera inclinación de cabeza—. ¿Madrugando para entrenar?
La pregunta podía parecer estúpida, pero de acuerdo a cómo Akame recordaba a aquel chico, era la última persona a la que se habría esperado encontrar tan temprano. Su compañero de Uzu le saludó con un par de consejos.
—Mi Taijutsu es bastante mejorable, sí —respondió con sinceridad el aludido—. Pero no hay nada que no pueda conseguir con práctica.
Para Akame no pasó inadvertida la espada que Nabi había dejado junto con sus pertenencias en uno de los casilleros. «A decir verdad, nunca le he visto combatir después de que nos graduásemos». El Uchiha estaba intrigado; la imagen que tenía de Nabi se remontaba a los días de Academia, donde el Senju nunca había destacado por ser especialmente disciplinado o trabajador.
—¿Y tú? —preguntó, de repente, decidido a satisfacer su curiosidad—. Digo, ¿qué vas a entrenar?
—Senju-san —saludó, deteniéndose por completo para dedicarle una ligera inclinación de cabeza—. ¿Madrugando para entrenar?
La pregunta podía parecer estúpida, pero de acuerdo a cómo Akame recordaba a aquel chico, era la última persona a la que se habría esperado encontrar tan temprano. Su compañero de Uzu le saludó con un par de consejos.
—Mi Taijutsu es bastante mejorable, sí —respondió con sinceridad el aludido—. Pero no hay nada que no pueda conseguir con práctica.
Para Akame no pasó inadvertida la espada que Nabi había dejado junto con sus pertenencias en uno de los casilleros. «A decir verdad, nunca le he visto combatir después de que nos graduásemos». El Uchiha estaba intrigado; la imagen que tenía de Nabi se remontaba a los días de Academia, donde el Senju nunca había destacado por ser especialmente disciplinado o trabajador.
—¿Y tú? —preguntó, de repente, decidido a satisfacer su curiosidad—. Digo, ¿qué vas a entrenar?